
Sant Cugat del Vallés, 1939
La liberación de Barcelona (1): no hubo otro 11 de septiembre
La liberación de Barcelona (2): y Barcelona no ardió
La liberación de Barcelona (3): y aparecieron miles de banderas españolas
La liberación de Barcelona (y 4): mitos del catalanismo y del exilio
Esta participación del catalanismo en la política municipal fue posible porque muchos de sus hombres colaboraron en la guerra con el bando nacional. Se calcula que hubo unos 6.000 catalanes que combatieron con las tropas sublevadas, así como 4.000 o 5.000 ex cautivos. Por eso, el nuevo Régimen pudo incorporar a catalanistas de la Lliga. A decir verdad, muchos de ellos no tuvieron ningún reparo en afiliarse a FET y de las JONS. La organización política fruto de la unificación —forzada— de la Falange y el carlismo contaba en Cataluña, en octubre de 1940, con 25.953 inscritos, de los cuales unos 10.000 eran militantes y el resto adheridos. La necesidad de completar los cargos públicos en los ayuntamientos permitió que el Régimen pusiera menos pegas de las que cabía suponer a la incorporación de hombres de la Lliga. Por poner un ejemplo, la provincia de Barcelona necesitaba cubrir 303 alcaldías y unas 2.000 regidorías. No podemos olvidar que esos cargos por aquel entonces no eran remunerados y, por tanto, no todo el mundo estaba dispuesto a ejercer responsabilidades que ocupaban mucho tiempo.
El nuevo Régimen pudo incorporar a catalanistas de la Lliga. A decir verdad, muchos de ellos no tuvieron ningún reparo en afiliarse a FET y de las JONS
También antiguos catalanistas se pudieron incorporar a la política municipal gracias a que en muchos ayuntamientos se abrieron las puertas a miembros de la Acción Católica. La Falange buscaba consensos con otras fuerzas sociales de confianza en el movimiento de la Acción Católica, en la que se habían integrado muchos viejos catalanistas católicos. Así, hombres como Sallarés Llobet, antiguo hombre de la Lliga y factótum de la Acción Católica, llegaron a Teniente de Alcalde en la ciudad de Sabadell. Para ser sinceros hay que decir que otros antiguos militantes de la Lliga simplemente dejaron la política y no opusieron la más mínima resistencia al franquismo. Un informe del Gobierno Civil de Tarragona rezaba: «La Lliga si hubiera podido nos hubiera combatido en todos los pueblos. Pero los mejores hombres de esta antigua organización están ahora con nosotros o en sus casas […] No se discute ni al Caudillo ni al Régimen, aparentemente, pero se suspira por el partidismo político y las libertades liberales, señalándose con astucia nuestros defectos. Y ni aun así han logrado nada». La historia de la etapa de Primo de Rivera y el catalanismo se repetía. Tendría que pasar una generación para que el catalanismo volviera a resurgir.
La historiografía nacionalista más radical intenta convertir la liberación de Barcelona en la causa de un éxodo masivo a Francia tras la llegada de las fuerzas nacionales. Se suelen repetir cifras del estilo que más de 200.000 catalanes huyeron al exilio; otros incluso hablan de 300.000 y los más exagerados de 500.000. La cifra real debe ser difícil de calcular, pero si atendemos a historiadores reconocidos (incluso entre los nacionalistas) como Borja de Riquer y Joan B. Culla la cifra rondaría entre 60.000 y 70.000[1]. Los cálculos ciertamente son difíciles y fáciles de manipular por el nacionalismo, pues muchos de los que marcharon al exilio desde Barcelona no eran catalanes, sino refugiados en Cataluña de zonas que el Frente Popular había perdido ante el avance nacional. Igualmente, excepto los que habían cometido delitos de sangre o se habían empeñado en su exilio, muchos regresaron a España a los tres o cuatro años de haber acabado la guerra. Las fuerzas vencedoras celebraron juicios sumarísimos y ejecutaron a unos 3.200 republicanos sobre las que recaían delitos de sangre. Companys dejaba tras de sí 8.500 asesinados en la retaguardia republicana la mayoría sin juicio[2].
Por acabar este breve bosquejo de las impactantes jornadas en la Barcelona de finales de enero de 1939, hay una anécdota que vale la pena recuperar, para ver cómo actúa la Ley de «Memoria Histórica». Como hemos reiterado, las tropas nacionales entraron en Barcelona el 26 de enero de 1939. Ya entonces existía en la Ciudad Condal una calle llamada «26 de enero», conmemorando la «batalla de Montjuic», en la que las tropas de Felipe IV habían sido derrotadas en 1641. Al llegar la democracia y su correspondiente represalia sobre el nomenclátor de la ciudad, algún político inculto pensó que la calle estaba dedicada a la llegada de las tropas nacionales y se decidió cambiar su nombre. Esta es una estupenda metáfora de la recreación falsificada de la historia.
Javier Barraycoa
NOTAS
[1] Cf. Vol. VII de la Història de Catalunya, dirigida por Pierre Vilar.
[2] Uno de los primeros listados de los asesinatos a parece en el estudio SOLÉ I SABATÉ, Josep Maria: La repressió a la reraguarda de Catalunya (1936-1939), vol II, Publicacions de L’Abadia de Montserrat, Barcelona, 1990.