Estructura y psicología de las tentaciones (5): La Segunda tentación o la falsa Redención

1.- Estructura y psicología de las tentaciones (1) Introducción

2.- Estructura y psicología de las tentaciones (2): Las tentaciones de Cristo, síntesis de la historia de la humanidad

3.- Estructura y psicología de las tentaciones (3): Los lugares de las tentaciones y su significado

 

4.- Estructura y psicología de las tentaciones (4): La Primera tentación o primer falso mesianismo.

Estructura y psicología de las tentaciones (5): La Segunda tentación o la falsa Redención

.-La segunda tentación

Pasada la tentación carnal de satisfacer el deseo del hombre, no en la eternidad, sino en el bienestar material, el Diablo se dirige al espíritu. Al Diablo le es impedido reconocer en Jesús al Hijo de Dios, por eso lo aborda como a cualquier otro hombre: a través del orgullo y del egoísmo y con el concurso de nuevas falacias. En este caso, el argumento tácito que se esconde en la tentación del pináculo es que la religión consiste en abajarse a las masas y no en elevarlas. Las almas son demasiado simples y vulgares –piensa el Diablo- para merecer misterios insondables, les basta señales visibles para mover su fe. Una fe sensible, debe sustituir a la fe como virtud sobrenatural.

PIN1.jpgEl Diablo, tienta a Jesús a que se lance de arriba a abajo (un simulacro de la Encarnación, el Verbo que se abaja para tomar carne). Pero este abajamiento o lanzamiento desde el pináculo nunca sería sacrificio real, pues Jesús –si es Hijo de Dios- debería ser rescatado por los ángeles. Ellos no podrían permitir –en la lógica del Diablo y de los hombres- su muerte. Esta es la Redención incruenta que propone el Diablo, una mera demostración taumatúrgica para despertar admiración en las masas. En cambio, el camino escogido por Jesús es el de la cruz. En la Cruz, Cristo se abaja en su Divinidad, pero se alza su cuerpo. No se lanza hacia abajo, sino que es elevado –sacrificialmente- en la Cruz; y elevándose atrae a sí a todos los hombres, elevándolos. Elevándose Cristo permite la elevación de la humanidad caída. No se dirige a las masas, sino que las reclama para sí.

Otra dimensión de esta segunda tentación es el intento de que Jesús caiga en la vana gloria. El lugar de la tentación, como dijimos, era el sitio donde los doctores de la Ley se vanagloriaban de su saber. Un saber que no liberaba al pueblo sino que lo esclavizaba. El Demonio tiene la intuición de que Cristo es un gran Doctor de la Ley (lo contempló cuando se escapó de sus padres y lo encontraron discutiendo con los doctores de entonces). Pero el saber es racionalidad, es algo demasiado humano, cualquier hombre podría llegar a altas formas de conocimiento y vanagloriarse en ello. Lanzarse del Pináculo es “convencer” a las masas abandonando su función de Maestro. Simplemente Jesús debe dejar que (no él, sino) los ángeles hagan un milagro. Prometiéndole que la gloria y alabanza del pueblo recaerán sobré y también la vanagloria.

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Templo de Jerusalén

La glosa de la Catena Aurea que comenta el pasaje de San Mateo: “Por ello, pues, lo llevó a la cumbre del pináculo, cuando quiso tentarle con la vanagloria, porque la vanagloria había engañado a muchos en la cátedra de los doctores y por ello creyó que colocado Éste en la silla del magisterio, podría engreírse con la vanagloria. Por ello prosigue y dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate al fondo”. Tirarse del pináculo del templo es para satisfacer las necesidades de lo prodigioso y espectacular que tiene el ser humano. El espectáculo que sustituye la espiritualidad y la sobrenaturalidad. Implica además tentar a Dios, buscar la vanagloria, conquistar a los hombres por fascinación u horror. Cristo, a cambio subirá a la montaña a predicar las bienaventuranzas de su reino[1], subirá a la Cruz y, sí, descenderá pero a los infiernos tras su muerte, para abrir los infiernos. La caída cirquense que proponía el Diablo nunca hubiera abierto el infierno por tanto el tesoro de Lucifer.

Fulton J. Sheen comenta la respecto: “La segunda tentación era olvidar la cruz y sustituirla por un despliegue, sin esfuerzo, de poder, que hiciera fácil a todo el mundo creer en él”[2]. En el Evangelio de San Lucas, se recogen las palabras del Maestro: “Esta es una generación perversa que busca una señal” (Lc. 11, 29). Jesús sólo provocando señales portentosas conseguiría que le siguieran multitudes, pero de nada serviría ello si no quisieran la conversión y arrepentimiento. Por eso las masas huyen cuando les habla de comer su cuerpo y beber su sangre, no pueden soportar algo que se escapa a lo primario y elemental como ser curado o alimentado. Cristo, ciertamente, hizo portentos y milagros, pero en eso el mal puede imitarle. Nos dice el texto Sagrado que también el Anticristo vendrá acompañado de grandes señales que engañarán a las gentes. Precisamente Jesús, para purificar estas tentaciones de las masas y sus fascinaciones por los milagros visibles, desaparecía frecuentemente, especialmente cuando le querían proclamar rey porque curaba físicamente o multiplicaba panes (Cf. Jn, 6, 15).

pin3.jpgUn consideración más, entre las muchas que nos propone esta tentación, es que el Diablo intenta dominar a Dios Padre. Si consigue que Cristo se lance desde el Pináculo estará sometiendo la Voluntad de Dios Padre, que se verá obligado a enviar a sus ángeles para proteger a su Hijo. ¡Qué espléndida doble victoria para Lucifer si Jesús caía en la tentación! Y además si Él no se lanza sería una señal de que desconfía de Dios Padre y de que le envíe sus ángeles. Parece que la lógica racional del Diablo ha tendido una trampa perfecta, pero cuando Jesús contesta al Diablo, “No tentarás al Señor tu Dios”, Lucifer no puede discernir si se está refiriendo a Dios Padre o a Dios Hijo.

Quizá la venganza del Diablo llegue en el momento de la Pasión y Crucifixión. La turba pide a Jesús que se abaje, que descienda de la Cruz por sus méritos. Y así lo recoge también la Leyenda del Gran Inquisidor. Este intenta doblegar a Jesús recordándole: “Cuando te dijeron, por mofa:¡Baja de la cruz y creeremos en ti!, no bajaste”. Cristo podía bajar de la Cruz pero no quiso. La Redención se manifestó en su humanidad más desnuda, en el Ecce homo. La turba burlesca le pide –en el fondo- que no sea redimida. No quiere un hombre verdadero (aunque sea Dios verdadero) que le redima. Las burlas ante Cristo crucificado (“Sálvate a ti mismo”) es por que esa masa instintivamente anticrística desea el milagro de las piedras y de los panes y de los ángeles haciendo milagros visibles. Quieren una religión cómoda y fácil; una religión de milagros visibles y hierofanías. Pero, apunta Vilariño: “A Dios no debemos exigirle milagros. Él los hará cuando quiera y le parezca conveniente. No debemos tentarle”[3].

© Javier Barraycoa

NOTAS:

[1] Cf. Papini, o.c., p. 85.

[2] Fulton J. Sheen, o.c., p. 66.

[3] Cf. Remigio Vilariño, o.c., p. 119.

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