Estado sin Estado

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Y aquí está la clave: la anarquía y el totalitarismo no se excluyen; se conjugan, se contornean y conviven desquiciando a una sociedad entera. Esto es lo que nos está minando como sociedad y como almas sin darnos cuenta.

El título de este artículo es calculadamente ambiguo. Es evidente que vivimos bajo un Estado, y es evidente que el Estado ya no existe. Esta aporía sólo tiene solución dependiendo del sentido que le demos a la palabra Estado. Por un lado, el Estado puede ser considerado como una maquinaria administrativa que tiene amplios espacios de control y regulación social. Dependiendo de los niveles de administración que se establezcan, de las competencias que se asuman, de las reglamentaciones que se establezcan y la capacidad para mantener esta maquinaria y darle una orientación, entonces el ciudadano podrá ser más o menos feliz. Que existe el Estado en este sentido es evidente. Me siguen llegando multas a casa, sé que me tocará volver a hacer la declaración de renta, me tocará pagar el IBI y el IVA, el impuesto de circulación, y tendré que pasar la ITV. Sí, el Estado existe.

Pero si entendemos el Estado como mera maquinaria administrativa, capaz de autorregular la sucesión de sus mandatarios (en este caso a través de elecciones) cuya única finalidad es mantener el dispositivo de control social y acomodar a una casta política capaz de intercambiar engranajes y piezas sin rubor para mantenerse dentro de la maquinaria, entonces todo es absurdo. Es -por ilustrar- como si un reloj funcionara pero hubiera perdido las manillas. O alguien las hubiera regalado (como quien traspasa competencias) por mantenerse con la cajita que funciona, de momento, pero no tiene agujas.

Es evidente que vivimos bajo un Estado, y es evidente que el Estado ya no existe. Esta aporía sólo tiene solución dependiendo del sentido que le demos a la palabra Estado

Con otras palabras, el Estado tiene que tener una finalidad que no sea el mantenimiento de una casta política al precio que sea. Sería tan estulto como un niño feliz con que le regalaran un reloj sin agujas. Y más absurdo es cuando los inquilinos del reloj, por mantenerse en el poder, se reparten piezas sin ton ni son para que otros, con trozos del artefacto, intentaran construir el suyo propio. No pongo paréntesis para explicar que me refiero a los separatistas porque es demasiado evidente. El separatismo construye su Estado -sí, sigue construyendo su Estado- con las piezas del Estado español. Y eso es lo más penoso de todo, que no se den cuenta -unos y otros- que eso es imposible.

La segunda forma de entender el Estado, que nos libraría de estos absurdos, es que el Estado fuera -en sentido griego- una Polis o comunidad política. Por definición, el bien de la Polis es la unidad y su fin -ya lo hemos repetido en ocasiones- conseguir la virtud de sus ciudadanos. La unidad en una comunidad política se pierde cuando desaparece el principio de autoridad. Entonces la disgregación y el conflicto son inevitables. Lo expuesto hasta ahora tiene como intención intentar explicar la extraña sensación que todos padecemos. Por un lado, instintivamente, percibimos que estamos ante un proceso de desintegración social; pero por otro lado -formalmente- no nos dejan de recordar que estamos en un Estado (y para colmo de Derecho) indestructible. Y este es el drama, el Estado administrativo es como la maquinaria de un reloj que sigue funcionando, pero sin agujas, los engranajes se están descompensando, y los inquilinos han regalado demasiadas piezas para que éste aguante mucho tiempo, pero de momento parece que tira.

El separatismo construye su Estado -sí, sigue construyendo su Estado- con las piezas del Estado español. Y eso es lo más penoso de todo, que no se den cuenta -unos y otros- que eso es imposible.

En igualmente patente que en nuestra sociedad ha desaparecido el principio de autoridad. Y a eso le llamamos anarquía; una anarquía de momento más mental que corporal, porque los engranajes del reloj aún giran. Pero ya decía Aristóteles que es mejor una tiranía -pues mantiene un asomo de principio de autoridad- que no la anarquía. Cuando desaparece la autoridad, no nos engañemos, no se abre un espacio para la libertad. Por el contrario, es el momento de la emergencia de la anarquía y su amante el totalitarismo. Y aquí está la clave: la anarquía y el totalitarismo no se excluyen; se conjugan, se contornean y conviven desquiciando a una sociedad entera. Esto es lo que nos está minando como sociedad y como almas sin darnos cuenta. Es la incapacidad que tenemos de percibir que estamos sometidos a este doble yugo lo que nos hace sentir espiritualmente desencajados en este tiempo histórico que nos ha tocado vivir. La sociedad ha dejado de ser comunidad política, para convertirse en Estado administrativo a punto de colapsar y desintegrarse en trocitos, mientras que sus responsables niegan la mayor.

Podríamos poner ejemplos como el de una experiodista que se ha empeñado en dinamitar la Jefatura del Estado desde dentro; el de alcaldesas que se creen con el derecho de decidir que el vicio es virtud y la virtud vicio y así lo inculcan (sí, es una referencia a Inmaculada Colau a la que invitamos a pasearse por el Raval); el de policías regionales como los Mozos de Escuadra que se creen una policía política al servicio de un demente que retoza en Waterloo feliz, porque cree que le han entregado buena parte de las piezas indispensable para que funcione su reloj y deje de funcionar el otro. Ya nadie les recuerda a los Mossos que son funcionarios de un Estado pilotado por un guaperas llamado Pedro Sánchez; El ejemplo más grave es el de un presidente de gobierno que cree que tiene el poder absoluto para, a base de decretazos, profanar tumbas, acallar magistrados o imponer el programa mundialista sobre una sociedad teóricamente soberana.

La sociedad ha dejado de ser comunidad política, para convertirse en Estado administrativo a punto de colapsar y desintegrarse en trocitos, mientras que sus responsables niegan la mayor.

Pedro Sánchez encarna mejor que nadie el dictador-anarquista embebido de narcisismo. Cree tener el poder de cambiarlo todo, de enchufar a todos, de no someterse a nada, incluso se cree bello. En definitiva, es un niño malcriado, al volante de un Estado sin alma y casi sin gasolina. Sólo cabe poner la cuenta a tras para saber cuando nos estrellaremos. Pero claro, las agujas las regalaron hace tiempo con la transferencia en materia de educación, la policía autonómica o cualquier otra menudencia. O sea, que ni eso podemos hacer. En fin, recemos para que en uno de esos traspasos de competencias al menos no regalaran el airbag a los nacionalistas. Tic-tac.

Javier Barraycoa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5 comentarios en “Estado sin Estado

  1. Aporta: Paradoja o dificultad lógica insuperable.
    Acracia:Designa una concepcion que niega la niega la necesidad de que exista cualquier clase de autotoridad.
    Anarquia: Alude a la ausencia de un gobierno o Estado que dirija la sociedad, acracia supone la ausencia de coerción.
    Tiranía: 1) Forma de gobierno en la que el gobernante tiene un poder total o absoluto, no limitado por Una leyes, especialmente cuando lo obtiene por medios ilícitos, y abusa de él. 2) Abuso de la superioridad o del poder en el trato con las demás personas.
    Le consideran sinónimo de tiranía al despotismo.
    En la primera encuesta que salió sobre intenciones de votos, salía que el Psoe aumentaba porque muchas mujeres le votaban a este Pedro, que no sale, ni haciéndolo de nuevo, porque era guapo. Este es el nivel de las feminazis.

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  2. Pingback: “Estado sin Estado” por Javier Barraycoa

  3. «Todo el poder corresponde al Estado.
    Hay tan sólo libertades políticas en el Estado, no sobre el Estado ni frente al Estado.
    El mayor valor político que reside en el hombre es su capacidad de convivencia civil en el Estado.»
    Nuestro manifiesto político, La Conquista del Estado, número 1, 14 de marzo 1931, tres primeros puntos. Ramiro Ledesma Ramos y otros.

    Cualquier otra concepción sobre el Estado, supone allanar el camino al liberalismo económico y al marxismo cultural.

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  4. Toda Europa está camino del abismo que significa la destrucción de su propia población.
    Y esto se da independientemente de que exista un problema con las autonomías.
    Las autonomías no son la raíz del problema, sino la pérdida de valores.

    No nos damos cuenta de que la irracionalidad de nuestros dirigentes implica una irracionalidad general, sobre todo en democracia. Konrad Lorenz dijo, antes de 1972:

    “Cuando una ideología universal se funda, junto con la política derivada de ella, en una falsedad,
    el resultado sencillamente tiene que traer consigo las más adversas consecuencias.”
    Konrad Lorenz, Nobel de Medicina de 1973,
    “Los 8 pecados mortales de la Humanidad civilizada”, Cap. VIII, “Formación indoctrinada” (o “Adoctrinamiento”).
    Y añade:
    “Todo aquél que no se muestre conforme con la opinión prevaleciente es tildado de hereje
    y, dentro de lo posible, se lo difama y se lo desacredita. Se descarga sobre él la altamente especializada reacción de la agresión multitudinaria, del odio social.”
    Y también dice:
    “Una doctrina de estas características que se ha vuelto religión universal otorga a sus seguidores la certeza subjetiva de un conocimiento definitivo con carácter de revelación. Todos los hechos que la contradicen serán negados, ignorados, o bien, como sucede en la mayoría de los casos, reprimidos en el sentido que Sigmund Freud le da al término, es decir: desterrados hacia debajo del umbral de la conciencia. El que así reprime le opondrá una resistencia tenaz, extremadamente teñida de emocionalidades, a todo intento de volver a hacer consciente lo reprimido. Esta resistencia será tanto más grande cuanto mayor sea el cambio que la concientización de lo reprimido produciría en sus opiniones,…”
    Así, Konrad Lorenz, a continuación, dice:
    «Pero realmente satánico se vuelve el adoctrinamiento cuando unifica en una sola malévola
    falsa convicción a enormes multitudes, a todo un continente y quizás hasta a toda la humanidad.
    Y es justamente éste el peligro que ahora nos amenaza.»
    No son los independentistas los únicos que están locos: la locura es general en nuestra civilización, pues no nos hemos dado cuenta de que no podremos sobrevivir mucho tiempo sin unas reglas del juego.
    Por ejemplo, desde que tenemos democracia, no tenemos derecho a nuestros derechos. Por ejemplo, se han destruido severamente los derechos al trabajo y la vivienda estables.
    Pero también se ha estado difamando a los españoles desde el principio. Actualmente, con la llamada «lacra» de los «feminicidios», cuando España es uno de los Estados del mundo en los que hay menos asesinatos de todo tipo. Y tal vez sería el que menos tendría si descontáramos los cometidos por no nacidos en España.
    Por lo tanto, es mentira que seamos un «estado de Derecho» y es más mentira que nos dediquemos a matar mujeres «sólo por el hecho de ser mujeres». Por poner 2 ejemplos.
    Más información: http://edipais.wordpress.com

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