La sociedad de masas (y 6): “normalidad” en permanente construcción, reinvención y expansión.

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Parte 1 – Tecnocracia y hombre-masa

Parte 2 – El desarraigo y la desaparición del “homo faber”

Parte 3 –  El “alma” del hombre-masa

Parte 4 – La muerte del lenguaje

Parte 5 – Sublimaciones y resentimientos del hombre-masa.

 

6.- El hombre-masa como “normalidad” en permanente construcción, reinvención y expansión.

sociedad_de_masas_4Alguien sentenciaba: “cuando lo desviado se convierte en normal, toda normalidad es sospechosa de desviación”. Lo malo es cuando lo desviado ya ni siquiera se “normaliza” o “estabiliza” y se nos presenta como una sucesión –incluso contradictoria- de posturas, estéticas, convicciones, sentimientos y acciones. John Seel sugiere que para entender la sociedad de masas hay que aceptar dos proposiciones, para ella: “El yo es indeterminando y cualquier yo es posible”, de tal forma que proceso de autopoiesisdel yo nunca termina. La liquidez, preconizada por Bauman, es sinónimo de la ausencia de forma estable e identidad consolidada.

La plasticidad, concepto usado anteriormente por Kenneth J. Gergen, también nos puede ayudar a comprender el individuo-masa: “Hay poca necesidad de decisión interna y un mismo estilo para todo. Una persona con esas características resulta estrecha, parroquial, inflexible … Ahora celebramos a los seres proteicos[1] … hay que mantenerse en movimiento; la red es vasta, los compromisos son muchos, las expectativas son infinitas, las oportunidades abundan y el tiempo es cada vez más escaso … Es cada vez más difícil recordar con precisión a qué núcleo esencial se debe ser fiel … la personalidad pastiche es un camaleón social, que constantemente  toma prestados fragmentos y partes de identidad de cualquier fuente disponible y los considera útiles”[2]. Sobran palabras.

El hombre-masa, siendo el paradigma del individuo controlado, manipulado y sometido a las más sutiles formas de ingeniería social, necesita sentirse controlador.

consumo1.jpgAnte el resentimiento (que provoca el rechazo de la realidad), la tendencia al individualismo que paradójicamente conduce a confundirse –incluso físicamente- con masas de individuos y ante la angustia de una libertad ateleológica y sin aceptar estructuras de bien donde desarrollarse, el hombre-masa necesita elaborar mecanismos de defensa. En sentido genérico podríamos proponer el “retraimiento” como uno de los principales mecanismos de protección psíquica, pero en un sentido muy especial. Richard Sennett plantea el concepto de “retraimiento” tal y como fuera tomado por autores como Putnam. Este último lo plantea como una forma de “hibernación” y que aleja a los individuos de otras personas con las que no se asemeja o identifica[3]. Sennet, sin embargo, matiza el concepto y lo aborda desde la “sublimación”. Más concretamente se centra en los retraimientos voluntarios que se proponen reducir la ansiedad en el trato con los demás. Dos formas de retraimiento psicológico por sublimación que no son incompatibles con la aglomeración y el contacto entre las masas, son el “narcisismo” y la “autocomplacencia”.

El narcisismo puede ser considerado, entre otras muchas dimensiones, como una expresión del “yo grandioso” que define Heinz Kohut que recoge Sennet: “El `Yo’ llena ahora todo el espacio de la realidad. Una manera de expresar esa grandiosidad es la de sentirse constantemente en posesión del control[4]. El hombre-masa, siendo el paradigma del individuo controlado, manipulado y sometido a las más sutiles formas de ingeniería social, necesita sentirse controlador.  Desea controlar tanto del cuerpo como de los sentimientos. Pero la necesidad de tener el control tiene como efecto perverso el debilitamiento de la cooperación social. Con otras palabras, el individualismo no es un retraimiento físico (aislamiento) sino un retraimiento de la sociabilidad por expansión; esto es, ocupando (incluso invadiendo de forma agresiva desde la perspectiva psicológica) el espacio de otros individuos más débiles.

Narcisismo y complacencia se conjuntan así aparentando –en un autoengaño- que la realidad debe adaptarse a mi individualidad. Esta postura “asocial”, cuando la repiten millones de personas, configuran la sociedad de masas.

512wGytMgXL._SX325_BO1,204,203,200_.jpgPor otro lado, la autocomplacencia, tema que ya fue considerado por Heidegger, “se emparenta con el narcisismo en la espera de que la experiencia confirme un modelo ya familiar o prefigurado de lo que uno debe o quiere ser”[5]. Esta situación más que una imagen de espontaneidad adquiere una forma de “repetición rutinaria”. La autocomplaciencia necesita revestirse de originalidad y distinción, pero en el fondo corresponde a una estandarización de comportamientos y postureos psicológicos. Por ello, afirma Richard Sennnett que: “Este retiro individualizado parece la receta perfecta para la autocomplacencia: uno da por supuestos a quienes se le parecen y simplemente ignoran a los diferente como  en un continuo de espejos de ferias, donde uno puede verse de diferentes formas según le convenga e incluso decidir que el que es reflejado no es él mismo, pues otros son reflejados igual». Se cumple lo que definía Baudrillard sobre el sentido de la “espectacularización” de la vida de los individuos de la sociedad consumista: “La imagen especular representa aquí simbólicamente el sentido de nuestros actos, que componen alrededor de nosotros un mundo a nuestra imagen[6]. Narcisismo y complacencia se conjuntan así aparentando –en un autoengaño- que la realidad debe adaptarse a mi individualidad. Esta postura “asocial”, cuando la repiten millones de personas, configuran la sociedad de masas. En ella, los individuos estereotipados quieren ser diferentes. Lo malo es que todos son igual de diferentes.

Contra lo que manda la tradición en este tipo de aportaciones, no podemos concluir nada de modo definitivo. La materia tratada precisamente lo impide, pues es una sucesión constante de evoluciones y adaptaciones sociales, económicas y psicológicas. La propia definición de sociedad de masas irá cambiando, aunque en el fondo quede siempre un rastro para poder percibir su evolución y tendencias. Y esto es lo que hemos ensayado en este artículo, siguiendo la estela del maestro Juan Vallet de Goytisolo.

Javier Barraycoa

NOTAS

[1] Que cambia de formas o de ideas.

[2] Kenneth J. Gergen, The Satured Self: Dilemmas of Identity in contemporany life, Basic Books, Nueva York, 1991, p. 150. Cf. The Self: death by technology en James Davisos (comp.), The Question of Identity, University of Virginia Press, 1998, pp. 12 y 14.

[3] Podemos entender este proceso de no identificación en relación al concepto opuesto de “neotribalismo” expuesto por Mafessoli.

[4] Richard Sennet, Juntos, rituales, placeres y política de cooperación, Anagrama, Barcelona, 2012, p. 260.

[5] Ibid., p. 264.

[6] Jean Baudrillard, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Siglo XXI, Madrid, 2009, p. 241.

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