«Non expedit» o por qué hay que reflexionar sobre el voto en Cataluña

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Puerta Pía, última defensa de los Estados Pontificios

Non expedit (“No conviene”) es una expresión latina que la Santa  Sede utilizó por primera vez en 1868 por boca, o mejor dicho puño, de Pío IX. Con esta fórmula de prohibía a los católicos italianos que participaran en las elecciones que se celebraban en el incipiente Reino de Italia. Aunque la unificación total de la península itálica aún tardaría más de un año, los Estados Pontificios ya habían sido arrebatados al Papado. La dinastía de los Saboya, masónica y anti-católica, no podía ser aceptada ni por el Papa ni por los católicos. De ahí que la única posición moralmente aceptable fuera no participar en las elecciones políticas de una “nación” construida por las guerras de expansión del Piamonte y alentada por el espíritu revolucionario de Garibaldi.

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San Pío X

La fórmula del non expedit fue mantenida con firmeza por San Pío X, pese a la voluntad de cierto clero (los gérmenes de la democracia cristiana) que deseaban fervientemente constituir un partido católico. Pero el Papa santo se mantuvo firme pues no aceptaba la unificación italiana como un hecho definitivo sino como una imposición artificial. Ante ello, no cabía cooperar participando en el juego político que no dejaba de ser una una trampa para acomodar las conciencias católicas a un sistema revolucionario. La excusa de los desobedientes democristianos era la “utilidad” del voto como arma de los católicos para mantener sus principios. En España pasó algo muy parecido. Una parte ingente de católicos intransigentes, desde la restauración de 1876 tampoco participaron en política pues no aceptaban la legitimidad de una monarquía constitucional que aceptaba la herejía formal de que el principio de autoridad deriva de la soberanía del Pueblo. Sin embargo, la diferencia respecto a Italia es que muchos obispos españoles trataron de involucrar a los católicos españoles en el partido conservador canovista. Para ello Pidal se inventó su famosa Unión Católica, aunque fracasó pues carlistas e integristas no cayeron en la trampa del “voto útil” contra conciencia.

La excusa de los desobedientes democristianos era la “utilidad” del voto como arma de los católicos para mantener sus principios. 

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Don Luigi Sturzo

En Italia, hasta los pactos lateranenses con Musolini, Pío XI no consiguió un acuerdo aceptable para la Iglesia y cesó el non expedit. No obstante, anteriormente, durante el pontificado de Benedicto XV, el sacerdote don Luigi Sturzo fundó el Partido Popular Italiano. Corría el año 1919. Las convulsiones del momento, la aparición del fascismo, la II Guerra Mundial, la finiquitación política del fascismo y la posterior hegemonía comunista, llevó a que los católicos se lanzaran en manos de una Democracia Cristiana de la que los pontífices desconfiaban que pudieran representar políticamente al pueblo católico. A la postre, y con el paso de las décadas, muchos de los diputados democristianos acabaron votando en 1974 a favor del divorcio, y años más tarde del aborto. Este fue el resultado real y determinante del “voto útil”. El voto verdaderamente católico se encontró huérfano tras caerse la máscara a la Democracia cristiana y de ahí no hemos salido. Por cierto, la fundación del Partido Popular Italiano fue recibida con entusiasmo por Antonio Gramsci. En 1920 escribía en el L´Ordine Nuovo que: “la constitución del Partido Popular equivale por importancia a la Reforma Alemana, es la explosión inconsciente irresistible de la Reforma italiana”.  Gramsci era consciente que tras la seducción del voto útil, una vez introducidos los católicos en el pantanoso sistema democrático, este iría desgastando los rocosos principios del catolicismo.

Hemos escrito esta previa para entender lo que sienten muchos posibles votantes ante las elecciones autonómicas del próximo jueves 21 de diciembre en Cataluña. La pregunta más escuchada en ambientes católicos y patrióticos estos días es un desesperante: “¿A quién podemos votar?”. Sólo la formulación en plural de esta cuestión ya nos indica el sentimiento de orfandad para muchos catalanes con principios respecto a quién votar. Si atendemos a la totalidad de partidos que se presentan, podemos comprobar que en sus programas marco todos incluyen las grandes directrices del mundialismo: ideología de género (en mayor o menor grado), aborto, regulaciones “bioéticas” sin ningún principio moral. Desde esta perspectiva, ¿es lícito votar a estos partidos aunque juren y perjuren defender la unidad de España (para ellos sinónimo de Constitución). Para entendernos es como si nos dieran a elegir si la ideología de género en las escuelas la enseñen en catalán o puedan administrarla a tus hijos en opción trilingüe.

El voto verdaderamente católico se encontró huérfano tras caerse la máscara a la Democracia cristiana y de ahí no hemos salido.

descarga (3).jpegHemos escuchado argumentos recurrentes sobre el voto útil y la necesidad de ganar al bloque independentista. Y lo sorprendente es que los más apasionados del voto útil, incluyen en el bloque no independentista al PSC y los Comunes, donde su ambigüedad política respecto a la unidad de España es más que patente. Por mucho que los que aún dudan si votar al PP o a Ciudadanos –tapándose la nariz- llegaran a votara cualquiera de estas dos formaciones, esos votos no servirán para mucho. Porque en estas elecciones lo importante no serán los votos que recoge cada partido, sino los pactos posteriores. Y en el hipotético caso que Ciudadanos llegara a ser la formación más votada, la aritmética parlamentaria impedirá que gobierne. Lo más lógico es que ERC maniobre con los Comunes y el PSC para formar un gobierno mínimamente estable. Con apoyos puntuales de la candidatura de Puigdemont podría tirar adelante una legislatura. Por mucho que las locuras de Puidmemont, y su discurso más cupero que convergente, obliguen a ERC a seguirles en la estrategia, la formación republicana está condenada a ser un partido de consenso y moderado.

pp_gaySi esto no lo logran, volveremos a tener elecciones dentro de poco, inestabilidad y las empresas siguiran la senda de la fuga a través de autopistas quebradas. Y que no se engañen en formaciones como Ciudadanos, una parte de los votos que van a recibir es de prestado. Por un lado son de los votantes del PP, hartos del PP, pero que en unas generales volverán a caer en la eterna trampa electoral de: “¡Qué viene la izquierda!”. Una parte de estos votos volverán al redil original. Otra parte de los votos es el que descansa habitualmente en los arcanos de la abstención. Una participación del más del 80% sólo ocurre en circunstancias muy excepcionales, como aconteció tras el 11-M. Pero todos sabemos que esos votos volverán a su lugar natural de reposo.

 

Los que debían templar nuestras ánimas con su magisterio y ejemplo, callan o simplemente han caído en la misma trampa que cayó Don Luigi Sturzo, que arrastró a millones de católicos a debilitar su fe al posponerla ante las “emergencias” políticas.

 

Contra viento y marea, defenderemos que no estamos obligados a votar. En todo caso estamos más que obligados a pensar si debemos votar y, en caso afirmativo, a quién votar. Por eso, por nuestra parte -ante cada nueva convocatoria electoral- acabamos valorando más nuestro voto y por eso casi nunca votamos. Sólo cuando la conciencia lo permite. Ya sabemos, es un principio elemental que la conciencia rija nuestros actos, pero qué difícil es de mantener. Consideramos votar como entregar una parte de tu voluntad, esto es, una potencia del alma para que alguien pueda hacer o deshacer en tu nombre. Visto así, el voto es un acto tan trascendente que no se puede jugar con él. Dice el Evangelio que seremos juzgados hasta de las palabras vanas. ¡Pues no queremos pensar la pena que corresponderá por los votos frívolos! Sabemos que somos pocos los que pensamos así; y conforme a ello decidiremos votar, o no, en la próximas elecciones autonómicas. Sea como sea, será algo meditado y no sometido a los clásicos cantos de sirenas: ¡ahora o nunca!, ¡no podemos quedarnos en casa!, ¡hemos de votar aunque sea con la nariz tapada!, …

PartitoPopolareItalianoEn vez de urgir a votar a la gente contra conciencia, acción a la que dedicará una hora de media cada votante el próximo jueves, preferiríamos que la gente dedicara una hora al día, todos los días de su vida a combatir el nacionalismo. Entonces, quizá, nadie tendría que jugar a quebrar su conciencia por hipotéticas emergencias históricas y electorales. Los que debían templar nuestras ánimas con su magisterio y ejemplo, callan o simplemente han caído en la misma trampa que cayó Don Luigi Sturzo, que arrastró a millones de católicos a debilitar su fe al posponerla ante las “emergencias” políticas. Sus hijos dejaron de creer en la democracia cristiana, pero aún bautizaban a sus hijos y asistían –no todos- pero muchos domingos a la Iglesia. Y los nietos son de los adoctrinados para experimentar con la “construcción de su identidad”, en todos los sentidos. Así es como se produce la debacle de una civilización o una religión que siempre –nos enseña la historia- van a la par. Las civilizaciones y la fe se derrumban sinuosamente sin ser conscientes de ello.

¡Exagerado y pesimista! Pensará más de un lector. Pero sólo podemos argüir que al nivel más íntimo y espiritual, pronunciar el non expedit, es lo único que en estos momentos le da Paz de espíritu a nuestra alma.

2 comentarios en “«Non expedit» o por qué hay que reflexionar sobre el voto en Cataluña

  1. Apresuraron las elecciones para evitar que se constituyera un Frente Patriota electoral. A votar hay que ir y si no te gusta la oferta se vota con el sobre vacío. El voto en blanco molesta más que la abstención propia del pasotismo, si hubiera un 51% de votos en blanco tendrían que repetir las elecciones.
    La asistencia y discurso de José Alsina el 16 de diciembre 2017 en VII Marcha de las Antorchas convocada por ACIMJI en Madrid marca el camino para la formación de un Frente Patriota electoral. Que el acto anual de los Caídos en memoria de Juan Ignacio y este año también por Víctor Lainez asesinado en Zaragoza por llevar unos tirantes con la bandera de España, sea la salida hacia la meta.

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