El laicismo mexicano y su remedio cristero (1)

cristeros

 

El actual gobierno de España, erigido en marzo de 2004, despuntó sus primeros días con propuestas claramente laicistas, esto es anticristianas. Rápidamente se originó un debate, entre absurdo e inocente, sobre las distinciones entre laicidad y laicismo. A colación de la polémica, Fernando Savater, uno de los profetas de la ética democrática, publicaba un artículo en el diario El País, en noviembre de 2005. El artículo portaba el sugerente título: La laicidad explicada a los niños. Y se iniciaba con un alegato contra el magisterio tradicional de la Iglesia respecto a libertad de conciencia o los males de la separación de la Iglesia y el Estado. Así, salía mal parado Gregorio XVI y la Mirari Vos y su condena del “venenosísimo” concepto moderno de la “libertad de conciencia” con el cual se pretende apartar al hombre de su deber para con la verdadera religión; se atizaba a Pío IX y al Syllabus por condenar igualmente este sentido de “libertad de conciencia”.

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León XIII

O se denostaba la Encíclica Libertas de León XIII en la que se afirma: «no es absolutamente lícito invocar, defender, conceder una híbrida libertad de pensamiento, de prensa, de palabra, de enseñanza o de culto, como si fuesen otros tantos derechos que la naturaleza ha concedido al hombre. De hecho, si verdaderamente la naturaleza los hubiera otorgado, sería lícito recusar el dominio de Dios y la libertad humana no podría ser limitada por ley alguna»; y, por su puesto, el último en recibir era san Pío X, al condenar en la Encíclica Vehementer la separación en Francia de la Iglesia y del Estado. En ella podemos leer una sentencia que debiéramos recordar a muchos católicos: “Que sea necesario separar la razón del Estado de la de la Iglesia es una opinión seguramente falsa y más peligrosa que nunca”. Agradecimos el artículo de Savater que nos permitía hacer memoria del magnífico magisterio eclesial y, aunque para él era un recordatorio de una doctrina “superada” incluso por la propia Iglesia, para nosotros es motivo de una reflexión perenne.

El verdadero sentido del laicismo. El caso mexicano.

Es frecuente, incluso entre pensadores y periodistas católicos, realizar esfuerzos intelectuales para conceptualizar un laicismo moderado o “sano”. De tal forma que si se realiza una distinción entre un laicismo anticristiano y un laicismo no anticristiano, parece que lo católico podrá sobrevivir y desarrollarse en un ambiente no agresivo. Realizada esta falsa distinción se acaba proponiendo como ideal para una sociedad cristiana un “Estado neutro y aconfesional”. Pero ni el magisterio de la Iglesia, ni la experiencia histórica, nos permiten pensar así. Durante años, aprendí en Schola Cordis Iesu que cuando se pretende que el Estado y la Iglesia estén separados y al mismo nivel, lo que se acaba proponiendo es que la Iglesia esté sometida al Estado. El laicismo neutro o la separación respetuosa de la Iglesia y el Estado no existen. Son una mera entelequia. Por eso el laicismo, aunque en diferentes ritmos y manifestaciones, acaba siendo anticristiano. Cuando en España un gobierno socialista pretende fomentar la “libertad de conciencia” y la pluralidad de cultos, es simplemente para liquidar la conciencia cristiana y el culto católico.

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Plutarco E. Calles

Un caso de este laicismo lo encontramos en la historia de México. La persecución a la que se vio sometida la Iglesia católica durante el gobierno de Calles, y que dio lugar a la guerra cristera, no puede entenderse como una anécdota histórica. El laicismo del gobierno Calles no fue la excepción de un laicismo “sano” y moderno, sino que fue la continuación lógica de un Estado –el mexicano- que se quiso erigir en laico desde casi su independencia de España. Tras la independencia de México, el primer mandatario estable, el emperador Agustín de Itúrbide, fue rechazado por la masonería que consiguió su fusilamiento en 1824 y así proclamó la República.

El laicismo neutro o la separación respetuosa de la Iglesia y el Estado no existen. Son una mera entelequia. Por eso el laicismo, aunque en diferentes ritmos y manifestaciones, acaba siendo anticristiano.

La República nació como un Estado masónico y, por concomitancia, laico. En 1955 se produce la revolución, liberal en su verdadero sentido, de Benito Juárez. Impulsado por la logia masónica de Nueva Orleáns, Juárez impuso en México la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma de 1859. Ambas eran “laicistas”. Ello significaba un intento legal de eliminar la Iglesia, bajo excusa de objeción de conciencia y libertad de cultos. Las Leyes de Reforma impulsaban la nacionalización de los bienes eclesiásticos, secularización de cementerios, hospitales y centros de beneficencia. Juárez intentó, igualmente, fundar una Iglesia nacional mexicana separada de Roma.

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Cristeros ahorcados

Cuando Napoleón III impuso a Maximiliano de Austria (1864-67) la influencia masónica y laicista no cesó. Los masones ofrecieron al Emperador la presidencia del Supremo Consejo de las logias, que él declinó, pero aceptó el título de protector de la Orden. Tras la vuelta de Juárez, a éste le sucedió Sebastián Lerdo de Tejada (1872-76), que había estudiado antiguo seminarista como Juárez, acentuó la persecución religiosa. Expulsó a las Hermanas de la Caridad, dejando sin atención a cerca de 15 mil personas en sus hospitales, asilos y escuelas. En cambio, favoreció oficialmente la difusión del protestantismo. En el mismo año de 1873 se prohibió que hubiera cualquier manifestación o acto religioso fuera de los templos. Lerdo de Tejada tuvo que enfrentarse a los indígenas católicos en la llamada guerra de los Religioneros (1873-1876). Otro ex seminarista, el general Porfirio Díaz desencadenó una revolución que le llevó al gobierno de México durante casi 30 años. Este general fue más tolerante con la Iglesia. Pero dejó vigentes las leyes persecutorias de la Reforma, aunque normalmente no fueron aplicadas. Esta falsa paz, que desorientó a muchos católicos, no permitía ver que el espíritu laicista antirreligioso se mantuvo especialmente en la educación pública.

Expulsó a las Hermanas de la Caridad, dejando sin atención a cerca de 15 mil personas en sus hospitales, asilos y escuelas. En cambio, favoreció oficialmente la difusión del protestantismo. En el mismo año de 1873 se prohibió que hubiera cualquier manifestación o acto religioso fuera de los templos.

Esta ilusión de paz laicista no podía ser eterna y México, tras la época porfiriana, se vio sometido a numerosas convulsiones y revoluciones. Tras otra revolución, el general Venustiano Carranza llegó a la presidencia mexicana (1916-20), reiniciando la persecución contra la Iglesia. Sus tropas eran conocidas por incendiar templos templos, robos, violaciones y atropellos a sacerdotes y religiosas. Hasta tal punto que todavía hoy en México carrancear significa robar. Durante su mandato se decretaron normas absurdas como que sólo se celebrara Misa los domingos y bajo determinadas condiciones; que no se celebraran Misas de difuntos o que se administrara el sacramento de la penitencia sólo a los moribundos, en voz alta y delante de un funcionario. A Carranza le sucedió el general Obregón (1920-24). Durante su mandato los ataques a la Iglesia se sucedieron: desde atentados con bomba contra el arzobispado de México a izar banderas de la revolución bolchevique en las catedrales de México y Morelia. Pero lo que más caló en la conciencia católica mexicana fue el atentado contra el altar de la Virgen de Guadalupe. Incluso Mons. Philippi, Delegado Apostólico, fue expulsado por haber bendecido la primera piedra puesta del monumento a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete.

cris2La persecución de la República mexicana hacia la Iglesia católica no fue accidental sino que le era esencial. El laicismo que emanaba de sus principios constitutivos no pretendía convivir con la Iglesia católica sino reducirla a escombros. Y lo peor estaba por llegar con el gobierno del general Plutarco Elías Calles (1924-29). Bajo su mandato se desencadenó la Cristiada: el levantamiento en armas de un pueblo católico para defender su fe. Los motivos fueron más que justificados pues el laicismo, con Calles, alcanzó su desarrollo pleno. Reformando el Código Penal, la Ley Calles de 1926, obligaba a la expulsión de los sacerdotes extranjeros, sancionaba con multas o prisión a quienes se dedicaban a la enseñanza religiosa, prohibía vestir como clérigo o religioso y exclaustraba las órdenes o induzcan a la vida religiosa, o realicen actos de culto fuera de los templos. Calles, al igual que Juárez, suscitó la creación de una Iglesia cismática mexicana en torno a un precario Patriarca Pérez, que finalmente murió en comunión con la Iglesia.

La persecución de la República mexicana hacia la Iglesia católica no fue accidental sino que le era esencial. El laicismo que emanaba de sus principios constitutivos no pretendía convivir con la Iglesia católica sino reducirla a escombros.

Es conocido el discurso de del que sucediera a Calles, en 1929, Emilio Portes Gil, ante los líderes de la Masonería norteamericana: Venerables hermanos: Mientras el clero fue rebelde a las instituciones y leyes del gobierno de la República, estuve en el deber de combatirlo como se hiciese necesario… ahora, queridos hermanos, el clero ha reconocido plenamente al Estado y ha declarado sin tapujos que se somete estrictamente a las leyes… La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veinte siglos. De suerte, pues, que no hay que espantarse: lo que debemos hacer es estar en nuestro nuevo puesto, no caer en el vicio en que cayeron los gobiernos anteriores… que tolerancia tras tolerancia, y contemplación tras contemplación, los condujo a la anulación absoluta de nuestra legislación. Lo que hay que hacer, pues es estar vigilantes. Los gobernantes y los funcionarios públicos, celosos de cumplir la ley y de hacer que se cumpla. Y mientras esté yo en el gobierno, ante la Masonería yo protesto que seré celoso de que las leyes de México, las leyes constitucionales que garantizan plenamente la conciencia libre, pero que someten a los ministros de las religiones a un régimen determinado; yo protesto, digo, ante la Masonería que mientras yo esté en el gobierno se cumplirá estrictamente con la legislación. En México, el Estado y la Masonería en los últimos años han sido una misma cosa: dos entidades que marchan aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han estado en el poder han sabido siempre solidarizarse con los principios revolucionarios de la Masonería.

cris4El laicismo, la República y el proyecto masónico eran lo mismo. Ante el último asalto laicista, ¿qué podían hacer los católicos mexicanos: simplemente lo que hicieron, levantarse en armas. Nadie piense que se exaltaron los ánimos y que los católicos actuaron precipitada y desproporcionadamente. La resistencia a los ataques laicistas por parte de la República pasaron por diversas fases de resistencia pacífica. La más importante se concretó el 9 de marzo de 1926 con la constitución de la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa. La Liga organizó a miles de católicos mexicanos para realizar manifestaciones, protestas pacíficas, incluso boicots económicos. Pero todo fue inútil ante las intenciones laicistas del gobierno. Al pueblo creyente sólo le quedaba dos opciones: luchar o morir.

3 comentarios en “El laicismo mexicano y su remedio cristero (1)

  1. Pingback: El laicismo mexicano y su remedio cristero (y 2) | Anotaciones de Javier Barraycoa

  2. La palabra «laicismo» es naturalmente un engaño: es anticatolicismo.

    Pero si dicen anticatolicismo, tendrían al pueblo en contra. Por eso hay que usar palabras obscuras, que cada cual de el significado que quiera.

    En definitiva, una organización, que funciona como una monarquía absoluta secreta, intenta expulsar del país la religión de la tierra -la católica; no la protestante, la ortodoxa o la musulmana-

    La excusa es el laicismo, el progreso, la ilustración, la ciencia, la modernidad, Darwin y Galileo…y todo lo que se les ocurra; pero lo que hay detrás es echar del país, a veces de una manera muy sangrienta, esta religión con sus muestras de arte, como si quisiesen destruir también la civilización que ha dado lugar.
    Naturalmente, en Francia y en todos estos países, se han apoderado de los bienes de la Iglesia con las «desamortizaciones».

    ¿Por qué tanto ensañamiento?
    Naturalmente, porque masonería y catolicismo tienen puntos comunes: masonería dice profesar una especie de religión natural vinculada con el protestantismo (la masonería nace como forma de sociabilidad de personas de distintas sectas protestantes y clase acomodada). Es decir, son competidoras.

    El otro, el tener un enemigo común que fomente el esfuerzo y justifique su existencia y el ataque. (la Iglesia Católica fue el enemigo común de todas las sectas protestantes). De ahí que se sigan utilizando lo de que el catolicismo es contrario a la modernidad, al librepensamiento, a la ciencia, al progreso…etc. Todo falso, claro.

    Las pruebas las podemos ver en estos países: llevan 200 años independientes; y han sido libres para imponer las medidas económicas, educativas…necesarias para ser modernos, libres, tener premios nobeles en ciencias, progresar…En todo han sido unos desastres (como nosotros).

    Porque la Ciencia, el progreso, la educación, la modernidad no dependen de la religión, ni de la masonería, ni de los decretos del gobierno ilustrado. Depende de la estructura económica de un país: por eso los países con desarrollo económico similar, tienden a tener estructuras sociales y costumbres si no iguales, paralelas.
    Mientras que Hispanoamérica tenga una estructura económica primaria (agricultura, pesca y minería), la sociedad que modele será igual a la que había y hay hoy, mal que le pese a la masonería y a los progresistas. Cuando se industrialice, será más parecida a la de los Estados Unidos.

    Seguimos con las mismas falsas historias (ahora aumentadas con la también falsa consigna de que la pobreza de América latina se debe a la influencia de la Iglesia católica española). Y seguiremos con los mismos resultados, porque no se hace lo que se tiene que hacer (lo que hizo Corea en los años 60 para pasar de ser una nación del tercer mundo a una nación rica exportadora de ordenadores y automóviles. O Franco, para no ir más lejos)

    El problema con esta red jerárquica de poder absoluto secreto es que el que tiene la suficiente influencia para manejarla, lo hace en su provecho egoísta. De ahí que la masonería sea un lugar para hacer negocios relacionados con el Estado -lo que llamamos «corrupción»- (cosa muy democrática y muy iluminadora). O de que alguien, que no sabemos quien es ni cuales son sus intereses, imponga a través de sus socios y de la influencia de sus socios en la política el aborto, la inmigración masiva de musulmanes y últimamente la «ideología de género» (muy poco democrático, por cierto)

    Naturalmente la Iglesia estorba.

    No porque sea una estructura de poder, que lo es, sino porque su misión es la de defender a la humanidad.

    Además la Iglesia católica defiende la conciencia personal, cosa que no existe en otras religiones: y la conciencia personal es un buen escudo contra cualquiera que te obligue a hacer algo que sea moralmente malo, ya sea imponer el aborto, ya que des un contrato público a una persona que no reúne los requisitos, pero que sí que conoce personalmente al maestro de la logia; o éste espera cobrarle en su momento el favor otorgado.

    ¿Vivimos mejor con la masonería?

    Evidentemente, los masones con un alto grado, sí.

    Pero nosotros, no.

    Insisto en que llevamos más de 200 años de experiencia; y la Historia no miente.

    Además la prudencia mínima nos dice que cuando alguien tiene mucho poder, tenemos que saber quien es y lo que quiere.

    Por lo menos sabemos quienes son los propietarios de The New York Times, The Wall Street Jounal, The Wahington Post; y por tanto sabes cuales son los intereses que sirven.

    Con la masonería, nunca.

    Es un error dejar que cualquiera manipule los órganos del Estado a voluntad. No es democrático; y no es patriótico.

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  3. …»alegato contra el magisterio tradicional de la Iglesia respecto a libertad de conciencia o los males de la separación de la Iglesia y el Estado»…

    Las sociedades católicas en la época eran católicas; por tanto, y sin considerar la teología, o la lógica formal de estas medidas, la obligación de cualquier líder es la de conservar la integridad de su sociedad

    (llámese club de esgrima, ciudad, sociedad de pastos, Société de Bains o lo que quieran)

    Por tanto los Papas Gregorio XVI, Pio IX y León XIII están haciendo exactamente lo que tienen que hacer.

    Tendríamos que preguntarnos quien están detrás de estas medidas y con qué objetivos. El hecho de que haya pasado ya 150 años debería fomentar su análisis de una manera objetiva y no partidista.

    Primero hay que partir de que el hombre es un animal social: es imposible que viva solo; por tanto el grupo es fundamental. Tan fundamental es que los anunciantes utilizan el grupo para influir inconscientemente a la persona que quieren vender algo.

    Por tanto, si lo que define a una sociedad es la religión -hasta hace muy poco, todas o la gran mayoría de las sociedades se basaban en la religión-, tenemos que decir que la religión es un elemento vital de una sociedad dada; y que en este caso, que son sociedades católicas, para éstas es la religión católica.

    Hay que tener en cuenta que la religión católica establece una gran gama de compromiso: desde uno casi nominal (casarse por la Iglesia), pero que vive en una sociedad católica; hasta uno con un gran compromiso (ser cartujo). Básicamente, como de lo que se trata es de mantener la sociedad católica, la creatividad en teología ataca a la misma sociedad, por lo que tiene que estar prohibida.

    El segundo tenet de la religión católica es que la religión católica establece una serie equilibrada de relaciones entre el individuo y el grupo. Y entre los que ocupan la jerarquía de la sociedad; y los que están en la base. La diferencia con las demás religiones está en el equilibrio -no hay sumisión-, y en la humanidad (todos los seres humanos son iguales como hijos que son de Dios). (recuerdo que el hombre, como animal social, es jerárquico. No existe nada similar a democracia o igualdad en nuestra naturaleza)

    De modo que cualquiera puede estar tan cómodo como quiera. Es libre de elegir y de vivir la opción que quiera.

    ¿Cuando empieza a fallar ésto?: cuando en las sociedades católicas empiezan a tener poder elementos ajenos a ellas: protestantes y judíos.
    Estos se alían con los «libertinos» nativos.

    La única manera de que ellos, que son millonarios (los protestantes son banqueros suizos), puedan aprovecharse de los recursos públicos (por ejemplo, recaudar impuestos, negocio muy lucrativo) sin dejar su religión, es que el país deje de ser católico. (o que al menos tenga las libertades que existen en Inglaterra tras la Guerra Civil)

    No tiene nada que ver con la moral, la tolerancia, la ética o lo que sea.
    Tras la Revolución, estas corrientes acaban cristalizando en la masonería; y por eso la masonería, que numéricamente es una fracción del pueblo francés, ha estado intentando destruir la religión católica desde hace 200 años. Legalmente; desde los Palacios Borbón y Luxemburgo.

    Hay que entender que con el liberalismo, lo que estos grupos de presión quieren hacer es quitar los frenos sociales y morales para que los ricos (ellos), se hagan todavía más ricos (a costa de los demás, que les quitan las defensas que tenían gracias a la religión y a la costumbre)

    Naturalmente, no lo dicen así de claro: no dicen que tal medida es para enriquecerse ellos personalmente (apoderarse de los bosques comunales de los pueblos, por ejemplo); sino que dicen que es bueno para el país; o para el progreso; o no sé que de las «manos muertas».

    De haber sido la religión católica la única (salvo unos puntos protestantes) hace 2 siglos, nos encontramos con una religión perseguida; y eso que sigue siendo mayoritaria en el electorado francés.

    ¿Como es eso?

    Porque en su momento, esos elementos, que eran minoría, han tenido tanto poder e influencia, que a través del dominio de los políticos, han impuesto todas las medidas anticatólicas que han querido -sin haberlas votado la población, que es totalmente ajena-: es el mito y el engaño de la «República» y «los valores republicanos» (ser dominados por una minoría de otra religión); y de la «democracia» (ser votados para hacer otra cosa, y dar así legitimidad aparente a sus medidas no votadas por el electorado)

    La conclusión es que estos papas tenían razón; y que Sabater, que no es más que un divulgador de filosofía, no.

    Cuando no vamos a los hechos, a los resultados; y nos movemos en el reino de las ideas y de los eslóganes, nos engañan como chinos.

    Luego nos llevamos las manos a la cabeza de cómo un Zapatero necio puede arruinar todo un país; o como un ladrón público como Pujol puede tener en jaque a todo el Estado al borde de un golpe de Estado y guerra civil (y lo que es más extraordinario, sin poner una sola perra de su dinero); o del hundimiento de la religión católica (¿a quién le conviene?); o de la desindustrialización del país; o de la colonización masiva de musulmanes (¡qué casualidad!); o de la corrupción generalizada a todos los niveles de la población…

    Y todo con muy bonitas palabras: como las que utilizaba el zorro de la fábula para robarle al cuervo el queso. Y nosotros como pardillos, dejamos caer el queso no una, sino todas las veces que nuestra vanidad se sienta alagada con palabras como «progreso», «ciencia», «democracia», «ilustración», «tolerancia», «humanidad»…las mismas que utilizan los masones.

    (¿casualidad?)

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