“Los mitos constituyentes del pancatalanismo”

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“Los mitos constituyentes del pancatalanismo”.

El “pancatalanismo” es una palabra que esconde en el fondo la verdadera estrategia del nacionalismo catalán. Aunque el desprestigio del término, por su connotación imperialista, lo ha llevado a ser sustituido por términos como “Països Catalans”. Curiosamente, el primero que utiliza el término “Països Catalans”, fue un valenciano, Benvigut Oliver, en 1876. Por las obras de este autor se deduce que su connotación era política, sino una referencia a una comunidad meramente lingüística. Por el contrario, el pancatalanismo actual asocia la unidad lingüística a la unidad política, pero ello es fruto de un largo proceso de evolución ideológica. Vamos por tanto a detallar sucintamente estas fases, desde el origen del pancatalanismo a el imperialismo revolucionario que proponen los grupos más extremistas como la CUP.

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Josep Pijoan

Más tarde, aparecería el término “pancatalanismo” por obra y gracia del barcelonés Josep Pijoan Soteras. En un artículo, en el que anunciaba este concepto, planteaba una reivindicación clara de la reconstrucción de la Corona de Aragón, eso sí, bajo hegemonía catalana, pero desvinculada a la comunidad lingüística. Por tanto el Pancatalanismo vendría a ser una continuación del pensamiento republicano federalista que pretendía reconstruir una España republicana federando la vieja corona de Aragón con Castilla. Para ellos, la cuestión lingüística, seguía siendo algo muy secundario.

El catalanismo de Prat de la Riba se plantea entre otras cosas un primer imperialismo sobre la propia península: «O gobernamos en España o nos separamos de España».

El “pancatalanismo” encontró en marco teórico en las obras de Prat de la Riba (Padre del nacionalismo catalán), bajo la tesis del llamado “imperialismo”. A principios del siglo XX, todos los países europeos aspiran a ser “imperios”. Incluso España que acababa de perder Cuba y Filipinas, busca en el norte de África su expansión imperialista. panca4El catalanismo de Prat de la Riba se plantea entre otras cosas un primer imperialismo sobre la propia península: «O gobernamos en España o nos separamos de España». Para él, los catalanes llegarían a ser los «piamonteses de España», destinados a ejercer una dictadura espiritual sobre el resto del Estado español. Ello permitiría, a la postre que España volvería a ser un imperio. Esta tesis es la que se concilia con el iberismo y que muchos catalanistas como Cambó defendieron: había que reconstruir –bajo la fuerza moral de Cataluña, la península ibérica, integrando Portugal en el Estado español.

El nacionalista mallorquín Miquel Oliver i Tolrá, en un escrito titulado «El problema catalán, ¿Particularismo o hegemonía?», claramente en qué consiste el “imperialismo” catalanista. En dicho artículo, Oliver expresa que Cataluña debe imitar la historia de Castilla y ser imperialista. De ahí que deba imponer su hegemonía sobre el resto de los pueblos españoles: «La gran política de Cataluña debe consistir, principalmente, en hacerse grande de una manera integral […] que el brillo de su cultura se imponga con tal fuerza de atracción, que el centro dinámico de los pueblos españoles […] caiga, lentamente, lentamente hacia acá. […] venimos ya obligados a dar continua muestra del distintivo esencial de los fuertes: la benevolencia humana».

Oliver expresa que Cataluña debe imitar la historia de Castilla y ser imperialista. De ahí que deba imponer su hegemonía sobre el resto de los pueblos españoles

Con el tiempo el “imperialismo pancatalanista”, dejó de aspirar a asimilar a toda la Península. Tampoco pretendía la resurrección real de la Corona de Aragón, sino que se limitó a intentar encerrarse en una comunidad lingüística que trascendiera el viejo condado de Barcelona. Desde esta perspectiva lingüística, el término “pancatalanismo” adquirió claramente, en el primer tercio del siglo XX, un sentido mucho más político, gracias a Alfons Maseras un literato emocionado con el poeta filofascista D´Anunzzio. panca2

La plasmación de esta idea aparece en El manifiesto de 1934, firmado por Pompeu Fabra, Joan Corominas, Nicolau d´Olwer, Rovira i Virgili entre otros. En él se avisa de dos errores o desviaciones del catalanismo: “la concepción de nuestra Patria formada únicamente por el territorio de la Generalitat” (porque en el resto no se ha despertado la conciencia nacional); y un segundo error: “y la concepción que da a nuestra patria una extensión excesiva, que nunca ha tenido, proveniente de una confusión de catalanismo con Occitanismo”. Cataluña quedaba definida pues por cuatro grandes “regiones”: “Principado (incluyendo la Franja), Valencia, Baleares y Rosellón”. Para evitar recelos en las regiones mencionadas, se lanzaba un brindis al sol: “No existe ningún peligro de absorción de una región por las otras”.

Joan Fuster servirá para crear un marco teórico para que el marxismo dominante en el marxismo ensayara –a imitación de otros movimientos- un Frente de liberación nacional dels Països Catalans.

Mucho tiempo después, en pleno franquismo, esta idea, prácticamente olvidada, fue recuperada por Joan Fuster en su Nosotros, los valencianos en el que recupera el término de “Països catalans”, en un sentido tanto lingüístico como proyecto de unidad “nacional” política. De ahí la paradoja de defender que las comarcas castellanohablantes de Valencia eran prescindibles. Joan Fuster servirá para crear un marco teórico para que el marxismo dominante en el marxismo ensayara –a imitación de otros movimientos- un Frente de liberación nacional dels Països, que debía redimir a las clases oprimidas. Terra Lliure sería la expresión de esa aspiración. Hoy todas estas tesis siguen manteniendo la estructura ideológica del actual nacionalismo y solo buscan la destrucción de las tradiciones de los viejos reinos y principados de la Corona de Aragón.

Sinopsis de la comunicación presentada en el  III Congreso de Catalanidad Hispánica, Tortosa 11 julio 2011. Publicado en Reino de Valencia, nº 101, septiembre/octubre 2016.

Javier Barraycoa

 

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