Estructura y psicología de las tentaciones (1) Introducción

Ponencia dictada en la Jornada: «La leyenda del Gran Inquisidor: bien y mal en el mundo», Viernes 3 de mayo de 2013 – Universidad Abat Oliba CEU.

 

jesus en el desierto

 

Estructura y psicología de las tentaciones

Javier Barraycoa

 

“Nadie, si no es tentado, puede entrar en el Reino de los Cielos; de hecho, quita las tentaciones (dificultades), y nadie se salva” (Antonio el Grande).

“Los diabólicos no creen en el Diablo” (Giovanni Papini)

 

Introducción

En el relato de la Leyenda del Gran Inquisidor, de Fiódor Dostoyevski, enmarcado en Los hermanos Karamazov, es posiblemente uno de los textos narrativos más geniales jamás escritos. En él un Cristo que ha vuelto a la Tierra será juzgado y tentado por in Inquisidor. La lectura de este texto es obligado, aunque complejo y lleno de matices y dobles lecturas. No obstante, en esta ponencia se expondrá, a modo de introducción de esta Jornada, las tentaciones que sufre Cristo en el desierto, por parte del Diablo, y que quedan recogidas en tres de los evangelios. En Estas tentaciones se contiene toda la historia de la humanidad y de la Redención, a la par que se puede penetrar en la psicología del Diablo a la hora de tentar tanto a Cristo como a toda la humanidad.

Los tres evangelistas sinópticos nos relatan las tentaciones que el Diablo presentó a Cristo en el desierto[1]. San Marcos realiza una breve y genérica descripción de la estancia en el desierto siendo tentado, aunque no describe las tentaciones. Finaliza los versículos con una referencia a los ángeles que le servían y que convivía con las fieras. Respecto a los relatos de Mateo y Lucas son más específicos respecto a las tres tentaciones que sufrió Jesús, aunque les diferencia un ligero matiz[2]. Ambos ponen la tentación de convertir las piedras en pan como la primera de ellas. Pero en el Evangelio de san Mateo la segunda tentación se produce en el templo; en cambio, en el de san Lucas la segunda tentación se produce en lo alto de un monte contemplando los reinos de la tierra. Aunque algunos autores no dan importancia a esta discordancia, otros estiman oportuno aclarar este hecho pues nos puede proporcionar una analogía o jerarquía en el modo de operar del tentador[3].

Las tentaciones que sufre Cristo en el desierto, no sólo tienen un valor fundamental para el creyente, sino para cualquier hombre. El relato evangélico nos presenta de forma sinuosa, pero a la vez contundente, el encuentro entre el bien y el mal. El famoso maniqueísmo que rige buena parte de nuestra existencia, queda desmantelado ante este encuentro entre Cristo y el Diablo. ¿Cómo reconocer el bien, cómo rechazar el mal? Como veremos el mal sólo puede presentarse bajo apariencia de bien y si él bien, no puede subsistir. Las preguntas sobre el bien y el mal son aparentemente sencillas pero que en lo cotidiano de la existencia, saber responderlas puede determinar todo nuestro futuro.

Por eso, en un primer epígrafe, vamos a relatar la estructura de las tentaciones que subyace en los relatos evangélicos y vamos a intentar aplicarla a nuestra vida cotidiana. No negaremos que aunque arrancando de una “lectura” teológica, nuestra intención es llegar a una comprensión antropológica y psicológica del actuar humano respecto al bien y el mal. Aunque uno no sea creyente, no puede dejar de admirarse de cómo subyace una profunda lógica y un conocimiento de la psicología humana en los textos evangélicos. La tentaciones que presentaremos de Cristo, son análogas a las que se relatan en el paraíso y evidenciadas por cualquiera en nuestra experiencia vital, llamándolas tentaciones, deseos desordenados, pulsiones, o como desee nuestra corrección política.

© Javier Barraycoa

NOTAS:

[1] En el Evangelio de san Juan no aparece el relato de las tentaciones. Ello se debe a dos motivos, primero la peculiar estructura temporal del evangelio, que no sigue una cronología lineal; en segundo lugar , y por causa mucho más importantes, el Evangelio de san Juan que se inicia con “En el principio era el Verbo …” parece querer presentarnos más la divinidad de Cristo que su humanidad. Al menos es de ese parecer Orígenes: “Mas San Juan, que había empezado desde Dios, diciendo: En el principio era el Verbo (Jn 1,1), no describió la tentación del Señor, porque Dios, de quien quería hablar especialmente, no puede ser tentado. Por el contrario, los Evangelios de San Mateo y San Lucas tratan especialmente de la generación humana, y San Marcos de la humanidad, que puede ser tentada; por eso San Mateo, San Lucas y San Marcos describieron la tentación del Señor”. Orígenes, In Lucam homil. 29.

[2] “San Lucas, en verdad, no expone las tentaciones por este orden: de donde viene la duda acerca de cuál tentación fuese la primera; si le manifestó primero los reinos del mundo y después lo llevó al pináculo del templo, o viceversa. En nada afecta a la esencia, puesto que se sabe que todo esto se verificó”, San Agustín, De consensu evangelistarum, 2,16.

[3] En la Catena Aurea, en los comentarios sobre el evangelio de san Mateo, se recoge de la Glosa el siguiente comentario: “Pero lo que dice San Lucas parece más bien como historia y lo que dice San Mateo respecto de estas tentaciones, se refiere a las tentaciones que sufrió Adán”. Des esta apreciación se desprende que aunque hubiera un orden temporal en las tentaciones, es preciso descubrir un orden tropológico que nos permita profundizar mejor en la revelación.