Las etimologías como senda del conocimiento: etimología de la palabra etimología (1)
Aletheia y Alicia en el país de las maravillas (2)
Verdad, locura y dinero (3)
A nosotros no nos ha llegado la palabra verdad del griego, sino por el latín, veritas. Pero el latín, a su vez es deudor en este caso del proto-indoeuropeo. Aquí sí que encontramos una paradoja: el término veritas se refiere a la “exactitud y el rigor en el decir”. Verum es “lo exacto y completo”. Pero la propia palabra veritas, es demasiado flexible como para encuadrarse en la rectitud que enuncia. Como ya dijimos, el término se forjó con una raíz indoeurpea: el wer o ver -7-. El estudioso Julius Pokorny, al que nos referiremos a lo largo de nuestro excurso, clasificó la raíz wer -11- unida al concepto de verdad, pero también de amistad. Para los estudiosos, de esos que ya casi no existen, en Indogermanisches Etymologisches, en la entrada 2172, página 1165, se recoge: “Root: uwer-11, uver-11; English meaning: friendship; trustworthy, true”. Al igual que en el mundo griego, algo enlaza la verdad con la amistad.
Quizá así entendamos la diferencia entre verum (lo verdadero) y veritas (la verdad). Veritas, según algún experto, hace referencia al decir, no en un sentido meramente enunciativo, sino al sentido narrativo, esto es, al que conecta lo que se dice con quien lo dice. Lo verdadero existe en sí, la verdad necesita de la amistad para ser enunciada y transmitida y esta sólo puede hacerlo desde la amistad.
Si verdad, tiene una raíz proto-indoeuropea, no iba a ser menos la palabra mentir, lo contrario de decir la verdad. Se trata de la raíz men (pensar), que se relaciona con estados mentales y de pensamiento. Por eso las ramas a la que nos lleva esta raíz son inmensas: del men la propia mente, memoria, mnemónico o mnemotécnica, mencionar … Algunas curiosidades o raras casualidades la tenemos en el sustantivo mentor (maestro), que es ni más ni menos que el nombre que tiene el consejero de Telémaco en la Odisea.
En sus derivaciones min, reminiscencia; al evolucionar a mon: monumento, que es lo que nos hace recordar algo; el verbo latino monere (aconsejar, advertir), de ahí amonestar o monitor; monstrare (mostrar, hacer ver o señalar) de la que viene sermón o premonición. Curiosamente entre monstrare y premonición se entrelaza monstruo. El término resulta de una contracción latina de dos palabras: “monstrat futurum”. Todo ser horrible es motivo para interpretar un oráculo de los dioses sobre lo que ha de venir. En cosmos cristiano, el futuro final, el final de los tiempos estará brevemente regido por el peor de los monstruos: el Anticristo.
Mejor parada no sale la versión man: manía (maino en griego, locura, que nos ha proporcionado las siguientes palabras castellanas, manía (sinónimo de locura y no un mero tic), maníaco o manicomio. El minneskein (recordar) griego nos crea una telaraña con amnistía, amnesia, y que acompaña a otros se varios de la mente. Sólo puede mentir un ser inteligente, y la mentira se vuelve contra la propia mente racional, pudiendo alcanzar como máximo desvarío la locura. Por eso participan de la misma raíz indoeuropea las ménades griegas. Estas eran aquellas féminas que participaban en los rituales dionisíacos y tras la práctica de danzas orgiásticas, vestidas de animales, caían en un estado de irracionalidad y frenesí. Todavía hoy el término de ménade se pude utilizar para señalar a la mujer furiosa y frenética.

Diosa griega Mnemosyne
Una extraña ironía nos une a las musas con el dinero. Intuimos que las musas nos pueden llevar a rozar la locura al igual que el desordenado amor al dinero. Pero busquemos los senderos etimológicos que han de unir términos tan aparentemente alejados.
En la mitología romana, Moneta era parte de un título otorgado a dos diosas distintas (al igual que la moneda tiene dos caras, aunque la cosa no va por aquí), sintetizadas en una sola: una era la diosa de la memoria (ahora ya vamos mejor), que era una versión latinizada de su homóloga la diosa griega Mnemosyne y que constituía un epíteto de la diosa Juno (una versión de la diosa griega Hera, la diosa del matrimonio, a la que debemos el nombre del mes de Junio), llamada Juno. Los romanos tenían el templo de Juno Moneta que podría traducirse como “Juno la Avisadora”. Aquí nos atrevemos con alguna broma, este templo de la casamentera avisadora, podría ser una advertencia para los que se iban a casar, o que el mes de Junio nos indica el solsticio en el que los días dejan de alargarse para empezar el declive (algunos viven así el matrimonio). Matromonio nos sorprende con la dichosa evolución de la raíz indoeuropea men que ha iniciado todo este lío. Pero no nos preocupemos, ese monio deriva de munium o cuidado. Nadie se pone de acuerdo, pero muchos piensan que matrimonio vendría a significar “cuidado de la madre”. Aunque también munium puede significar gravamen, con lo cual la cosa ya no queda tan idílica y más si no para de exigir moneda, o se ha de pagar una dote por ella. Pero volvamos a sendas menos imaginativas.

Denario de Juno Moneta
El caso es que junto al tempo de Juno Moneta, se acuñaban los denarios (actualmente dineros) y por extensión, al vil metal se le denominó moneta o, ahora, moneda. ¿Y qué diantres tiene que ver el materialismo del dinero con las musas? (dejando de lado que muchas veces la inspiración se compra con buenos dineros, que se los digan a los negros, esos blancos que escribe para otros). El caso en la diosa Mnemosyne, a la par de ser la diosa de la memoria también era madre la madre de las Musas. Entre la memoria y la musa encontramos un puente de palabras que nos ayudan a superar la dificultad: musa, música, mosaico, museo. Todo ello tiene que ver con la memoria y la evocación del pasado. Música de hecho, vendría a significar en griego el “arte de la musa”, o también las musas se caracterizaban por ser las protectoras de las artes, como los mosaicos que adornaban casas y templos.
© Javier Barraycoa
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