Xammar

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«Escamot» del Estat Català, posando

¡Qué alegría! Desde tiempos de Pujol que no teníamos un presidente que ha leído algo, aunque sólo sea para intoxicar su alma. De Pujol sabemos que se había empapado de Prat de la Riba, algunas cosillas del catalanismo clerical y que había mamado de la ubre omnisciente del montserratismo catalanista. Ello se notaba en muchas conferencias, discursos y reflexiones con las que dictaba su autoridad patriarcal sobre el catalanismo. A parte de tener un ojo puesto en el 3%, era consciente que el otro ojo lo tenía que dirigir a un relato de la historia del catalanismo del que él debía ser protagonistas de los últimos capítulos.

Luego llegó Maragall, que tenía una cierta cultureta propia de un miembro de una familia barcelonesa de apellido ilustre. Su abuelo nunca le hubiera perdonado que en algún discurso institucional no lo hubiera citado. La cultura catalanista de Pascual Maragall era como el valor en la mili: “se le supone”. De Montilla, salvo sus lecturas revolucionarias de joven maoísta, de las cuales no debió entender nada, no creemos que distinga Ventura Gassol de Pau Gassol.

Pujol, a parte de tener un ojo puesto en el 3%, era consciente que el otro ojo lo tenía que dirigir a un relato de la historia del catalanismo del que él debía ser protagonistas de los últimos capítulos.

Y qué decir de Artur Mas. Empezamos a dudar de que cuando fue a Norteamérica, a curtirse en la cultura económica moderna haciendo un máster, llegara a distinguir un MBA de la NBA. En sus discursos institucionales, cuando se citaban a catalanistas insignes, se notaba de lejos que el discurso estaba escrito por un negro (perdón, por un afrocatalano). Puigdemont lo tenía muy fácil. Le bastaba recordar los discursos patrióticos de sus antepasados de Amer (Gerona), y sólo tenía que sustituir la palabra “España” por “Cataluña” o “República” y le salían unos discursos la mar de entusiastas.

Torra, el enviado

Pero cuando todo parecía perdido, la Providencia nos ha enviado a Quim Torra. Por fin alguien que sabe quién es Eugeni Xammar, uno de los nacionalistas radicales que florecieron durante la dictadura de Primo de Rivera y que aplaudían con las orejas la vía insurreccionista para conseguir la independencia de Cataluña. El cariño por Xammar, posiblemente se debe a que es una proyección de la frustración de Quim Torra, pues después de haber malgastado parte de su vida de vendedor de seguros al servicio del capitalismo multinacional, luego quiso redimirse como publicista, editor y periodista (ven que ir al psicólogo es barato). Por cierto, escribió al ser despedido un alegato contra el capitalismo, a favor del decrecimiento económico y citó alguna obra que reclama la pereza como actitud fundamental para trabajar en la empresa.

Quim Torra se ha mostrado conocedor –incluso a homenajeado- de personajes como Daniel Cardona, que estuvo en todos los grupúsculos insurreccionistas –por no decir terroristas- del catalanismo radical: el Estat Català, Banderan Negra, Nosaltres Sols!, y un largo etcétera de proyectos minoritarios que acabaron en nada, pero le dieron caché al independentismo, y tonos fascistoides y racialistas.

Quim Torra, al ser despedido, escribió un alegato contra el capitalismo, a favor del decrecimiento económico y citó alguna obra que reclama la pereza como actitud fundamental para trabajar en la empresa.

¡Ah! Y como no olvidar la devoción de Quim Torra hacia los hermanos Badía, líderes naturales de ERC, asesinados por los anarquistas con la connivencia de Companys. Todo ello nos produce –insistimos- una inmensa alegría. Creíamos que esos personajes, fundamentales para entender el embrión del separatismo radical del nacionalismo catalán, sólo nos interesaban a cuatro. Cuatro que para colmo tres no somos separatistas. Por fin, gracias a un alucinado hispanófobo, podemos resituar el catalanismo en una de sus etapas menos conocidas, pero indispensable para comprender actitudes actuales.

Pero no todo pueden ser laudatios al nuevo presidente de coloretes en plan Heidi y aspecto de haber sido maltratado en su infancia, durante la hora del patio del colegio, para robarle su bocadillo. Pues tiene la pinta de haber sido el típico torpe y tímido que no paraba de recibir collejas en el patio. Quizá estos traumas infantiles expliquen, también, por qué nuestro xeno-president le tenga miedo a las mujeres y haya designado –para gran escándalo de la CUP y ERC- un govern sin la sacrosanta paridad.

Quim Torra puede ser toda una sorpresa. Hemos visto a mediocres llegar muy alto

Pero decíamos que no todo pueden ser laudatios. Quim Torra puede ser toda una sorpresa. Hemos visto a mediocres llegar muy alto. Y –hemos repetido hasta la saciedad- que en la política interna catalana, los más locos, atolondrados y con discursos incendiarios, son los que se llevan el entusiasmo de las abuelas-amarillas. El tiempo nos dirá. Pero, si bien Tarradellas tenía claro que el catalanismo no podía volver a recorrer el camino de la radicalidad (un camino que por cierto el recorrió en su juventud), Torra nos ha devuelto a la casilla de partida. Empieza nuevamente la diversión.

Javier Barraycoa

Publicado en La Gaceta

2 comentarios en “Xammar

  1. Pingback: “Xammar” por Javier Barraycoa

  2. Diversión? Será para los que viven de la política, o están bien situados económicamente; para los empleados pobres y desempleados no es ninguna diversión. El separatismo mantiene los recortes sociales, y échate a un separatista de patrono verás lo que es explotación laboral.

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