Parte 3 – La cultura política católica durante el franquismo y el inicio de la debacle

Alberto Martín Artajo
Debemos realizar un salto histórico y no detenernos en los avatares que agitaron la política española durante el Directorio de Primo de Rivera o la II República, para centrarnos en el franquismo y la Transición democrática y poder describir con más concreción la lenta agonía a la que se vio sometida la cultura política española, incluso en un régimen confesionalmente católico. Tras la derrota de Alemania en la II Guerra mundial, los sectores más “azules” del franquismo, fueron perdiendo peso específico en el régimen.
Las posiciones fascistizantes fueron desplazadas por sectores católicos muy específicos y no necesariamente los más tradicionalistas con los que había una deuda de honor por su fundamental participación en la Guerra Civil. La fecha simbólica de este cambio de orientación del régimen fue el nombramiento como Ministro de Exteriores del propagandista Alberto Martín Artajo, en 1945 y con las bendiciones de la Iglesia. Con el tiempo esta colaboración de la ACNP, que duraría hasta aproximadamente hasta 1957, acabó con un reemplazo de las elites católicas propagandistas por miembros del Opus Dei.
Las posiciones fascistizantes fueron desplazadas por sectores católicos muy específicos y no necesariamente los más tradicionalistas con los que había una deuda de honor por su fundamental participación en la Guerra Civil

Gil Robles
Los propagandistas han querido interpretar esa etapa como un colaboracionismo “accidentalista” con el régimen franquista (al igual que también se consideró accidentalista la colaboración con el Directorio de Primo de Rivera, o la aceptación de la II República). La nueva ACNP que colaboraba con el Régimen no estaba capacitada para desarrollar una alternativa demócrata cristiana en esos años. Ello era debido a que el franquismo estaba en pleno auge y también a la fractura interna entre propagandistas durante la República y la Guerra Civil. Esta ruptura se había producido entre los más belicosos contra la República y los más tolerantes.
Ex ministros de la CEDA como Jiménez Fernández[1] o Gil Robles, ya nada pintaban en la etapa franquista. En definitiva, la ACNP quiso y supo representar el papel que debían tener los católicos en el régimen franquista en esa primera fase[2]. El desplazamiento del que ya hemos hablado, a finales de los 50 por los tecnócratas del Opus Dei, posiblemente explicaría por qué al final del franquismo, los propagandistas se mostraron claramente partidarios de la Transición y olvidaron rápidamente su colaboración “accidentalista” con el franquismo, excepto algún propagandista como Blas Piñar que finalmente dejó la asociación por discrepancias ideológicas.
Sin embargo, una parte del catolicismo español de los años 50, que parecía monolítico e indestructible, inició unas estrategias para mantener una cierta equidistancia con el franquismo, que a la larga le arrastraría a su propia debacle

López Rodó
No obstante, durante el idilio de los propagandistas con el Régimen franquista, se firmó el Concordato de 1953. Para muchos estudiosos del franquismo, este Concordato era la consagración del modelo de estado confesional católico. Sin embargo, una parte del catolicismo español de los años 50, que parecía monolítico e indestructible, inició unas estrategias para mantener una cierta equidistancia con el franquismo, que a la larga le arrastraría a su propia debacle. Nos referimos a una sutil promoción dentro del régimen de una pastoral -copiada de países como Francia- enfocada al obrerismo y el sindicalismo. Como una “respuesta cristiana” al sindicalismo único del régimen, emergieron movimientos apostólicos obreros como la Hermandad Obrera de la Acción Católica, HOAC (1946) y la Juventud Obrera Católica, JOC (1947).
Lo que en un principio parecía una mera táctica para que la Iglesia se acercara a las “masas” y no la identificaran plenamente con el régimen imperante, acabó siendo un caldo de cultivo para las críticas al Régimen y la infiltración de doctrinas católico liberales que con el tiempo adoptaron consecuentemente formas socialistas. Todo ello iría coincidiendo con el declive político de la ACNP y el auge de los López Rodó, Ullastres o Mariano Rubio, vinculados al Opus Dei, que trataban de conjugar desarrollo económico del régimen bajo la garantía de una monarquía “tradicional” postfranquista[3]. Entre esas fuerzas emergentes, quedaban los últimos rastros de una cultura política católica tradicional, liderada por Rafael Calvo Serer y sus círculos de influencia como la editorial Rialp o la Revista Arbor[4]. Sin embargo, Calvo Serer más que querer llevar el franquismo al tradicionalismo, quiso revestir el franquismo de tradicionalismo y ese proyecto estaba condenado al fracaso.
Entre esas fuerzas emergentes, quedaban los últimos rastros de una cultura política católica tradicional, liderada por Rafael Calvo Serer y sus círculos de influencia como la editorial Rialp o la Revista Arbor

Fraga Iribarne
La llegada de nuevos vientos con el Vaticano II iba a ser letal para proyectos como los del Calvo Serer. A partir de los años 60, el régimen franquista iba incubando -especialmente desde ámbitos eclesiales- el virus que lo liquidaría. Veamos algunos síntomas. Aparece la ley de prensa, promovida por Fraga Iribarne, suavizaba la censura. En 1963 se fundaba el Instituto de la Opinión Publica, con la intención de dar cobertura “científica” a las preocupaciones sociales del Régimen. Con el tiempo se convertiría en el actual Centro de Investigaciones Sociológicas, uno de los poderes fácticos en la creación e interpretación de la opinión pública. Igualmente, en el seno de la Iglesia, los informes de Cáritas -los conocidos informes FOESSA- se convertían en las plataformas desde donde intelectuales y sociólogos de izquierdas creaban la “concienciación” pre-revolucionaria por las clases pobres. Desde esos ambientes, el sociólogo Juan José Linz y el analista comunista Jorge Semprún pronosticaban -aunque luego se equivocaron de pleno- el éxito electoral de un partido democratacristiano en unas hipotéticas elecciones democráticas.
El error de cálculo de estos dos analistas de prestigio, cuando llegaron las elecciones democráticas, se debió a qué fueron incapaces de sopesar la fuerte infiltración marxista en ámbitos clericales y la connivencia del nuevo clero y muchos obispos con esta estrategia, a la que se sumaron los nacionalistas catalanes y vascos. Con otras palabras, el catolicismo del régimen franquista no iba a evolucionar hacia la Democracia cristiana, sino hacia el progresismo socialista. Ello sorprendió a propios y extraños.
los informes de Cáritas -los conocidos informes FOESSA- se convertían en las plataformas desde donde intelectuales y sociólogos de izquierdas creaban la “concienciación” pre-revolucionaria por las clases pobres
Este fenómeno de autodemolición eclesiástica puede ser explicado desde la rápida evolución ideológica que se produjo en los ámbitos de la Acción Católica. Fue una evolución que se produjo gracias a la libertad que tenían los intelectuales de izquierdas para escribir en revistas y publicaciones católicas, pues según el concordato de 1953 el Estado no podía censurar estas publicaciones. Así, se producía la paradójica situación de que los que criticaban el Estado católico consagrado por el Concordato, gracias al propio Concordato podían criticar al Régimen y quedar inmunes de la censura. Un ejemplo de ello sería la revista de Montserrat Serra d´Or, donde en pleno Régimen eran habituales las firmas de marxistas.
Javier Barraycoa
NOTAS:
[1] Personajes como Jiménez Fernández, exiliado interior en la Universidad de Sevilla, defenderían a Maritain y fundarían pequeños partidos democratacristianos testimoniales.
[2] Feliciano MONTERO, “Las derechas y el catolicismo español: del integrismo al socialcristianismo” Op. cit., p. 110.
[3] Ibid., p. 113.
[4] Ibid., p. 111.
Usar el término «posiciones fascistizantes» dice muy poco, del conocimiento político de quién las emplea. El Nuevo Estado nunca fue fascista, porque no se basaba en la doctrina de Giovanni Gentile fundador de la misma, este régimen recogió la doctrina política de todas las fuerzas que participaron en la Cruzada. El Carlismo debido a posiciones personalistas como las de Manuel Falconde y Mauricio Sivatte, no participo en el Nuevo Estado masivamente, pero en cambio si participaron personalidades que no se dejaron llevar por embaucadores, así tenemos a Esteban Bilbao, José Luis Zamanillo González-Camino o José María Valiente, que tuvieron cargos y participaron en el Nuevo Estado. La jerarquía romana abandona y traiciona al Nuevo Estado, a partir del Concilio Vaticano II, sin tener en cuenta que este salvo de perecer definitivamente su asentamiento en España.
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Errata:
… Giovanni Gentile fundador del Fascismo…
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Errata:
…lo emplea…
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