Reflexiones sobre la Constitución del 78 (4): “Carrero Blanco debía desaparecer”

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A propósito del 40 aniversario de la Constitución y del libro «La Constitución incumplida» iniciamos una recopilación de reflexiones en varios artículos

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Parte 1: «Un marco de papel»

Parte 2: «el amigo americano nos tutela”

Parte 3: “un obstáculo llamado Carrero Blanco”

 

Parte (4): “Carrero Blanco debía desaparecer”

El verdadero inicio de la Transición, independientemente que muchos llevaran décadas pensando en ella, fue la ejecución del Almirante Carrero Blanco. En cierta medida la muerte de Franco fue insustancial para la Transición, pues ya nada podía hacer por controlar el proceso en los últimos meses o años de su vida. Muchos fueron conscientes de que el magnicidio del Almirante cambiaría radicalmente la historia de España. El Arzobispo de Zaragoza, Mn. Pedro Cantero Cuadrado en el momento del crimen, declaraba: “Carrero cayó víctima del odio y de la violencia antihumana, antisocial y anticristiana …. Con la muerte del Almirante ha desaparecido un ciclo histórico y empieza otro”. Y estaba en lo cierto.

9788408118565.jpgSabedores de que vamos a pisar terreno pantanoso, no nos queda más remedio que avanzar. La historia oficial del asesinato del entonces Presidente del Gobierno de España, Carrero Blanco, exclusivamente por iniciativa y capacidad de un comando de ETA, y con todos los inconvenientes logísticos que expondremos, no es creíble por nadie. Otra cosa es que se haya establecido un silencio sepulcral sobre el tema o se haya matado a Carrero Blanco dos veces, la segunda con el olvido. Bueno, esta última afirmación no es del todo cierta, pues el libro de Pilar Urbano, El precio del trono, dedica casi la mitad de sus más de mil páginas al asesinato de Carrero. Según la periodista –aunque no especifica fuentes- Kissinger “tenía que saberlo porque, como presidente ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, no debía desconocer determinadas operaciones de alto calibre político si en ellas estaba incursa la CIA”.

La historia oficial del asesinato del entonces Presidente del Gobierno de España, Carrero Blanco, exclusivamente por iniciativa y capacidad de un comando de ETA, y con todos los inconvenientes logísticos que expondremos, no es creíble por nadie.

La preparación de la llamada Operación Ogro (referida al atentado contra el Almirante) duró más de un año: desde el 14 de septiembre de 1972 hasta el 20 de diciembre de 1973. En ese período de tiempo hubo hasta tres cambios en la dirección de la Cía, pero siempre se mantuvo como subdirector el ya conocido para nosotros General Vernon Walters. Como ya hemos relatado, Walters había sido el intérprete en las visitas a Madrid de los presidentes Eisenhower (1959) y Nixon (1970). En 1971, Walters aterriza nuevamente en la capital de España para llevar un mensaje confidencial a Franco. El trasfondo de la petición de Nixon era el recurrente tema de las bases americanas. El presidente de Estados Unidos le planteaba a Franco dos propuestas: 1) entronizar a Juan Carlos de Borbón como Jefe de Estado, manteniendo el General el mando de las Fuerzas Armadas ó 2) nombrar a un presidente del Gobierno de la confianza de Juan Carlos. Como respuesta, Franco nombró Presidente del Gobierno al Almirante Luis Carrero Blanco. Esta designación descolocó al “amigo americano”. De ahí que Kissinger se viera obligado a conocer la persona de Carrero Blanco y sus verdaderas intenciones políticas. Pronto descubrieron que el Almirante no era un pelele. Y, lo que es peor, para él la soberanía española era inviolable, lo cual dificultaba totalmente la negociación sobre las bases, o temas tan delicados como la detención del programa nuclear español.

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Carrero Blanco

Por circunstancias del momento y en plena glorificación de la Transición, la figura de Carrero Blanco pasó desapercibida, u ocultada convenientemente. De él, apenas se quiso dar la imagen de un militar y político mediocre. Por ejemplo, asesinado Carrero, el embajador en Madrid le escribía a Kissinger que “no tenía carisma ni afecto popular y nadie se ha sentido afectado por su muerte”. Todavía en 2005, en un artículo aparecido en La Vanguardia, firmado por Eduardo Martín Pozuelo, presentaba al Almirante así: “Los analistas norteamericanos consideraban a Carrero un gris reaccionario amargado, más franquista que Franco; los informes de inteligencia que escribían sobre él, su entorno y su actitud política no dibujaban a Carrero sólo como un personaje antiamericano, ultracatólico, feroz antimasón, anclado en el pasado, sino que lo pintaban más bien como un estorbo para el desarrollo de los intereses norteamericanos en España y para la modernización de nuestro país […] Una de las características negativas que llaman especialmente la atención de los norteamericanos es su condición de católico devoto y practicante, que explica su oposición a otorgar libertad religiosa a los que no son católicos, y su rechazo a los líderes de la Iglesia liberal que desean la separación entre la Iglesia y el régimen de Franco” (24-VIII-2005).

El presidente de Estados Unidos le planteaba a Franco dos propuestas: 1) entronizar a Juan Carlos de Borbón como Jefe de Estado, manteniendo el General el mando de las Fuerzas Armadas ó 2) nombrar a un residente del Gobierno de la confianza de Juan Carlos.

De lo descrito en este artículo, y obviando los juicios de valor, todo es cierto. Pero Carrero Blanco no era precisamente un hombre gris. Tenía su propia cosmovisión de la política interior y exterior y eso sería lo que finalmente le haría incompatible con la estrategia norteamericana. Nacido en 1903, en noviembre de 1973 contaba 69 años. Siempre se caracterizó por tener una preclara visión geoestratégica. Francisco Franco lo captó para su Cuartel General antes de que acabara la Guerra Civil. Posteriormente, durante la Guerra Mundial, un informe suyo decantó definitivamente la balanza hacia la no entrada de España en la misma. Lo que pronto descubrieron Kissinger y sus allegados, es que Carrero era foribundamente antimasón (cosa que en Estados Unidos ser masón era como ser socio de cualquier club deportivo). Según José Ignacio San Martín en su obra Servicio Especial. A las órdenes de Carrero Blanco, explica que la “obsesión” sobre la masonería la fundamentaba a través del magnífico archivo de los Servicios Documentales de Presidencia del Gobierno y las condenaciones de Papas como Clemente XII, Benedicto XV, Pío VIII, León XIII, Pío IX o Pío X. Ahí es poco.

70495945Por algunas de sus frases, recogidas en varias obras, se puede perfilar su personalidad. Según en el libro de Carlos Fernández, El General Franco, Carrero se presentó a Juan Carlos del siguiente modo: “Señor, lo mismo que me crié católico, me crié monárquico”; en una carta al Cardenal Tarancón, en 1973 le decía: “Para mi ser católico es más importante que ser Presidente del Gobierno” (hoy no muchos podrían decir lo mismo, apostillamos); a uno de los jesuitas de la Iglesia de San Francisco de Borja en la calle Serrano, donde diariamente iba a Misa, le confesó: “Me gustaría morir de pié y después de comulgar”. Ricardo de la Cierva en ¿Dónde está el sumario de Carrero Blanco?, recoge citas del Almirante de este estilo: “La masonería ataca al régimen español porque quiere en España un sistema demoliberal (…) Con concesiones poco meditadas, es evidente -para mí tan claro como la luz del sol- que de una monarquía tradicional, católica, social y representativa, pasaríamos en rápida pendiente a una monarquía liberal, a una república socialista y de esta a una república comunista, es decir, caeríamos en breve plazo en lo que estuvimos a punto de caer en 1936” (estas eran unas anotaciones a sus ministros poco antes de ser asesinado). O bien, en un artículo publicado en el Abc, en abril de 1970, con el seudónimo Ginés de Buitrago, afirmaba: “La democracia liberal es inviable para España por sus anteriores fracasos históricos”.

Carrero Blanco en una carta al Cardenal Tarancón, en 1973 le decía: “Para mi ser católico es más importante que ser Presidente del Gobierno”

Dejando de lado sus creencias y prevenciones sobre la masonería o el régimen liberal, su desconfianza también hacia Estados Unidos era patente. En otra obra de José Ignacio San Martín, Apuntes de un condenado por el 23F, recoge otra cita del Almirante que da cuenta de esta desconfianza: “Hay que ser más exigentes con Estados Unidos, más tenaces con la Comunidad Económica Europea, y pragmáticos con el tema de La Roca [Gibraltar]”. Ángel Viñas en su obra Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos, reproduce otro de sus pensamientos: “Los americanos han resuelto sus problemas, pero nosotros no”. Esta idea ya la venía larvando desde hacía mucho tiempo. En una conferencia dictada en la Escuela de Guerra Naval, en 1962, acusaba a los Estados Unidos su falta de apoyo: “La ayuda recibida por los Ejércitos Españoles como compensación por los Acuerdos no llega al mínimo imprescindible”.

covers_424940Todo ello era motivo para los norteamericanos más que suficientes para desconfiar, pero ¿qué hacer con el nuevo hombre fuerte del Régimen? Por un lado, parecía que su fidelidad al “juancarlismo” era innegable. Ricardo de la Cierva, en ¿Dónde está el sumario de Carrero Blanco? reconoce que Carrero, por lealtad a Franco era absolutamente “juancarlista”. Por ello había llegado a un acuerdo firme con Nixon sobre el futuro político de España: llevaría a cabo la “Operación Príncipe” sin poner más obstáculos que el sentido común y la garantía de que el comunismo no entrase en España. De hecho, el Almirante, había entregado a Juan Carlos, entonces Príncipe, una carta de dimisión sin fecha. Otro de los posibles argumentos para no desplazarlo, por parte de los americanos, era que estaba enfrentado a los sectores falangistas. Hemos de recordar que ya en 1940, Carrero se opuso a Serrano Súñer y fue determinante en su cese en 1942, tras el “atentado” de Begoña contra el General Varela.

Carrero, por lealtad a Franco era absolutamente “juancarlista”. Por ello había llegado a un acuerdo firme con Nixon sobre el futuro político de España: llevaría a cabo la “Operación Príncipe” con la garantía de que el comunismo no entrase en España

Pero los argumentos en contra, para los norteamericanos y sus seguidores dentro del Régimen, pesaban mucho más que los que estaban a favor. Para algunos, su “transición” se mostraba como muy lenta y llena de exigencias. De hecho, ante la insistencia de López Rodó y Torcuato Fernández Miranda para que tomara decisiones encaminadas a una rápida reforma política, les contestó: “Calma, calma, todavía hay que esperar (…) Se hará cuando el príncipe sea rey, pero con cuidado, con mucho cuidado, pues los enemigos de siempre podrían aprovechar cualquier resquicio en el sistema para introducirse en él y destrozarlo”.

519IGf67jcL._SX319_BO1,204,203,200_.jpgEs en este marco donde hay que encuadrar el telegrama confidencial nº 700, de enero de 1971, enviado por la embajada de EE.UU. en Madrid a su Secretaría de Estado decía: “El mejor resultado que puede surgir … sería que Carrero Blanco desaparezca de escena, con posible sustitución por el General Díez Alegría o Castañón”, según recoge Grimaldos en su obra La CIA en España. Otro testimonio curioso es el ofrecido por Villalonga sobre la opinión de Juan Carlos de Borbón en El Rey; Conversaciones con D. Juan Carlos I de España: “Pienso que Carrero no hubiera estado en absoluto de acuerdo con lo que yo me proponía hacer; pero no creo que se hubiera opuesto abiertamente a la voluntad del Rey (…) simplemente hubiese dimitido”. Ello denota que Carrero no entraba en sus planes sobre la Transición.

Javier Barraycoa

2 comentarios en “Reflexiones sobre la Constitución del 78 (4): “Carrero Blanco debía desaparecer”

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