Prólogo a “Mis ideas políticas” de Charles Maurras – parte 1
Prólogo a “Mis ideas políticas” de Charles Maurras (2)

Escudo de los Camelots du Roi
Orden frente a crisis y caos
Ciertamente, la defensa a ultranza del catolicismo por parte de Maurras tenía un fuerte leit motiv, en lo que consideraba su despreciable alternativa: la democracia liberal y republicana. Igualmente consideraba la Monarquía, no desde una nostalgia del pasado que no había de volver, sino como una arquitectónica política positiva, práctica y racional. De hecho, la propone como mucho más racional que los regímenes surgidos de 1789. Para Maurras, la monarquía no es una mística abstracta sino el régimen del orden conforme a la naturaleza de las cosas y las reglas de le razón universal. Del periodista y pensador francés, emanaba una repugnancia connatural hacia el desorden y el caos. Ello explica, no completamente, pero si intuitivamente, su defensa de lo religioso. En un momento escribe: “Toda política antirreligiosa es revolucionaria en cuanto es contraria al orden”. El orden es tan necesario para la sociedad que hasta los movimientos revolucionarios deben recalar en él: “Todos los gobiernos, incluso los revolucionarios, inculcan la necesidad del orden, porque sin él no hay obediencia, y el que manda desea ser obedecido”, insiste con su pluma. Y una de las frases que no ceja en repetir es: “La democracia es el mal; la democracia es la muerte”.

Charles Maurras
Los argumentos contra la democracia eran más que contundentes: “una democracia no se organiza, porque la idea de organización en cualquier grado que sea, excluye, también en cualquier grado, la idea de igualdad: organizar es diferenciar y es, en consecuencia, establecer grados y jerarquías”. Esta concepción enlaza perfectamente con su idea de “nacionalismo”, tan alejada de su uso actual. Para él la nación es un todo orgánico que necesita de sus diferenciaciones y jerarquías y que no puede ser fruto de un imaginado contrato social que convierte a todos los hombres iguales por arte de magia. El encono hacia el colectivismo y el igualitarismo, le lleva a defender a las elites sociales y por ende, al monarquismo como principio rector de la sociedad. Su pluma siempre estuvo encaminada a defender que la monarquía es una institución modernizable y la única forma de luchar contra la decadencia presente. No olvidemos que el “decadentismo” se había apropiado inconscientemente de buena parte la psiqué colectiva de Francia, que contradecía los discursos conscientes de evolución y progreso que el adoctrinamiento del Estado pretendía inculcar. De hecho, el “decadentismo” es una actitud que nunca ha abandonado el alma francesa desde 1789 hasta nuestros días.
Su pluma siempre estuvo encaminada a defender que la monarquía es una institución modernizable y la única forma de luchar contra la decadencia presente. No olvidemos que el “decadentismo” se había apropiado inconscientemente de buena parte la psiqué colectiva de Francia
Por ello, Maurras puede encajar perfectamente el tradicionalismo religioso y la monarquía con lo que denomina el “nacionalismo Integral”. Este concepto, difícil de abarcar en este prólogo, le lleva a considerar que lo importante es la nación francesa y todo aquello que en el pasado o en el presente sirva o haya servido para hacerla grande. Así, sentencia: “Todo lo que es Nacional, es Nuestro”. Pero hay que atender a que el nacionalismo que defiende, no es una síntesis entre república y monarquía, sino que la restauración monárquica y religiosa de la Francia, será aceptada por los laicos republicanos cuando descubran que su restauración conlleva el fin de la decadencia arrastrada durante casi siglo y medio. El republicanismo no es arrinconado en el pensar maurrasiano, siempre y cuando se someta al “nacionalismo integral”. De ahí que se pueda entender que Maurras apoyara al gobierno republicano de Clemenceau, a la hora de apoyar la entrada de Francia en la Segunda Guerra contra Alemania.
Este “nacionalismo integral” pretendía superar las divisiones entre las distintas tendencias nacionalistas existentes en la III República y representadas por legitimistas, orleanistas, bonapartistas y, sobre todo, por el Ejército francés, de ahí el apoyo al republicano Clemenceau para entrar en la Guerra. Por el contrario, dos décadas después, ante el caos de la república francesa sometida y derrotada, apoyará a al Régimen de Vichy sin ser pro-teutón. Esta difícil elección le valdrá su muerte civil. El hecho, que debe ser convenientemente contextualizado, fue aprovechado para ahondar en las acusaciones contra Maurras de antisemita por confraternizar con Vichy. No obstante, a pesar de su patente antisemitismo en el affair Dreyfus, puede ser considerado como algo esencial al pensamiento de nuestro escritor provenzal. La categoría “antisemita” no está encajada en su esquema político y como un resorte indispensable para entender y aceptar sus propuestas. Su antisemitismo, no puede ser entendido como un odio concreto hacia los judíos, sino englobada en una idea más genérica: “Extranjero Interior”. Con ella se apela no sólo a los sionistas sino también a todos aquellos que, viviendo en Francia y teniendo su nacionalidad, desnaturalizan los valores franceses y no sienten el amor a Francia que exige su “nacionalismo integral”.
El “nacionalismo” no podía ser para él, una forma de agresión constante a otras naciones, lo planteaba más bien como un patriotismo organizado y orgánico; donde una de sus principales virtudes era su perennidad, respetuosamente tradicionalista y construido de acuerdo con el ritmo de un crecimiento natural
El “nacionalismo” no podía ser para él, una forma de agresión constante a otras naciones, lo planteaba más bien como un patriotismo organizado y orgánico; donde una de sus principales virtudes era su perennidad, respetuosamente tradicionalista y construido de acuerdo con el ritmo de un crecimiento natural que el denominado progreso violentaba constantemente. Frente al jacobinismo, no encontraba en su nacionalismo oposición alguna al impulso del regionalismo en Francia, pues era manifestación de ese organicismo. No es de extrañar, por ello, que el pensamiento maurrasiano tuviera tan buena acogida -como veremos- en el primer catalanismo conservador. Su nacionalismo es demasiado sutil para ser comprendido por cualquiera. En Mis ideas políticas, subraya que: “Ni implícita ni explícitamente, aceptamos el principio de la soberanía nacional, pues, al contrario, hemos opuesto a este principio el principio de la soberanía de la salud pública, o del bien público, o del bien general”. Para él el nacionalismo integral no era la reafirmación el patriotismo jacobino y revolucionario, por tanto, antinatural, sino su negación. De hecho, contempla la Revolución francesa como un fenómeno cuyas causas últimas están fuera de la propia Francia, siendo su verdadera enemiga.
Javier Barraycoa
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Es de mucho agradecer recibir estas crónicas que Tanta falta nos hacen , en estos tiempos que no la cultura ni el saber se aprecian. Contra el embrutecimiento que está aflorando Nos la un poco de las asperezas que vamos depositando
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