La animalización y la deshumanización como regresión cultural: introducción (1)

Creo que podría volverme a vivir con los animales. / ¡Son tan plácidos y tan sufridos! / Me quedo mirándolos días y días sin cansarme. / No preguntan, / ni se quejan de su condición; / no andan despiertos por la noche, / ni lloran por sus pecados. / Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios… / No hay ninguno descontento, / ni ganado por la locura de poseer las cosas. / Ninguno se arrodilla ante los otros, / ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos / antes que él. / En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.      

 Walt Whitman, Creo que podría volverme a vivir con los animales

Al inicio de La Política, Aristóteles nos recuerda que: “aquél que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, no puede ser nunca miembro de la Polis: es un bruto o un dios”. Esta dicotomía, la animalización o la divinización, a la que se abocaría el hombre si abandonara su sociabilidad natural y la apetencia del bien, en el fondo no es tan radical como parece. Pues el hombre, nos muestra la experiencia, cuando ha querido divinizarse ha acabado “animalizándose”. Esta afirmación puede aplicarse a las vivencias individuales concretas, pero también a los grandes proyectos políticos.

deshEn la medida que la modernidad ha pretendido en el ámbito colectivo engendrar un hombre nuevo, ha acabado aplicando sistemas totalitarios y deshumanizadores. Sin lugar a dudas, por ejemplo, los procesos revolucionarios del siglo XX se caracterizaron por prometer un avance y mejora en las condiciones humanas, soñando incluso con la realización de la utopía. Reconociendo una “caída original”, normalmente la propiedad privada, pretendían una elevación del hombre a un estado casi divino. Trotsky, en Literatura y Revolución, nos ofrece una visión de este hombre nuevo y redimido: “[Con la Revolución] El hombre será incomparablemente más fuerte, más sabio y más sutil. Su cuerpo será más armonioso, sus movimientos más rítmicos y su voz más musical (…) El tipo humano medio se elevará hasta alcanzar las cimas de un Aristóteles, un Goethe o un Marx. Y sobre estas cumbres, otras nuevas se erigirán”.

Por el contrario, John Gray defiende la tesis de que: “En el pasado, la derecha representaba una aceptación realista de la flaqueza humana y la consiguiente visión escéptica sobre la posibilidad de progreso. No se oponía por sistema al cambio, pero rechazaba rotundamente cualquier concepción de la historia entendida como una marcha triunfal hacia cumbres iluminadas por el sol” (Gray, 2008, p. 51). De ahí cierto “realismo” que caracterizaba al conservadurismo que le impedía transformarse en una fuerza revolucionaria al reconocer la dificultad de cambiar la naturaleza humana.

ruedo-ibericoAunque la izquierda revolucionaria renegaba de la religión, nunca se opuso a un proyecto de redención y de divinización del hombre: “El cristianismo fue rechazado, pero sus esperanzas escatológicas no se desvanecieron. Fueron reprimidas, sí, pero regresaron en forma de proyectos de emancipación universal” (Gray, 2008, p. 46). La ejecución práctica de este proyecto de la divinización del hombre derivó en un sistema inhumano. Esta comprensión del progreso revolucionario como un proceso de emancipación de lo social, de los lastres de la historia, la cultura y la tradición, para elevar al hombre, nos sitúa en el meollo de las contradicciones de la modernidad y la posmodernidad.

Si la modernidad consistió en la afirmación de un progreso indefinido que elevaría al hombre a la condición de semidios, la posmodernidad afirma como progreso la “deconstrucción” de lo existente y, en cierta medida, en una propuesta de “regresión”. Parafraseando a Sebreli cuando afirma que “Lo que se presenta hoy como post sólo es un pre” (Sebreli, 1991, p. 14), podemos afirmar que lo que se nos presenta como un pre (la regresión casi hasta el animalismo), es simplemente un post (una fase de la posmodernidad). El paradigma freudiano de la cultura, se acaba cumpliendo, pues según el padre del psicoanálisis: “la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales” (Freud, 1986, p. 51).

pla.jpegPor tanto, la deconstrucción cultural nos acercaría a nuestros ancestros homínidos. Estos juegos entre evolución y regresión ya fueron planteados muy gráficamente por Pierre Boulle en su novela La planéte des singes (1963), en la que los simios evolucionaban y los hombres caían en una regresión cultural que les animalizaba. Conviene adentrarnos pues en las nociones de progresión y regresión, para intentar identificar un sentido del concepto de “animalización” que sea aplicable a muchos fenómenos actuales.