El laicismo mexicano y su remedio cristero (y 2)

Parte 1

El laicismo mexicano y su remedio cristero (1)

 

cristeros

Misa cristera

 

La doctrina vigente sobre el Derecho de resistencia

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Pío XI

La legitimidad de un levantamiento armado para defender la fe siempre ha generado susceptibilidades incluso en ambientes católicos. Pero ello no quita que la doctrina sea la doctrina y que posteriormente se medite su aplicabilidad en las situaciones concretas. El mismo Pío XI, en su Firmissimam constantiam (1937) recordaba los tradicionales principios que rigen la resistencia violenta al poder tiránico: causa muy grave; agotamiento de los medios pacíficos; que la violencia empleada no produzca mayores males que los que pretende remediar y que haya probabilidad de éxito. Para el caso mexicano las cuatro condiciones se cumplían. El sentir de la Iglesia en ese momento se puede deducir de la Encíclica Iniquis afflictisque de Pío XI, publicada en noviembre de 1926. En ella el Papa alababa el empuje de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa extendida «por toda la República, donde sus socios trabajan concorde y asiduamente, con el fin de ordenar e instruir a todos los católicos, para oponer a los adversarios un frente único y solidísimo». Así como también se recordaba a «Algunos de estos adolescentes, de estos jóvenes -cómo contener las lágrimas al pensarlo- se han lanzado a la muerte, con el rosario en la mano, al grito de ¡Viva Cristo Rey! Inenarrable espectáculo que se ofrece al mundo, a los ángeles y a los hombres».

liga-nacional-de-la-defensa-religiosaRespecto al Episcopado mexicano hubo sus más y sus menos. La Liga Nacional, a la hora de asumir la dirección del movimiento cristero, que no olvidemos tuvo un arranque popular y espontáneo, quiso contar con el beneplácito de sus Obispos. Para ello, les dirigieron un Memorial en el que se les solicitaba las siguientes cuestiones: «1) Una acción negativa, que consista en no condenar el movimiento. 2) Una acción positiva que consista en: a) Sostener la unidad de acción, por la conformidad de un mismo plan y un mismo caudillo. b) Formar la conciencia colectiva, en el sentido de que se trata de una acción lícita, laudable, meritoria, de legítima defensa armada. c) Habilitar canónicamente vicarios castrenses. d) Urgir y patrocinar una cuestación desarrollada enérgicamente cerca de los ricos católicos, para que suministren fondos que se destinen a la lucha, y que, siquiera una vez en la vida, comprendan la obligación en que están de contribuir».

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Obispos mexicanos

El 30 de noviembre de 1926 los líderes de la Liga se reunieron con Monseñor Ruiz y Flores y Monseñor Díaz y Barreto. Los Obispos comunicaron que una Comisión de Obispos había estudiado el documento y se aceptaban todos los puntos excepto los dos últimos: los vicarios castrenses y la cuestación a los ricos. De ello se podría deducir un visto bueno de los Obispos mexicanos en lo esencial y unas discrepancias en dos cuestiones más accidentales. El 15 de enero de 1927, la Comisión Episcopal mexicana, respondiendo a unas declaraciones incriminatorias del Jefe del Estado Mayor callista, afirmaba que el Episcopado era ajeno al alzamiento armado pero declara al mismo tiempo: «que hay circunstancias en la vida de los pueblos en que es lícito a los ciudadanos defender por las armas los derechos legítimos que en vano han procurado poner a salvo por medios pacíficos». Poco más tarde, desde Roma, el 22 de febrero de 1927, el presidente de la Comisión de Obispos mexicanos declaraba a la prensa: «¿Hacen bien o mal los católicos recurriendo a las armas? Hasta ahora no habíamos querido hablar, por no precipitar los acontecimientos. Mas una vez que Calles mismo empuja a los ciudadanos a la defensa armada, debemos decir: que los católicos de México, como todo ser humano, gozan en toda su amplitud del derecho natural e inalienable de legítima defensa».

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Siervo de Dios, Dr. Francisco Orozco, Arzobispo de Guadalajara, que apoyó el movimiento cristero

Es cierto que corrieron falsas declaraciones como la de Monseñor Pascual Díaz y Barreto, jesuita y Obispo de Tabasco, que había sido desterrado, reprobando la gesta de los cristeros. Pero también es cierto que a su vez fue recriminado por la Comisión episcopal, recordándole el derecho de los pueblos a la legítima defensa por las armas de su fe. A propósito, le citaban unas declaraciones realizadas el 3 de febrero de 1927 por el famoso moralista de la Gregoriana, el padre Vermeersch, jesuita también: «Hacen muy mal aquellos que, creyendo defender la doctrina cristiana, desaprueban los movimientos armados de los católicos mexicanos. Para la defensa de la moral cristiana no es necesario acudir a falsas doctrinas pacifistas. Los católicos mexicanos están usando un derecho y cumpliendo un deber». Monseñor Díaz y Barreto, poco después, desmentía esas declaraciones. También es sabido este Obispo nunca simpatizó con la Cristiada y la consideró un sacrificio estéril.

En el orden teórico y en cuanto Comisión, los obispos mexicanos siempre defendieron el derecho a la resistencia armada. En el orden práctico y a nivel personal muchos Obispos se desentendieron del movimiento cristero. Aprobaron explícitamente la rebelión armada los Obispos Manríquez y Zárate, González y Valencia, Lara y Torres, Mora y del Río, y estuvieron muy cerca de los cristeros el Obispo de Colima, Velasco, y el arzobispo de Guadalajara, Orozco y Jiménez, quienes permanecieron en sus diócesis en la clandestinidad. Otros condenaron el movimiento y amenazarón con excomunión a los cristeros. Ya es conocido el triste papel de algunos obispos que llegaron a traicionar al movimiento cristero, obligándoles a una rendición sin sentido que les condenó a la persecución más atroz por parte de los pistoleros gubernamentales. Pero ello no es muestra del “sentir de la Iglesia”.

El espíritu cristero

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Cristeros a punto de ser fusilados

Dejando de lado el triste hecho de los “Arreglos”, no cabe duda que los cristeros pueden ser considerados como cruzados modernos. Iniciada la Cristiada y con fecha del 17 de mayo de 1927, desde Roma se dio traslado a los Obispos mexicanos de algunas respuestas y licencias llegadas de Roma. En el documento se podía leer: «Otro rescripto que hemos recibido concede a los que están en México, indulgencia plenaria in articulo mortis, si confesados y comulgados, o por lo menos contritos, pronuncien con los labios, o cuando menos con el corazón, la jaculatoria ¡Viva Cristo Rey!, aceptando la muerte como enviada por el Señor en castigo de nuestras culpas». Este documento permite pensar en la última gracia recibida por tantos cristeros que murieron gritando ¡Viva cristo Rey!

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José Sánchez del Río, niño cristero recientemente canonizado.

Para entender el espíritu cristero baste reproducir una carta de Francisco Campos, cristero de Santiago Bayacora (Durango), en la que explica el porqué de su levantamiento: «El 31 de julio de 1926, unos hombres hicieron que Dios nuestro Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los católicos, pero otros hombres hicieron por que volviera otra vez; esos hombres no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados, muchísimo armamento, muchísimo dinero pa´hacerles la guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su Dios, a su Religión, a su madre que es la santa iglesia; eso es lo que vieron ellos. A esos hombres no les importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos, sus esposas y lo que tenían; se fueron a los campos de batalla a buscar a Dios Nuestro Señor. Los arroyos, las montañas, los montes, las colinas, son testigos de que aquellos hombres le hablaron a Dios Nuestro Señor con el Santo Nombre de Viva Cristo Rey, Viva la Santísima Virgen de Guadalupe, Viva México. Los mismos lugares son testigos de que aquellos hombres regaron el suelo con su sangre, y no contentos con eso, dieron sus mismas vidas porque Dios Nuestro Señor volviera otra vez. Y viendo Dios Nuestro Señor que aquellos hombres de veras lo buscaban, se dignó venir otra vez a sus templos, a sus altares, a los hogares de los católicos, como lo estamos viendo ahorita, y encargó a los jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofrecer otra vez que no olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados«.

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Beato Anacleto Gozález, Resistente clandestino.

Desde las páginas de Cristiandad muchas veces se han reproducido vivencias martiriales de cristeros que nos muestran su verdadero sentir católico. Lejos de revanchismos, de ambiciones políticas o extraños deseos de aventuras, los cristeros se sentían indignos de pertenecer a ese ejército. Su ofrenda vital sólo tenía una finalidad: defender los derechos de Dios y de su Iglesia. En muy bonita y esclarecedora una oración que rezaban los cristeros de Jalisco al finalizar el rosario. La oración había sido compuesta por el posteriormente mártir Anacleto González Flores y decía así: «¡Jesús misericordioso! Mis pecados son más que las gotas de sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por ti. Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una ofrenda agradable a tus ojos. Lávame de mis iniquidades y límpiame de mis pecados. Por tu santa Cruz, por mi Madre Santísima de Guadalupe, perdóname, no he sabido hacer penitencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un castigo merecido por ellos. No quiero pelear, ni vivir ni morir, sino por ti y por tu Iglesia. ¡Madre Santa de Guadalupe!, acompaña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea ¡Viva Cristo Rey!«.

El final de los cristeros es por todos conocido, lo que en el orden humano fue una derrota, en el orden providencial fue una victoria. Sin el levantamiento armado de los cristeros, la masonería hubiera culminado en México un Estado laico en el sentido más revolucionario del término. Posiblemente, tras México, la revolución laicista se hubiera ido extendiendo, bajo un efecto dominó, por muchos países hispanoamericanos. Sin embargo, la resistencia cristera permitió, de facto, la supervivencia del catolicismo en México y el enfriamiento del proceso revolucionario. Y es que el laicismo, en último extremo sólo es combatible con el espíritu martirial. Y eso es lo que demostraron los cristeros.

Javier Barraycoa (Publicado en la Revista Cristiandad)

 

 

 

 

 

 

 

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