Estructura y psicología de las tentaciones (2): Las tentaciones de Cristo, síntesis de la historia de la humanidad

 

gran inquisidor

Cristo tentado por el Gran Inquisidor

1.- Estructura y psicología de las tentaciones:  Introducción

 

2.- Las tentaciones de Cristo, síntesis de la historia de la humanidad

En breves párrafos y versículos, los tres evangelistas mencionados relatan una síntesis de la historia de la humanidad y de la naturaleza del hombre. Cristo en el desierto sufrió tres tentaciones muy específicas que desvelarán todos los deseos lícitos e ilícitos del hombre desde el principio de los tiempos y anuncia cómo terminará la historia en cuanto que combate entre el bien y el mal. Dostoievsky, en su relato, exalta este recóndito momento de la vida de Jesús, como uno de los más apasionantes de la historia de la humanidad.

giordanobruno1El Gran Inquisidor, que va a poner a prueba nuevamente a Jesús, renovando esas tentaciones, elogia la inteligencia que fue capaz de plantearlas: “El Espíritu terrible e inteligente —añade, tras una larga pausa—, el Espíritu de la negación y de la nada, te habló en el desierto, y la Escrituras atestiguan que te `tentó´. No puede concebirse nada más profundo que lo que se te dijo en aquellas tres preguntas o, para emplear el lenguaje de la Escritura, en aquellas tres tentaciones´. ¡Si ha habido algún milagro auténtico, evidente, ha sido el de las tres tentaciones! ¡El hecho de que tales preguntas hayan podido brotar de unos labios, es ya, por sí solo, un milagro! Supongamos que hubieran sido borradas del libro, que hubiera que inventarlas, que forjárselas de nuevo. Supongamos que, con ese objeto, se reuniesen todos los sabios de la tierra, los hombres de Estado, los príncipes de la Iglesia, los filósofos, los poetas, y que se les dijese: Inventad tres preguntas que no sólo correspondan a la grandeza del momento, sino que contengan, en su triple interrogación, toda la historia de la Humanidad futura.

Y el Gran Inquisidor prosigue: “¿crees que esa asamblea de todas las grandes inteligencias terrestres podría forjarse algo tan alto, tan formidable como las tres preguntas del inteligente y poderoso Espíritu? Esas tres preguntas, por sí solas, demuestran que quien te habló aquel día no era un espíritu humano, contingente, sino el Espíritu Eterno, Absoluto. Toda la historia ulterior de la Humanidad está predicha y condensada en ellas; son las tres formas en que se concretan todas las contradicciones de la historia de nuestra especie. Esto, entonces, aún no era evidente, el porvenir era aún desconocido; pero han pasado quince siglos y vemos que todo estaba previsto en la Triple Interrogación, que es nuestra historia. ¿Quién tenía razón, di? ¿Tú o quien te interrogó? …”.

Joseph Ratzinger, en su Jesús de Nazaret, editado siendo ya Papa, relaciona también las tentaciones de Jesús y su estancia en el desierto con la historia de la humanidad. Cristo, cuan nuevo Adán, permitirá el combate con el Diablo y le derrotará, conciliando finalmente la naturaleza quebrada por el pecado. Siguiendo la teología paulina, afirma que donde fracasó el primer hombre, Adán, Cristo va a triunfar. Cristo se presenta como tipo de Adán. Si con el pecado de Adán cayó toda la humanidad, Jesús quiere ahora demostrar que es posible la salvación para toda la humanidad que lo desee y esté dispuesta a resistir las tentaciones diabólicas.

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Cristo rodeado de ángeles y fieras en el desierto

Ratzinger, expone que “El descenso de Jesús a los infiernos del que habla el Credo, no sólo se realiza en su muerte, sino que siempre forma parte de su camino: debe acoger toda la historia desde sus comienzos –desde Adán- recorrerla y sufrirla hasta el fondo, para transformarla”[1]. Benedicto XVI remarca la idea de que este momento de la vida de Jesús mantiene un paralelismo no accidental con la figura de Adán: “vivía entre fieras salvajes” y “los ángeles le servían”, tal y como nos relata el evangelista Marcos al relatar las tentaciones en el desierto. Este breve relato puede interpretarse así: antes de la caída de Adán la naturaleza no estaba herida y tras el triunfo mesiánico de Jesús, con la venida de su reino se cumplirá lo que el profeta anuncia: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito”. Papini, señala que en Él se reconcilian lo celestial y lo animal; todo queda reconciliado: “el hombre es una bestia que ha de convertirse en Ángel”[2].

Enseguida veremos que el desierto es metáfora y tipo de muchas realidades: los cuarenta años del desierto de Israel, la huida a Egipto de la Sagrada Familia por el desierto, etc. Es una metáfora de una experiencia por la que hemos pasar todos los viadores; es en el “desierto” donde seremos tentados. Y por tanto también es una metáfora de la historia de la humanidad. Por eso varios santos Padres lucubraron sobre la numerología de los cuarenta días y cuarenta noches que Cristo ayunó. Casi todos aquellos que lo interpretan recurren al mismo esquema: cuatro son los puntos cardinales que engloban la tierra y diez los mandamientos del Señor. Su multiplicación daría lugar a 40 que representan la historia de la humanidad[3].

Miguel Angel - Serpiente Paraíso.jpgSan Gregorio Magno constata que las tres tentaciones que sufre Cristo son análogas a las sufridas en el Paraíso: “Pero si observamos el orden de la tentación, veremos con cuánta magnanimidad somos liberados de la tentación. El enemigo antiguo tentó al primer hombre por la gula, cuando le instó a que comiese de la fruta prohibida; y por la vanagloria, cuando le dijo: «Conoceréis el bien y el mal«. La avaricia, no sólo es propia del dinero, sino también de la elevación cuando se ambiciona con exceso los honores. Del mismo modo que rindió al primer hombre, sucumbió el demonio cuando tentó al segundo. Lo tienta por la gula, cuando dice: «Di que estas piedras se conviertan en pan». Por la vanagloria, cuando dice: «Si eres hijo de Dios, arrójate». Por la avaricia y la ambición, cuando le manifiesta todos los reinos del mundo: «Todo esto te daré».[4]

Igualmente todos los hombres pasarán por tentaciones semejantes, San Ambrosio sentencia: “Sabemos que el Diablo emplea tres armas para herir el alma del hombre: la gula, la vanagloria y la ambición. Empieza por aquella con que había ya vencido (esto es, a Adán). Aprendamos, pues, a evitar la gula, a evitar la sensualidad, porque es dardo del diablo. Pero ¿qué quiere decir con esta frase: «Si eres Hijo de Dios», sino que sabía que el Hijo de Dios había de venir, mas no pensaba que vendría con esta enfermedad natural? Explora y tienta. Dice que le cree Dios, e intenta burlarse de un hombre”.

 jesusdesierto¿Qué diferencia las tentaciones de Cristo a las tentaciones que sufren los hombres? En principio ninguna ya que Cristo quiso ser tentado en cuanto que hombre. Por eso, el ayuno de Jesús es como el de Moisés (Éxodo, 34, 28) , y el de Elías (I Reyes, 19, 8)[5]. Es esos pasajes del Antiguo testamento se menciona un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches. Tradicionalmente el ayuno judío era durante el día y por la noche se podía comer. Algunos Santos Padres mencionan que Jesús pudo ayunar más, pero no quiso aparecer ante el Diablo como más extraordinario que Moisés y los Profetas o como el Hijo de Dios. Ante todo momento Cristo ocultó su divinidad a Satanás. Como veremos, en la primera tentación Cristo es provocado exteriormente como Adán (por un fruto o un bien material). Cristo, al no caer en la tentación, sólo podía continuar siendo tentado exteriormente con bienes o seducciones externas. Al Diablo no le estaba permitido penetrar en su conciencia. En cambio Adán, tras la caída, pudo ser tentado por principios internos; y con él todos los hombres podemos ser tentados tanto por principios externos como internos.

© Javier Barraycoa

NOTAS:

[1] Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros, Madrid, 2008, p. 46.

[2] Giovanni Papini, Historia de Cristo, Fax, Madrid, 1932, p. 81.

[3] “Este número es el símbolo de esta laboriosa vida, durante la cual, conducidos por Cristo nuestro Rey, luchamos contra el diablo. Este número significa la vida temporal. En efecto, el tiempo de los años se divide en cuatro estaciones. Además, cuarenta contiene cuatro veces diez, y estos diez consuman su número multiplicándose desde el uno al cuatro, lo cual nos muestra que el ayuno de cuarenta días (esto es, la humillación del alma) fue consagrado en la Ley y los Profetas por Moisés y Elías, y en el Evangelio por el ayuno del mismo Señor”. San Agustín, de Cons. Evang., lib. 2, cap. 4.

“No sólo Jesucristo fue llevado por el Espíritu al desierto, sino que también lo son todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No se contentan con vivir ociosos, sino que el Espíritu Santo los insta para que emprendan alguna gran obra, lo cual equivale a ir al desierto a buscar al demonio, porque no hay injusticia allí, donde el diablo no se complace. Todo el bien existe fuera de la carne y fuera del mundo, porque el bien es superior a la carne y al mundo. Todos los hijos de Dios salen, pues, a tal desierto para ser tentados; por ejemplo: si te has propuesto no casarte, te lleva el Espíritu al desierto, esto es, más allá de los límites de la carne y del mundo, para que seas tentado por la concupiscencia de la carne. ¿Cómo puede ser tentado por la lujuria, el que todo el día está con su mujer? Pero debemos saber, que los verdaderos hijos de Dios, no son tentados por el demonio si no salen al desierto. Pero, los hijos del diablo, en la carne y en el mundo, son tentados y obedecen o consienten en la tentación. Así como el hombre de bien no fornica, sino que vive contento con su esposa, así el malo, aunque tenga su mujer, no se contenta con ella; esto se constata por regla general. Los hijos del diablo no salen a buscarlo para que los tiente; ¿qué necesidad tiene de salir a la pelea, quien no desea vencer? Los que son verdaderos hijos de Dios, salen más allá de los límites de la carne a combatir contra el demonio, porque arden en deseos de obtener la victoria. Por ello Jesús salió a buscar al diablo, para ser tentado por él”. Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 5.

[4] San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16, 5.

[5] También Abraham ayunó cuarenta días y noches en su peregrinación al monte Orbe, donde debía sacrificar a su hijo.