Mientras que la Cataluña interior estaba en guerra civil, una flota anglo-holandesa se presentó ante el puerto de Barcelona (Fruto del pacto de Génova). Éste es un hecho del que casi no se habla, pues los austracistas bombardearon la ciudad sobre la que cayeron más de 6.000 bombas.

Con el castillo de Montjuic tomado, y la flota inglesa bloqueando las comunicaciones por mar, la ciudad estaba prácticamente condenada a sufrir un largo sitio. Es entonces cuando ocurre uno de los hechos más oscuros de la guerra y del que los historiadores catalanistas no quieren saber nada.

Se trata de la extraña muerte del presidente de la Generalidad, partidario de defender a ultranza la causa borbónica en la ciudad, frente a las fuerzas austracistas. Se llamaba Francesc de Valls i Freixe. Durante los bombardeos fue herido en la Casa de los Diputados el día 16 de septiembre.

El Consejo de Ciento (el ayuntamiento que representaba a los intereses de la burguesía austracista) decide dejar sin atención médica al presidente de la Generalidad (autoridad de mayor rango, evidentemente), el cuál muere el día 26 de septiembre. Se señala en los dietarios de la ciudad que muere por «agotamiento».

Pero lo más probable es que le dejaran morir los partidarios austracistas del Consejo de Ciento (el ayuntamiento). Fue como una especie de golpe de Estado encubierto, tras el cual, el mando político pasó de la Generalidad al Ayuntamiento, que sublevaría a una parte de la población contra el virrey (felipista) y lograría la rendición (o entrega) de la ciudad a los austracistas.

Ello permitió el desembarco de Carlos III, el archiduque Carlos, que el 7 de noviembre de 1705 jurará las constituciones catalanas (juradas antes por Felipe V) y a continuación convocará las Cortes. Hoy, nadie se acuerda de los miles de catalanes felipistas que debieron abandonar la ciudad de forma humillante y en la ruina y miseria más absolutas.