Catolicismo político tradicional en la España contemporánea (3): ¿Por qué y cómo hemos llegado hasta aquí?

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Parte 1 y 2 – Introducción y la praxis política católica

 

3. ¿Por qué y cómo hemos llegado hasta aquí?

Se han convertido en lugar común ciertas afirmaciones que en parte son verdaderas, en parte matizables y en parte incompletas. Estas afirmaciones pretenden explicar por qué España es un «caso» particular de Estado moderno «mal construido», con tensiones periféricas, la ausencia –hasta épocas actuales– de una derecha estandarizable con el resto de Europa, etc. Por ejemplo, González Cuevas propone que «el Estado liberal español fue, dado el atraso social y económico del país, un Estado muy débil, incapaz de lograr una efectiva “nacionalización de las masas”»[15].

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Ortega y Gasset

La conocida y ambigua posición de Ortega y Gasset expuesta en España invertebrada, respecto al Estado liberal, es que aquella no se ha consumado por la aparición de los nacionalismos vascos y catalán. Al tratar el tema, Ortega y Gasset no se molesta en explicar su origen, excepto como una cabezonería de unos cuantos catalanes y bizcaitarras[16]. Ese aspecto artificioso (y explicación simplista) del nacionalismo, le sirve de tapadera para no adentrarse verdaderamente en sus orígenes, que bien podrían explicar mejor la invertebración de España[17]. En nuestro texto, intentaremos demostrar que los nacionalismos no hubieran sido posibles sin la influencia y contagio del catolicismo liberal. Éste halló en las zonas más carlistas el enemigo más pertinaz y, por tanto, hubo de encontrar la forma más sutil de desarticularlo. Por tanto, el nacionalismo es un efecto secundario de los fracasos del catolicismo liberal por desplazar un pertinaz catolicismo tradicional encauzado en una causa dinástica tangible.

intentaremos demostrar que los nacionalismos no hubieran sido posibles sin la influencia y contagio del catolicismo liberal.

Por el contrario, Ortega simplifica la cuestión y emite una hipótesis contrafactual como único argumento para defender el ideal de una España vertebrada o, léase, el triunfo del Estado liberal: «Porque no se le dé vueltas: España es una cosa hecha por Castilla, y hay razones para ir sospechando que, en general, sólo las cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral. Más de una vez me he entretenido imaginando qué habría acontecido si, en lugar de hombres de Castilla, hubieran sido encargados, mil años hace, los “unitarios” de ahora, catalanes y vascos, de forjar esta enorme cosa que llamamos España. Yo sospecho que, aplicando sus métodos y dando con sus testas en el yunque, lejos de arribar a la España una, habrían dejado la Península convertida en una pululación de mil cantones».

Ortega no explicita la «culpa» de este fracaso a las guerras carlistas, que han usado muchos de sus discípulos hasta nuestros días. Pero en su obra queda latente. No negamos, antes bien afirmamos, que esta tesis tiene su peso. La persistencia del movimiento contrarrevolucionario que se encarnó en el carlismo, especialmente el catalán[18], sin parangón por su tenacidad y consistencia en el tiempo, no podía menos que afectar a la debilitación del Estado liberal, o mejor dicho a dificultar su implantación centralista. Sin embargo no hemos de caer en el error de la simplificación argumentativa, como muchas veces se ha expresado: los nacionalismos son los viejos carlismos vasco y catalán pero actualizados. Craso error sería pensar esto. El nacionalismo –como ya hemos escrito en otra ocasión– fue el instrumento del liberalismo para «descarlistizar» a las masas populares concentradas en determinadas zonas de España.

El nacionalismo –como ya hemos escrito en otra ocasión– fue el instrumento del liberalismo para «descarlistizar» a las masas populares concentradas en determinadas zonas de España.

Aunque uno no esté de acuerdo con esta tesis, cuya argumentación iremos desgranando, al menos sí convendrá en que no se puede caer en la torpeza de afirmar, como hace Federico Trillo-Figueroa en su prólogo a una edición reciente de España invertebrada, que «ochenta años después de que Ortega escribiera España invertebrada, la España democrática, autonómica, plural y europea que en este libro alentaba, es ya un proyecto sugestivo de vida en común, capaz de albergar a todos los que comportan estos valores para encarar, “vertebrada y en pie” un nuevo siglo»[19]. La simplicidad de la clase política no deja de sorprendernos. Volviendo al problema en cuestión, creemos que es imprescindible plantear un tema que a priori parecerá innecesario, pero del que trataremos de partir en nuestra argumentación. La pregunta, que provocará alguna sonrisa al lector, es si hubo o no un verdadero pensamiento contrarrevolucionario a lo largo del siglo XIX y si se perpetuó en el siglo XX. Ya antecedemos que la respuesta no será fácil y no estará exenta de polémica.

Javier Barraycoa

(Continuará)

NOTAS:

[15] Cfr. Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS, op. cit., pág. 101.

[16] Ortega cae en la trampa del nacionalismo actual que reduce buena parte de su argumentación a una cuestión de sentimientos: «La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás. No le importan las esperanzas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos para auxiliarlos en su afán».

[17] Ortega parte de la idea uniformista de España, sólo rota por la aparición de los nacionalismos: «Uno de los fenómenos más característicos de la vida política española en los últimos veinte años ha sido la aparición de regionalismos, nacionalismos, separatismos; esto es, movimientos de secesión étnica y territorial. ¿Son muchos los españoles que hayan llegado a hacerse cargo de cuál es la verdadera realidad histórica de tales movimientos? Me temo que no. Para la mayor parte de la gente el “nacionalismo” catalán y vasco es un movimiento artificioso que, extraído de la nada, sin causa ni motivos profundos, empieza de pronto unos cuantos años hace. Según esta manera de pensar, Cataluña y Vasconia no eran antes de ese movimiento unidades sociales distintas de Castilla o Andalucía. Era España una masa homogénea, sin discontinuidades cualitativas, sin confines interiores de unas partes con otras. Hablar ahora de regiones, de pueblos diferentes, de Cataluña, de Euzkadi, es cortar con un cuchillo una masa homogénea y tajar cuerpos distintos en lo que era un compacto volumen».

[18] Cfr. Francisco CANALS VIDAL, Catalanismo y Tradición catalana, Barcelona, Scire, 2006.

[19] Federico TRILLO-FIGUEROA, prólogo a España invertebrada de José Ortega y Gasset, Barcelona, Espasa-Calpe, 2002.

 

16 comentarios en “Catolicismo político tradicional en la España contemporánea (3): ¿Por qué y cómo hemos llegado hasta aquí?

  1. Resulta sospechoso y más que sospechoso, que el mismo liberalismo centralizador al principio, fuese después el impulsor primero del cantonalismo y después del separatismo.
    Descarlistizar España fue una tarea iniciada por la jerarquía eclesiástica y terminada por la Dinastía Carlista con la traición de Morentin realizada por Carlos VII. Hasta SMC Carlos VIII no recuperaría el Carlismo su aspecto social y popular.

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  9. Señor Barracoya /
    Estaba yo muy contento, porque me dejasteis que mis palabras de comentario saliesen en esta página.
    No ha pasado un día, vy ya no están.
    Probablemente un miserable giennense afincado en Bilbao, ca quien mejor no creáis palabra, u otro como él, Os habrá puesto el grito en el cielo.

    Estimado Camarada, si así lo quereis:
    De seguir este criterio de censura contra personas y opiniones de nuestro casto campo, que es mucho mayor que el que cada individuo abarca con su mano o con su Blog, los mismos que dicen condenar al liberalismo, lo van haciendo preferible a intentar poner palabra en un blog de quien se autodeclare Carlista. En el océano liberal, aprovechando nosotros descuidos y poca diligencia en reprimir a pequeños, nuestros blogs, barquitas, navegan. En lagos como el Vuestro ha navegado la mía, ya no, de manera que vuelvo al mío, el nuevo lago Ligur, o Ligustino, antaño lleno, hoy el valle desde cuyo suelo hispalense escribo, convencido de que es mejor estar loco, al menos de la locura de la Cruz, que compartir una cordura intransigente con opiniones que existen, son tradicionalistas, y Dios quiere que se nos conozca. No Os reprocho, en primer lugar, que actueis sectariamente contra un hombre, sino que lo hagais contra lo que Dios hace en todos incluido yo, y que, tan inteligente como sois, no Os deis cuenta de ello. Por la boca de los locos e infantes sabrás la verdad que adultos orgullosos no osan ni decir, ni dejar conocer.

    Atentamente

    Ricardo de Perea y González, Presbítero.
    PD.
    Por supuesto no escribo esto para que se publique aquí. Mas, si sigue así lo que sigue así, dejará de seguir así, desde luego en mi lago Ligur, do aparecerá de nuevo mi barquichuela, cargada entonces de nuevo pescado. Os parecerá podrido, pero no, es fresco y venenoso para quien no lo sabe dejar en su casa y cocinar bien.

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  10. << Es texto es bueno, si bien complejo, enrevesado, algo corto en ser explícito, y adolece de cierta ambigüedas en frases capitales que requieren definición, exactitud, sencillez y materia visible de comprensibilidad facil y perfecta para el mayor número de lectores. Tal defecto dió lugar a obstinadas malinterpreraciones, con indeseables consecuencias políticas.
    La frase central, capital y cardial es : "… tendí a mis enemigos la mano en señal de paz, acepté la lucha parlamentaria,…". Que, no implica supuesto lógico de que se atribuya legitimidad alguna de Derecho Político puro y preeminente, al sistema parlamentario liberal lo demuestra el mismo manifiesto, cuando sentencia :" Quiero, pues, una legítima, representación del país en Cortes, sin que me sirva de modelo el proceder frecuente de la revolución con esas Cámaras que apellida Soberanas y que la historia llamará engendros monstruosos de la tiranía." Afirma también que no defiende el despotismo ilustrado.
    De modo que de traición, en ese manifiesto, de SM. Don Carlos VII, nada de nada. Lo declaro siendo integrista. Su Majestad Don Carlos VII hacía cuanto podía para reinar en toda la intensidad y amplitud de sus legítimas facultades regias y del objetivo real de la conquista del Poder Político íntegro de las Españas.
    Si el supremo Don Ramón de Nocedal y Romea, q. e. p. d., presentábase a las votaciones políticas electivas plebiscitarias de estructura obviamente liberal, si se postulaba cual candidato a Diputado en Parlamento liberal, si deseaba el cargo, tomaba oficialmente posesión de él, y lo ejercía con los mejores discursos que en ese chamizo tabernario liberal se hayan pronunciado jamás, ¿Acaso el Señor Nocedal y Romea aprobó, con su conducta, o ideas, o ambas, el sistema liberal? No, rubricó papeles sobre los que bien desearía escupir, e hízolo de un modo u otro sólo mentalmente; fue a un lugar de la villa y corte matritenses, subió a una tribuna, ejecutó sus piezas oratorias contra toda desviación en política; se sentó donde le dijeron y desde allí votó a favor, o en contra, según pudiese, supiese y quisiese libremente. Eso no es obrar para que se vea bueno lo que no lo es, y se dice que no lo es y cómo. Eso no es actuar para mantener un sistema enemigo, total o parcial. Eso, Señores correligionarios camaradas súbditos de Cristo Rey, Nuestro Dios y Señor, es luchar contra Leviatán, desde fuera y dentro de sus entrañas.

    El Canín de Santo Domingo de Guzmán, Pbr°..

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  11. Erudito y apreciado Señor Barraycoa:
    El concepto de «Catolicismo liberal», en el sentido técnico político de ese último adjetivo, es simple y llanamente herético, esencial e insanablemente anticatólico, y solemnemente condenado por la Iglesia, especialmente por los Romanos Pontífices, en todo el concepto de «catolicismo liberal», y en todos los elementos del Liberalismo, incluidos los heterodoxos que se hallan en la Ilustración filosofista o iluminista, y en el Protestantismo, los cuáles también fueron reiteradamente, en su día, condenados con la mayor solemnidad por el Concilio de Trento, los Rumanis Pontífices y los Obispos Católicos, que cada vez más van acercándose a ser sólo los antiguos. Dicho concepto es judicativo. En realidad no es concepto o idea, en el sentido específico escolástico del término, sino un juicio, el de que hay, hubo , o puede haber, es decir, el de que existe, o puede existir un Catolicismo liberal.
    Y ese juicio es herético, así lo proclaman la Santa Sede y la Santa Iglesia verdadera se Dios, y así lo sentencio yo, Sacerdote de nuestro Dios y Redentor Jesucristo y en mi consiguiente calidad de Ministro Público de la Iglesia Católica, predicando que aquella expresión, aquel pensamiento judicativo, es, con absoluta certeza, herejía. Quien afirme que haya existido, exista, o pueda haber existido o existir Catolicismo liberal no es católico, y, si persiste en afirmar lo contrario de lo que ahora solemnemente predico, es criminal hereje, a todos los efectos, y excomulgado. Su delito de herejía habría llevado al autor, caso de obstinación en dicho crimen canónico y estatal, durante el apogeo de nuestro Santo Oficio, a la justa pena de hoguera.
    Procuro suponer que Vd. no cree que el Catolicismo pueda ser liberal, o que pueda haber uno liberal, pero tal posición presunta no se índice, ni se deduce, del escrito serial que aquí comento. SS. Pío XII prohibió que se pusieran adjetivos al concepto y palabra «Catolicismo», cosa que hay que entender bien, pues no creo se refiriese a que no se pueda decir que hubo un Catolicismo antiguo, y hay un Catolicismo hodierno, uno en que todavía no se había declarado nuevos dogmas de Fe, y otro ulterior en que sí. Pero no son dos Catolicismos esencialmente distintos, sino uno solo, no constituyen dos especies distintas del género Catolicismo, a la vez genérico y uniespecífico en su esencia.
    Recuerde el Syllabus y el título del famoso libro del Padre Sardá y Selva y «El Liberalismo es Pecado», y lo es, pecado mortal y se los más graves y pestíferos. Sostener que no es pecado no sólo se opone a la Fe Católica, sino también a su Moral Fundamental esencial, que es la del Santo Evangelio de nuestro Dios y Señor Jesucristo.
    Atentamente Ricardo de Perea y González, Presbítero.

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  12. Corregido de erratas :

    Erudito y apreciado Señor Barraycoa:

    El concepto de “Catolicismo liberal”, en el sentido técnico político de ese último adjetivo, es simple y llanamente herético, esencial e insanablemente anticatólico, y solemnemente condenado por la Iglesia, especialmente por los Romanos Pontífices, en todo el concepto de “catolicismo liberal”, y en todos los elementos del Liberalismo, incluidos los heterodoxos que se hallan en la Ilustración filosofista o iluminista, y en el Protestantismo, los cuáles también fueron reiteradamente, en su día, condenados con la mayor solemnidad por el Concilio de Trento, los Romanos Pontífices y los Obispos Católicos, que cada vez más van acercándose a ser sólo los antiguos. Dicho concepto, de «Catolicismo liberal», es judicativo. En realidad no es concepto o idea, en el sentido específico escolástico del término, sino un juicio, el de que hay, hubo , o puede haber, es decir, el de que existe, o puede existir un Catolicismo liberal.
    Y ese juicio es herético, así lo proclaman la Santa Sede y la Santa Iglesia verdadera se Dios, y así lo sentencio yo, Sacerdote de nuestro Dios y Redentor Jesucristo, y en mi consiguiente calidad de Ministro Público de la Iglesia Católica, predicando que aquella expresión, aquel pensamiento judicativo, es, con absoluta certeza, herejía. Quien afirme que haya existido, exista, o pueda haber existido o existir Catolicismo liberal no es católico, y, si persiste en afirmar lo contrario de lo que ahora solemnemente predico, es criminal hereje, a todos los efectos, y excomulgado. Su delito de herejía habría llevado al autor, caso de obstinación en dicho crimen canónico y estatal, durante el apogeo de nuestro Santo Oficio, a la justa pena de hoguera.
    Procuro suponer que Vd. no cree que el Catolicismo pueda ser liberal, o que pueda haber uno liberal, pero tal posición presunta no se induce, ni se deduce, del escrito serial que aquí comento. SS. Pío XII prohibió que se pusieran adjetivos al concepto y palabra “Catolicismo”, cosa que hay que entender bien, pues no creo se refiriese a que no se pueda decir que hubo un Catolicismo antiguo, y hay un Catolicismo hodierno, uno en que todavía no se había declarado nuevos dogmas de Fe, y otro ulterior en que sí. Pero no son dos Catolicismos esencialmente distintos, sino uno solo, no constituyen dos especies distintas del género Catolicismo, a la vez genérico y uniespecífico en su esencia.
    Recuerde el Syllabus y el título del famoso libro del Padre Sardá y Selvany “El Liberalismo es Pecado”, y lo es, pecado mortal y de los más graves y pestíferos. Sostener que no es pecado no sólo se opone a la Fe Católica, sino también a su Moral Fundamental esencial, que es la del Santo Evangelio de nuestro Dios y Señor Jesucristo.
    Atentamente Ricardo de Perea y González, Presbítero.

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