La Sociedad de Masas (1): Tecnocracia y hombre-masa

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LIV Encuentro de Amigos de la Ciudad católica

Madrid 22 de abril de 2017

La Sociedad de Masas

Por Javier Barraycoa

 

Releyendo los artículos de Verbo, especialmente los dedicados a la tecnocracia, sorprende encontrar reflexiones de gran alcance que enmarcaron perfectamente hace treinta años las claves para entender lo que ya se anunciaba como la llegada del hombre-masa. El hombre de la sociedad de masas vendría a ser el resultado del triunfo de la tecnocracia. Siendo muy joven, cuando cayó en nuestras manos el libro Sociedad de Masas y Derecho de Juan Vallet de Goytisolo, se nos escapó la trascendencia del mismo. Para un jurista de su prestigio parecía una frivolidad querer adentrarse en el ámbito de la sociología. Sin embargo, los años y la experiencia han descubierto cómo este ámbito de reflexión era fundamental para la obra de Vallet. ¿Cómo fundamentar o comprender los cambios del derecho en una sociedad fluctuante que se empezaba a regir por códigos y dinámicas hasta ahora prácticamente desconocidos. En el fondo la sociedad de masas, si se instalara en su plenitud, de-construiría todo marco jurídico estable, incluso el positivo y el subjetivista. Ciertamente, en el ámbito del análisis sociológico se ha avanzado muchísimo a la hora de, como mínimo, describir los epofenómenos de la sociedad de masas. El motivo de este texto es recoger el marco re reflexión de Vallet de Goytisolo al respecto, y poder completarlo con los considerandos más recientes de los que disponemos.

1.- Tecnocracia y hombre-masa

Unknown1En un artículo de Verbo, titulado La masificación de la cultura, Vallet citaba a   Benjamin Constant para ilustrar lo que era la esencia de la sociedad de masas, en cuanto cuerpo social abocado a la muerte: La variedad es la vida, la uniformidad es la muerte”. No obstante, esta descripción, siendo verdadera, hoy puede ser confusa si no tenemos en cuenta alguna consideración. Antes de la llegada de la modernidad tardía y su descripción como una sociedad líquida, magníficamente conceptualizada por Bauman, el paradigma dominante para pensar el hombre-masa era el de Ortega y Gasset, antecedido por La psicología de las masas, de Gustav Le Bon. En nuestro imaginario colectivo el hombre masa quedaría identificado como una masa uniforme –como señalaba Benjamin Constant- al estilo de los regueros de obreros uniformados y cabizbajos de la película Metrópoli. Sin embargo, la percepción sociológica actual de una sociedad de masas se parecería más a una happy-mani (en referencia a las muchedumbres anárquicas que se lanzan a comprar en las rebajas). La versión falsificada de la variedad en la actual sociedad de masas, es una de las condiciones de su asentamiento.

Las premoniciones de Ortega eran un primer esbozo de lo que el capitalismo y el comunismo, por diferentes caminos, intentaban producir. El hombre-masa no hubiera sido posible sin un previo desarraigo artificial y revolucionario de la población de su mundo rural que permitió el arranque de la revolución industrial[1]; e igualmente se alcanzó por el cumplimiento de la profecía saintsimoniana[2] según la cual los industriales o tecnócratas (por encima de los políticos) debían alcanzar la cima del poder social para lograr una sociedad perfecta y redimida de sus males intrínsecos.

Sin embargo, la percepción sociológica actual de una sociedad de masas se parecería más a una happy-mani (en referencia a las muchedumbres anárquicas que se lanzan a comprar en las rebajas)

sociedad-consumo-sociedad-o-sumatoria-individ-T-DWHT9N.jpgLa tecnocracia, como estructura de poder del primer capitalismo que ha conseguido perpetuarse hasta nuestros días, puede ser considerada de muchas maneras. Pero nos centraremos en la revolución que supuso para con el cambio de la relación del hombre con la naturaleza. Al decir de Claudio Finzi, con el dominio de la técnica sobre el hombre se pierde el sentido de la realidad y: “la mente humana crea un mundo ficticio, de `ideas´ que no tienen ningún fundamento alguno en la naturaleza. La misma naturaleza  carece de significado sustituida también ella por algo artificial”. La creación del imaginario de una “naturaleza” artificiosa permite explicar por qué la “ecología” –en cuando idea fuerte posmoderna- es la derivación lógica de la tecnocracia.

La tecnocracia exige la interpretación imaginara de la naturaleza como mera racionalidad del cosmos, y del hombre como mera parte de él, expresados en la cuantificación, racionalización y planificación para un fin último: el aprovechamiento utilitario y económico (y en esto coinciden nuevamente comunismo y capitalismo). De ahí que los términos eficiencia o excelencia (eufemismos de rentabilidad y ganancia) sustituyan al de la dignidad personal. La multiplicación hasta el hartazgo de libros de gestión para ejecutivos (en su mayoría rozando el infantilismo) y ofreciendo directrices para liderar las empresas, esconde el fracaso del pensamiento económico centrado verdaderamente en la persona. Al perder la noción teleológica de la economía, nadie sabe qué hacer con ella, excepto los que han diseñado el sistema.

La tecnocracia exige la interpretación imaginara de la naturaleza como mera racionalidad del cosmos, y del hombre como mera parte de él, expresados en la cuantificación, racionalización y planificación para un fin último: el aprovechamiento utilitario y económico

Unknown.jpgDaniel Bell, al escribir un tratado premonitorio de la modernidad tardía, o denominada por él la sociedad posindustrial, nos advertía de tres transformaciones en la dimensión relacional del hombre con la realidad: “Durante la mayor parte de la historia humana, la realidad era la naturaleza y por ello en la poesía y la imaginación los hombres trataban de vincular el ego individual al mundo natural. Luego la realidad fue la técnica, los instrumentos y objetos hechos por el hombre aunque con una independencia fuera de él, el mundo reificado. Ahora la realidad es ante todo un mundo social … experimentado a través de la conciencia recíproca de uno mismo y de los otros. La sociedad misma se convierte en una trama de conciencia, en una forma de imaginación a realizar como construcción social … hoy es posible rechazar o liberar a los hombres, condicionar sus conductas o alterar su conciencia. Las limitaciones del pasado desaparecen con el fin de la naturaleza y de los objetos”[3].

Este texto debe ser meditado por su alcance y como medio de comprender que la tecnocracia nunca ha sido un fin sino un medio. Por culpa de ellaella el hombre se desarraiga del cosmos (en cuanto verdadera naturaleza) y de la sociedad (en cuanto que verdadera comunidad). Por ello, el hombre debe “construir” las relaciones -ya muertas- en vanos intentos de sustitución que acaban en artificialidad y suplantación. Nunca hubiera emergido la sociedad de masas sin un previo desarraigo ontológico que debemos analizar en profundidad, pues este desarraigo posibilita la institucionalización de la inmanencia y la alienación.

la alienación se produce no en la fase de producción sino por la interiorización de los significados atribuidos al consumo de objetos.

images.jpgBaudrillard anunciaba que la sociedad de consumo representa el triunfo de la era de la alienación radical. Esta crítica se ha extendido tanto que ha llegado a extremos vulgarizantes. No obstante, lo que propone Baudrillard es más profundo: la alienación que se produce no lo es en un sentido clásico materialista, reducido a un mero sentido de producción material, sino que su lógica se extiende “también a la cultura en su conjunto, la sexualidad, las relaciones humanas, hasta las fantasías y las pulsiones individuales”[4]. El consumo no es prometeico, esto es, una proyección o sublimación de un afán de rebelión, superación o culminación de un trabajo o esfuerzo.

Por el contrario es un proceso de absorción de signos y de absorción por obra de los signos. Con otras palabras, la alienación se produce no en la fase de producción sino por la interiorización de los significados atribuidos al consumo de objetos. Se logra así, como describe Marcuse, el fin de la trascendencia:en el proceso generalizado del consumo, ya no hay alma, ni sombra, ni doble, ni imagen en el sentido especular … no más trascendencia, no más finalidad, … sólo hay emisión y recepción de signos y, en esa combinación y ése cálculo de signos el ser individual queda abolido[5]. Tratemos pues de desentrañar lo que implica el aparentemente simple concepto de desarraigo.

Javier Barraycoa

NOTAS

[1] Al menos en el caso de España es evidente la correlación entre desamortizaciones eclesiásticas y de tierras comunales con el inicio de las migraciones a las ciudades y la posibilidad de tener masas obraras en condiciones de desarraigo, por tanto de precariedad. Las propias desamortizaciones favorecieron la creación de una oligarquía liberal que se benefició de las mismas.

[2] Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon fue uno de los padres del llamado “socialismo utópico”. Las obras de Saint-Simon plantean acabar con la «anarquía» capitalista sustituyéndola por un nuevo sistema dirigido por los científicos y por los «industriales» que sustituirían a los «incapaces»: curas, nobles y explotadores. Saint-Simon, entró en barrena cayendo en la locura, creyéndose descendiente directo de Carlomagno y fundando una iglesia para expandir sus ideas por todo el mundo. Entre sus obras más destacadas encontramos El catecismo de los industriales (1823-1824) o El nuevo cristianismo (1825).

[3] Daniel Bell, El advenimiento de la sociedad post-industrial, Alianza Universidad, Madrid, 1994, pp. 562 y s.

[4] Jean Baudrillard, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Siglo XXI, Madrid, 2009, p. 244.

[5] Ibid, p. 245.

6 comentarios en “La Sociedad de Masas (1): Tecnocracia y hombre-masa

  1. «Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Cómo las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer. Esta crisis ha sobrevivido más de un vez en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las masas.»
    La Rebelión de las Masas, párrafo inicial.
    José Ortega y Gasset.

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