LA FIESTA DE LA HISPANIDAD (2): de la desmitificación de la izquierda, a la búsqueda de la identidad

 

LA FIESTA DE LA HISPANIDAD (1): Los conflictivos orígenes

LA FIESTA DE LA HISPANIDAD (2): de la desmitificación de la izquierda, a la búsqueda de la identidad

A Eduardo García Nielfa, y otros, se le sumaran periodistas procedentes de la izquierda que intentarán –ante el peligro evidente y la fuerza del concepto-, monopolizar la palabra Hispanidad para convertirla en un instrumento desmitificador. Más concretamente nos referimos al socialista Luis Araquistain y al liberal Dionisio Pérez, como nuevos propagadores del término (a través de diarios muy influyentes como El Sol y La Voz). En un principio en sus artículos, cuando se refieren a la Hispanidad prima el concepto racial, tal y como se entendía en la época como modernidad científica). Por ejemplo, Luis Araquistain escribe: “Que Puerto Rico conserve su hispanidad o la pierda depende en mucho de que se restablezca la emigración de españoles a esta isla”[1]. O también se relaciona con el folklorismo, por ejemplo, se lee en un artículo de Dionisio Pérez: “Así veis esta flor delicada, que lleva el nombre de Eugenia de Guzmán, simbolizando la hispanidad en su traje andaluz, cruzando a caballo la agreste serranía donde había de encontrar Próspero Mérimée a Carmen…”[2].

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Coronación de la Virgen de Guadalupe como Reina de las Españas y de la Hispanidad

Este sentir hispano relacionado con lo tangible, racial o cultural, se fue politizando en estos periodistas, en la misma medida que hombres como el Obispo Zacarías de Vizcarra Arana, en 1926, recuperaron el término para darle un carácter profundamente trascendente a la vez que cultural y político; asociando la labor civilizadora de España con el catolicismo. De ahí que en periodistas como los que hemos señalado, a partir de 1927, quisieran monopolizar el término dándole un carácter a-religioso o liberal. Por ejemplo Dionisio Pérez, en 1928 afirma que José Martí (masón y traidor a España) era el paradigma de la hispanidad, llegando a hablar de: “La hispanidad gloriosa de José Martí”[3]. O Luis Araquistain, en 1927 desde las páginas de El Sol defendía que: “Necesitamos un hispanoamericanismo liberal, por contraposición a ese otro hispanoamericanismo conservador”[4]. Para escándalo de liberales y masones, la idea de Hispanidad perdió fuerza en cuanto “constructo” liberal y laico, y en el ámbito popular se le fue dando un sentido profundamente religioso y trascendental. Culminó este proceso con la coronación, el 12 de octubre de 1928, de la Virgen de Guadalupe como Reina de las Españas y de la Hispanidad. El oficiante fue el Cardenal Segura y asistió al acto Alfonso XIII.

 

el concepto de Hispanidad tiene una carga política muy fuerte denunciando que latinidad, fue introducido para justificar el ansia imperial, económica y cultural, de Francia por América

 

Carabelas de Colón.jpgLa emergencia del concepto Hispanidad asociada a la ”Madre Patria” y a la Religión católica, permitió combatir un término profundamente antihispano que había intentado popularizar desde mediados del siglo XIX los franceses y los afrancesados: latinidad[5] o Latinoamérica. Avelino Gutiérrez, médico español pero asentado en Argentina, escribió un preclaro artículo que se publicó en El Sol, a pesar de estar fechado en Buenos Aires: “Carta abierta a D. José María Salaverría”[6]. En él, el concepto de Hispanidad tiene una carga política muy fuerte denunciando que latinidad, fue introducido para justificar el ansia imperial, económica y cultural, de Francia por América[7]. Recordemos la fracasada aventura de Napoleón III en tierras mexicanas. Avelino Gutiérrez denuncia en su artículo: “Lo que Francia busca [con el concepto de latinidad], lo que Francia quiere con esos halagos fascinadores, no es otra cosa que atraer a la América hispana, entrar en ella, y dominarla en provecho propio. Ese es el sentido oculto, y eso es lo que deben ver los hispanoamericanos y los españoles, y en consecuencia, hacer lo que más convenga a sus intereses. Esa expresión no encierra afecto, ni espíritu de protección: es halago, nada más que halago, y, en el fondo, explotación”[8].

 

La Hispanidad se empieza a celebrar en Madrid: significación política

Cuando ya se llevaba en Barcelona celebrando más de dos décadas la fiesta de la Hispanidad de Barcelona, sería en 1935, cuando el 12 de octubre se celebraría por primera vez en Madrid. Ya estamos inmersos en la República y cada vez que las derechas alcanzan el gobierno, las amenazas revolucionarias agitan a la opinión pública y las calles. Esta celebración en la capital de España se produce durante el breve gobierno de Joaquín Chapapriet. Maeztu pronunció la conferencia sobre la Hispanidad, a la par que salía un artículo firmado por él titulado El día de la Hispanidad, donde se leía: “La conmemoración de la fiesta de la Hispanidad. Con gran brillantez se ha celebrado este año el día de la Hispanidad. Toda España se ha sumado a su conmemoración. Y no solamente en España. En América, ni qué decir. En cuanto al extranjero, allí donde existe un núcleo de españoles se han reunido y han brindado por la raza española”[9]. Por esas fechas ya había visto la luz Defensa de la Hispanidad (1934).

Que llegara a Madrid la celebración de la Hispanidad tan tardíamente, en plena II República, no es casual. España se iba agitando, la generación del 98 sumida en pesimismo y regeneracionismo, buscaba claves para interpretar la profunda crisis de identidad de una sociedad que vio hundirse los restos de su imperio. Maeztu era un vasco, con herencia inglesa, que había ido evolucionando desde un atípico autodidacta liberal hasta el tradicionalismo. El drama de España quedaría visualizado cuando un año después de esa conferencia, Maeztu moriría asesinado en la Guerra Civil. Por tanto, la idea de Hispanidad, que bien podía haberse convertido en un concepto ilustrado y racionalista, acabó encontrando sus defensores que dotaron de un profundo contenido.

 

Que llegara a Madrid la celebración de la Hispanidad tan tardíamente, en plena II República, no es casual. España se iba agitando, la generación del 98 sumida en pesimismo y regeneracionismo, buscaba claves para interpretar la profunda crisis

 

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Ramiro de Maeztu

Las cosas no ocurren por casualidad. Ramiro de Maeztu había conocido a De Vizcarra en Argentina. Había llegado a Buenos Aires como embajador durante el Directorio de primo de Rivera. De ahí arrancó su entusiasmo por la idea de Hispanidad. De hecho, al regreso de España y con el advenimiento de la II República, cuando se buscaba un nombre para la que será la famosa revista Acción Española, Ramiro de Maeztu pensaba en llamarla Hispanidad. Pero se impuso el criterio de Eugenio Vegas Latapié y el Marqués de Quintanar. Por eso, el primer artículo de la revista, el 15 diciembre 1931, se tituló “La Hispanidad”. Con este texto, y sucesivos artículos publicados entre 1932 y 1933, y que recompilados compondrían la famosa Defensa de la Hispanidad (1934). En 1938, en plena guerra civil, sería reeditada varias veces. Ello nos da una muestra de la importancia doctrinal de la obra para la que el tiempo no ha hecho mella y cada vez se vuelve más vigente. 

Como hemos expuesto hasta aquí, el concepto de Hispanidad podía haber tomado muchos derroteros. Hoy, por suerte, sólo se puede tomar el emprendido por Ramiro de Maeztu. Los seguidores de Unamuno y similares, se han apoderado –y atrincherado en el concepto de Latinoamérica que ya de por sí es una devaluación conceptual. A nuestro entender hay unos pocos textos que podríamos considerar casi fundacionales de la doctrina de la Hispanidad que queremos recuperar. Ya nos hemos referido a dos De Vizcarra y Maeztu. Otro texto clave es una conferencia del Cardenal Gomá dictada en Argentina y, por último, unas apreciaciones de García Morente en su obra El Ideal de Hispanidad.

Javier Barraycoa

 

NOTAS:

[1] «Puerto Rico: el drama y sus personajes», El Sol, Madrid, 27 de noviembre de 1926. También en algún editorial de El Sol, se puede leer: “No nos preocuparía este crecimiento de la población italiana en la América, cuya hispanidad creemos que importa mucho a España que se conserve y acreciente, si tras las avalanchas de ligures, sardos, lombardos y toscanos no pretendieran ir otras razas, con mayores elementos económicos, con más invasora y captadora organización y con más decidido amparo de sus Gobiernos”, «Editorial. Emigración de hombres y de dinero», El Sol, Madrid, 12 de noviembre de 1926.

[2] «Estampas de antaño. Eugenia de Guzmán, condesa de Teba», El Sol, Madrid, 5 de febrero de 1927.

[3] “La hispanidad gloriosa de José Martí. […] Fue en el espectáculo de aquella Corte donde Miranda y Bolívar sienten la necesidad de alzarse contra aquel Estado; donde advierten irredimible su tierra natal y desesperanzada de toda justicia, como no se la lograra en la rebelión y en la independencia, esto es, en una nueva hispanidad… […] Así, no fue ardua tarea convencer a todos de la hispanidad de Bolívar, que proclamé yo en La Esfera y en ABC; hispanidad que el Estado español aceptó y consagró con actos oficiales. […] Y Martí sigue siendo español, de espíritu español, empapado de hispanidad, como una esponja absorbe el agua. […] Aceptada por nosotros y proclamada y enaltecida la hispanidad de Martí, no hay suspicacia posible que pueda enturbiar la rectitud del propósito”. «La hispanidad gloriosa de José Martí», La Voz, 5 de noviembre de 1928.)

[4] «Ya es hora de dividir el hispanoamericanismo, de diferenciar un hispanoamericanismo que agrupe, o simplemente alíe en espíritu, a los hombres de España y América que tengan una aspiración afín de libertad en todas las manifestaciones de la vida. Necesitamos un hispanoamericanismo liberal, por contraposición a ese otro hispanoamericanismo conservador o indiferenciado que coloca la idea de hispanidad –como en otro orden la idea de nacionalidad– por encima de nuestras imperfecciones y nuestras miserias, llevándole a adular todo lo que pertenece a nuestra raza, aunque sea falso, inepto, feo o injusto. El hispanoamericanismo liberal debe ser criba de valores y también, en las partes enfermas, escalpelo y cauterio. Y a quien le duela, que se ponga árnica de enmienda. Ni los españoles hemos de pretender que los hispanoamericanos reverencien todo lo nuestro, ni ellos han de soñar que los hombres libres de España admiren todo lo suyo. Y por encima de unos y otros están la verdad y la justicia. Sin que esto excluya el afecto, pero subordinado a la inteligencia crítica.» (Luis Araquistain, «Hacia un nuevo hispanoamericanismo», El Sol, Madrid, 13 de diciembre de 1927.)

[5] Algo parecido ocurrió con el concepto de “Italanidad” para intentar socavar la identidad hispana argentina debido a la fuerte migración italiana.

[6] El Sol, el 20 de abril de 1926.

[7] Recuérdese la «Iniciativa de la América», de Francisco Bilbao en 1856; «Las dos Américas», de José María Torres Caicedo en 1857; la «Carta a Napoleón III», del Conde de Pozos Dulces en 1858.

[8] Sigue el artículo: “A los españoles he querido darles la voz de alerta, significándoles que, detrás de todo, están los trabajos y esfuerzos que hacen para asegurarse el dominio. Si Francia se sirviera sólo de palabras y nosotros contrarrestáramos con hechos esa propaganda, bien pronto le ganaríamos la delantera. Es bien sabido que Francia, al ocuparse de América, no tiene para nada en cuenta la hispanidad, ni la italianidad; ella sola asume toda la representación. Eso es muy natural. No debe causarnos la menor extrañeza. Tiene su explicación psicológica y lógica. Lo hacen todos. Lo haríamos nosotros. Cada cual ensalza las propias virtudes y oculta las del prójimo. Nosotros, españoles, debemos percatarnos del oculto significado, y ver que, detrás de todo eso, van los esfuerzos para el logro de sus fines; esfuerzos que debemos contrarrestar por medios eficaces. A la invocación de latinidad, opongámosle nosotros la de hispanidad; pero no nos limitemos a eso. No opongamos palabras a palabras, o, para mejor decir, hechos a hechos, puesto que ellos se sirven principalmente de hechos. Las expresiones de panamericanismo y latinoamericanismo son frases de simulación y disimulación, de engaño, de lisonja y adulación; aparentan protección y ocultan explotación, y nacen de un principio nacionalista y egoísta que no considero reprobable ni de calidad inferior cuando no falta a otros principios, superiores al principio nacionalista”, «Carta abierta a D. José María Salaverría», El Sol, 20 de abril de 1926.

[9] Hispanidad, nº 2, 1 noviembre 1935, p. 26.

4 comentarios en “LA FIESTA DE LA HISPANIDAD (2): de la desmitificación de la izquierda, a la búsqueda de la identidad

  1. Recomiendo la lectura:
    Lengua y Literatura de la Hispanidad (3 volúmenes).
    Ernesto Giménez Caballero.

    No se porqué se omite en este escrito y otros al más genial hispanista de todos los tiempos.

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