Texto presentado como comunicación en el Congreso Palabra y Comunicación, 2016.
Eimología de la palabra etimología (1)
El motivo de este escrito es una breve reflexión sobre la fuerza del lenguaje, por sí mismo, como camino del conocimiento. Este texto que presentamos, pretende ser un marco de lo que posteriormente –si el tiempo lo permite- se convertirá en un libro-reflexión sobre las etimologías.
Sería ingrato iniciar un excurso de este tipo, sin remitirnos –y valga la hiperredundancia- al origen etimológico de la palabra etimología. Como éste, son muchos los términos latinos heredados directamente del griego. Aunque en el presente caso es un cultismo, una elaboración ad hoc, con tal de acotar una nueva disciplina que nacía hace dos milenios (Chantraine, 1977: 381). El antiguo cultismo ἐτυμολογία está formado por ἐτυμος (etymos, verdadero), λογος (logos, palabra) y el sufijo –ía que crea sustantivos que expresan una relación a algo (acción, cualidad). Agitándose estos elementos, podríamos decir que la etimología es lo «relacionado con la verdad de la palabra». Aunque el término tuvo sus cristalizaciones latinas elegantes como: lexicogenesia (Triana, 1984: 7).
El gramático Melampo, en sus comentarios en el siglo VII a la Tékhne Grammatiké (Ars Grammatica) atribuida a Dionisio de Tracia (siglo I), afirmaba que: “Etimología es la desmembración de las palabras, mediante la cual se aclara la verdad; ἔτυμον, en efecto, se llama lo verdadero […] Luego etimología es como si se dijera ἀληθινολογία (estudio de la verdad), pues las palabras griegas no fueron en su origen dispuestas a cada cosa al azar, sino que mediante el análisis del sentido descubrimos por qué tal cosa se llama de tal modo”.
Este recorrido a la inversa buscando los orígenes de las palabras y su conexión entre ellas, tuvo otro término latino, de la pluma de Ciceron en sus Topica (Tópicos) 8, 35: veriloquium (literalmente verdadera locución o hablar). La verdad parece encontrarse con más facilidad y sin tanto enredo en los principios. El maestro de las etimologías (más de una sacada del bolsillo y con alguna dosis de imaginación) fue san Isidoro de Sevilla. Su tratado Etimologías (Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti), que nadie puso en duda hasta el siglo XVI, trataba de una indagación de las «primeras cosas». Por el contrario, un contemporáneo como Borges, menosprecia el esfuerzo de los etimólogos, aunque le confiere cierto atractivo: “Dadas tales transformaciones del sentido primitivo de las palabras, que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto del origen de una palabra” (Borges, 1989: 150).

Borges
Ciertamente, el tiempo y el espacio son armas de doble filo para el lenguaje: lo modifica, lo deteriora, pero a la vez lo diversifica y lo enriquece. La degradación de las lenguas genera vernáculas que pueden ser riquísimas como las provenzales que disfrutamos ahora. Pero cada nuevo paso, cada nueva palabra, que se conforma para capturar la realidad, se aleja de su origen, del cual, los pueblos que usan su lengua, pierden de vista. Pero a lo contrario de lo que propone el maestro Borges, el recorrido etimológico no deja de sorprender. Y preferimos afirmar que “entendemos la etimología como una forma ancestral y fundamental de pensamiento, que nos lleva a antiguas concepciones sobre el logos” (García, 2001: 456)
Etymos, ya nos adelantamos, abarca inmensidades que prácticamente reúne a los trascendentales. Curiosamente “e” no es ningún prefijo griego, y tymos, no tiene nada que ver con el verbo timar, por suerte (timar, nos llega como verbo por el árabe en su vocablo tamm). Por el contrario tymos, no una palabra sino un mero elemento compositivo, tiene concomitancia con varias acepciones griegas, pero una de ellas timé, que significa estimación, valor u honor. Todos estos sustantivos, aunque no explícitamente, tienen relación con la amistad (recordemos el verbo estimar). Misteriosamente esta relación entre verdad y amistad –como en seguida veremos- se mantiene en otras lenguas.
© Javier Barraycoa
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