Cine: «Elephant» y el nihilismo

 

Elephant y el nihilismo

17/11/2007

A FONDO

Ofrecemos a continuación la conferencia que impartió el Dr. Javier Barraycoa en el Cinefórum sobre la película “Elephant” en el Ciclo “Cine y Eduación” organizado conjuntamente porNarracine, La Trama, Fe y Cultura yCinemaNet

“Elephant”  y el nihilismo.

Dr. Javier Barraycoa.

La película de Gus Van Sant es un filme peculiar tanto en la filmografía del director, debido a los recursos narrativos que emplea, como en las películas dedicadas a analizar la violencia juvenil. Cabría el error, al ver por primera vez la película, de creer que se trata de una violencia generada por la permisividad de las ventas de armas en Estados Unidos. Incluso algunos han querido ver en el título de la película una referencia a la imagen del Partido Republicano (el Elefante).

Explícitamente el guión se centra en el relato de la matanza en el Instituto de Columbine, el 20 de abril de 1999, perpetrada por dos alumnos. Sin embargo, el relato va más allá, al caracterizar -simbólicamente- una sociedad nihilista. Franco Volpi, en una reciente obra dedicada al nihilismo, lo definía como el efecto que provoca pisar placas de hielo. Esto es, la sensación de deslizamiento y precariedad que genera el vivir en una sociedad donde la incertidumbre se apodera de todos los ámbitos de la existencia.

También sería un error pensar que en la película simplemente aparecen dos personajes nihilistas, Eric y Dylan, los chicos que han decidido morir divirtiéndose, mientras asesinan a compañeros y profesores. En el fondo, la película recoge el espíritu de una sociedad nihilista. No es la violencia de individuos aislados la que provoca el nihilismo social, sino que éste es el que genera la posibilidad de asesinatos como el de Colombine. Siguiendo a Nietzsche, un gran descriptor y “profeta” del nihilismo, podríamos decir que: “El nihilismo no es una causa, sino la lógica de la decadencia”.

Del nihilismo intelectual a la sociedad nihilista

Franco Volpi, en la obra antes mencionada, señala que: “El nihilismo no es tanto el experimento de extravagantes vanguardias, sino que forma parte ya del aire que respiramos”. Es cierto que el nihilismo fue propuesto por Nietzsche y otros autores como la futura filosofía hegemónica en Occidente. También es cierto que ciertas propuestas vanguardistas asumían el absurdo vital como un objetivo en el que la violencia serviría para deshacer las viejas estructuras sociales. Al respecto, baste citar la famosa propuesta de André Breton para reivindicar el surrealismo: “el acto surrealista más puro es disparar al azar sobre la multitud en la calle”. Incluso también, allás por los albores de la revolución del mayo del 68, aparecieron en Francia comandos nihilistas que pretendían deshacer el orden existente”.

Todas estas propuestas simplemente se movieron entre unos ambientes minoritarios y todavía no afectaban al resto de la sociedad. Pero, a finales del siglo XX, lo que algunos soñaron para la humanidad, empieza a patentizarse en la sociedad: el nihilismo ha abandonado los salones intelectuales y ya camina entre nosotros. De hecho no percibiríamos lo que realmente ocurre en la sociedad sino la analizáramos desde esta perspectiva. Jünger, en carta a Heidegger, le expone la fuerza de este paradigma: “Quien no ha experimentado sobre sí el enorme poder de la Nada y no ha padecido su tentación, conoce bien poco nuestra época”.

Gus Van Sant, nos da una pista en la película, cuando Michelle, la chica que va a encontrar la muerte en la biblioteca, cae abatida a tiros colocando unos libros en las estantería dedicadas a “Non fiction”. Con ello el director nos quiere señalar que se está describiendo algo real; algo que está aconteciendo en nuestra sociedad y por lo tanto no es fabulación ni accidentalidad.

¿Qué es una sociedad nihilista?

Retomamos nuevamente a Nietzsche por su capacidad de profetismo intelectual: “Describo lo que vendrá, el advenimiento del nihilismo… (que consistirá en un) vacío y pobreza de valores … El hombre se atreve a la crítica de valores, (pero) no reconoce su origen … lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos”. Este análisis centrado en la desubstancialización de los valores es importante. En la propia película se puede ver una escena, rodada en un plano asfixiante, en el que un grupo de alumnos discuten, con su profesor al frente, sobre la homosexualidad. El debate entre los alumnos se centra en “valores” tal y como la tolerancia hacia los homosexuales, pero el debate no es profundo ni busca pensar la cuestión vitalmente, sino que cada alumnos está adquiriendo simplemente hábitos de discusión, pero no de reflexión. De hecho, la escena, está rodada en un plano giratorio que manifiesta una circularidad cerrada: ese debate no va a ningún lado, no tiene finalidad.

Coincide esta construcción icónica, con otra definición que da Nietzsche del nihilismo: “Falta el fin, falta la respuesta al ¿para qué? … los valores supremos se desvalorizan”. Así, el filósofo alemán nos muestra el nihilismo como la muerte de todo planteamiento teleológico tanto en el plano vital como intelectual. Esto puede traducirse en un sistema educativo donde queremos centrarnos en comunicar “valores” a los jóvenes, pero sin adentrarles en la búsqueda y fundamento de esos valores. No descubrir estos fundamentos, genera un profundo nihilismo aderezado de simpáticos valores desconectados de la vida.

A fuer de alargarnos, no podemos menos que reflexionar las etapas del nihilismo que describe el filósofo alemán en “El crepúsculo de los dioses”. En un epígrafe titulado “Cómo el mundo verdadero terminó por convertirse en una fábula”, nos relata los pasos que sigue el nihilismo para extenderse por una sociedad. Ya que de la “realidad” a la “nada” no se pasa de golpe.

En primer lugar aparece el nihilismo incompleto. La distinción entre el mundo verdadero o una fabulación del mismo, no desaparece del todo. Por eso, el nihilismo incompleto se traduce en la aparición de “fes” o creencias. Esto es en la afirmación de “interpretaciones falsas de la realidad” como si fueran la realidad. Nietzsche nos habla del “cientificismo”  (creer que toda explicación científica explica la realidad), de las ideologías políticas (formar falsas y racionalistas de explicar la vida social), incluso del arte, como representación simbólica de la realidad (evidentemente referido a ciertos vanguardismo artísticos). Pero esta fabulación de la realidad, aparentemente científica y sólida, dejará paso ?en boca de Nietzsche- a un nihilismo completo. Podríamos decir que la modernidad se identifica con esta descripción de Nietzsche. En cambio la posmodernidad se identificará mejor con el nihilismo completo.

El nihilismo completo es una liberación de estas apariencias cientificistas e ideológicas. De hecho, en la película puede apreciarse como los dos jóvenes asesinos se asombran ante un reportaje sobre los nazis. Ni siquiera tienen bien claro quién es Hitler en las imágenes. La ideología nazi les da igual, simplemente le asombra. Sin embargo su “pose vital” ya es tremendamente vitalista y nihilista. Igualmente, mientras que en el instituto de debate “ideológicamente” sobre la homosexualidad, ellos tienen en la ducha una relación homosexual. Esta relación está desprovista de ideología y justificación. Simplemente han decidido tenerla porque la ocasión lo permite: van a morir y aún no han tenido relaciones sexuales. El  nihilismo queda reflejado como una cultura donde las cosas se realizan sin necesidad de fundamento y justificación, simplemente porque de facto se pueden hacer. El nihilismo completo tendría tres fases. La primera sería el “pasivo”, donde penetra la conciencia de la muerte como única realidad. Esto lo vislumbró Nietzsche como un momento en el que Occidente se aproximaría al budismo, en cuanto que gran filosofía nihilista e “inventora de la muerte” (en cuanto que negación de la eternidad tras el fallecimiento. En segundo lugar el nihilismo “activo” se manifestaría por un crecimiento de la voluntad de poder y espíritu de destrucción. Y, en tercer lugar, sentencia Nietzsche, el nihilismo “extremo” quedaría reflejado en sostener una única fe: “Toda afirmación de lo verdadero es falso. Por tanto, estaríamo en una sociedad donde la educación y ?la propia vida- serían imposibles. No deja de ser paradójico el que la imperante cultura de la “educación en valores” acaba generando un tremendo escepticismo entre los jóvenes.

Nihilismo como cultura de la muerte

Es evidente que Gus Van Sant quiere describir una cultura de la muerte. Para ello usará de símbolos y estrategias a lo largo de toda la película. El propio título escogido puede significar al animal que monta la diosa hindú Indra, con el que se encamina a la destrucción de sus enemigos, al menos esta intencionalidad la ha explicitado el director en alguna entrevista. En una escena de la película mientras que uno de los jóvenes asesinos toca el piano, nuevamente una escena giratoria y asfixiante nos muestra el cuarto del adolescente. Entre los cuadros y dibujos colgados se puede descubrir el de un elefante. También, y permítasenos una interpretación más libre, el elefante es el animal que se encamina hacia el lugar donde ha de morir, al igual que la película nos muestra cómo todos lo personajes se van encaminando al punto fatídico ?el Instituto- donde encontrarán la muerte.

Esta relación entre nihilismo y muerte no es accidental. Baste leer el final de la obra de Max Stirnner, “El único y su propiedad”, donde se realiza un cántico al nihilismo y la autodestrucción. Por eso, encontramos que aquellos que se han encontrado ante el nihilismo no lo han trivializado. Thomas Mann, aseguraba que: “quien toma en serio a Nietzsche, quien lo toma al pie de la letra, está perdido”. O Heidegger, escribiendo al filósofo Jaspers, le confesaba: “Nietzsche me ha destruido”. En la película aparecen varias formas de muerte, por un lado la explícita y sangrienta, pero, por otro, la muerte social, visualizada en formas de desprecio o egoísmo. Michelle, antes de morir en la biblioteca, ha sido “asesinada” por sus compañeras en el desprecio y con la exclusión. Tres amigas, que también serán asesinadas en los lavabos, antes han decidido autodestruirse con su bulimia.

Nihilismo como animalización

Gus Van Sant utiliza el simbolismo animal en la película como un intento de demostración de la animalización o deshumanización que está sufriendo la sociedad. Según reconocía en una entrevista para un medio francés, las tres chicas bulímicas quiere relacionarlas con el cuento de los tres cerditos. El lavabo donde se encierran para vomitar representa -al igual que el cuento- el intento de protegerse de los peligros del mundo, o la vida exterior. Pero, quizá en un sentido más profundo, pueden indicar la duplicidad vital a la que nos aboca la sociedad. Por fuera, mostramos el vitalismo (propio de los jóvenes de nuestra época), pero por dentro ?encerrados en los lavabos- nos autodestruimos.

Otro símbolo animal aparece con el tigre. Este animal es el símbolo del Instituto y los chicos y chicas, mientras practican deporte llevan un chándal con la imagen del tigre. En un momento de la película, Michelle, está mirando el cielo, como esperando algo que la saque de su peculiar infierno vital. En esa escena porta un chándal con el tigre. El Instituto se ha convertido en un depredador y ella es presa. Se anuncia así su muerte. El último asesinato, con el que finaliza dramáticamente la película, se ejecuta en la despensa. Ahí, el escenario son las carnes de los animales muertos, como representando la sociedad depredadora en la que estamos inmersos.

Pero quizá, dentro del bestiario de la película, el toro que porta John, el protagonista (si es que hay protagonistas en la película), estampado en su camiseta amarilla, sea el más significativo. Este toro representa el minotauro y su laberinto de la muerte. De hecho, a lo largo de la película, los personajes van recorriendo los interminables pasillos del Instituto. Son escenas que se hacen pesadas, pero que buscan que el espectador sienta la pesadez de una vida nihilista. El Instituto es un laberinto sin objetivos reales, sólo aparentes, donde cada chico va divagando sobre sus microproblemas vitales. Los pasillos, semioscuros, son como los túneles de un laberinto mortal.

El nihilismo, la racionalización y la técnica.

Un sociólogo, Daniel Bell, decía que el nihilismo no es la actitud contraria a la racionalidad, sino su consecuencia.Parecería que en un mundo en el que dotamos a los jóvenes de conocimiento y tecnología, excluiríamos el nihilismo. Sin embargo, el racionalismo, en cuanto que racionalidad sin fundamentos y principios, y la propia tecnología, se vuelven contra el hombre. Alexandr Herzen, auntor de un “Catecismo anarquista”, afirmaba que: “el nihilismo es la lógica sin estrecheces, es la ciencia sin dogmas”. Igualmente Kirilov, uno de los personajes anarquistas de “Los Demonios” de Dostoievsky, decide suicidarse como argumento racional contra la existencia de Dios. Así, los jóvenes asesinos de la película, han usado la racionalidad. Han decidido que la vida no tiene ningún sentido y, por lo tanto, mejor morir divirtiéndose. Aunque no hay mayor forma de entretenimiento que disolver la realidad que consideras opresora y deprimente. De ahí, que se animen uno al otro diciendo, “sobre todo diviértete”, antes de empezar la matanza.

Los jóvenes también participan de la alta tecnología. Uno de ello es un virtuoso pianista. Ambos dominan los juegos por ordenador, donde ya empiezan a matar virtualmente. El sistema educativo y social les ha dotado de habilidades para dominar complejas técnicas, pero ello no les hace más humanos. En cierta medida esto ya fue previsto por el filósofo Ernst Jünger, cuando en su obra “Sobre el dolor”, denunciaba: “Cuando la realidad es plasmada y transformada por la técnica y las ideas, personas e instituciones no se adecuan tan rápidamente, se produce nihilismo”. Por eso, en la película, los chicos matan personas viturales que salen de espaldas. Así, en el Instituto muchos moriran también con tiros por la espalda. No ver la cara de la persona contribuye a la despersonalización de la víctima. La vida acaba siendo una extensión de la realidad virtual proporcionada por la técnica.

Nihilismo como despersonalización y desocialización

A lo largo de la película la ausencia de vida social, y por tanto del triunfo del individualismo, se descubre fotograma a fotograma. Una de las formas de aniquilación de la sociedad es el individualismo de los jóvenes del Instituto. En un barrido por el comedor se van escuchando conversaciones frívolas sobre la imagen propia de los alumnos, absolutamente preocupados por su imagen ante los demás. También, en un momento dado, uno de los jóvenes, planificando la matanza en la cafetería, se ve abrumado por la chillería de sus compañeros, y se ve obligado a taparse los oídos. Parece representarse así, el desprecio hacia lo social que ya no se soporta desde el nihilismo. En este mundo cerrado, no hay prácticamente adultos. Uno de ellos, el maestro, que mantiene en una escena una cara impasible como si no estuviera en su mundo sino atado a una situación que desprecia, acabará siendo asesinado por la espalda.

Otro adulto es un padre borracho absolutamente abstraído de la realidad de su hijo. Incluso, y es peor, la madre de los asesinos sale en una escena pero la cámara ha recortado su cabeza. Es simplemente un cuerpo que más o menos a disgusto su única función parece ser alimentar a sus hijos. La falta de vida social también queda reflejada en la falsa amistad de las tres jóvenes bulímicas. Entre ellas discuten sobre una amistad que debe ser correspondida casi cuantitativamente en el número de horas de dedicación. Eli, el joven fotógrafo, parece deambular sólo por la vida y el Instituto con el fin de realizar su vocación artística. Pero también acabará muriendo. Gracias a él, se nos muestra otra característica del nihilismo, que es la confusión del sentido del tiempo. Su vocación, manifiesta, consiste en “captar el instante”, inmortalizar el presente.

Esta actitud, propia de nuestro tiempo, va hilada a la pérdida del sentido de comunidad, pues una vez no se percibe que somos parte de un colectivo y, por tanto, de la historia, el tiempo empieza a relativizarse, hasta dar más importancia al presente que al pasado y el futuro. Esta absolutización del presente, propia de la posmodernidad y de una sociedad nihilista, queda reflejada en la película de varias formas. Una de ellas es la “pesadez”, la lentitud de la película. Gus Van Sant ha creado un filme artificiosamente lento, para que el espectador experimente una pesadez vital. Por otro lado, las escenas se van repitiendo pero desde la perspectiva de cada uno de los personajes. Por tanto, el espectador está obligado a ver varias veces la misma escena, aunque sea desde una perspectiva diferente. Cuando no hay comunidad, no hay un sentir común, por tanto toda la vida social se reduce a encuentros de individualidades, donde no hay una “visión común de la vida” sino una perspectiva individualista e interesada.

Una esperanza

Aunque parezca mentira la película se acaba con un cántico a la esperanza. Un joven se salvará. Se trata de John, el chico de la camiseta amarilla. En la película hay un extraño paralelismo, pues sólo otro chico del Instituto lleva también camiseta amarilla. Éste, un chico negro, parece fornido y capaz de resolver por la fuerza la crisis de la matanza. Tiene la posibilidad de huir, pero se siente atraído por el peligro y morirá de una forma casi banal. En cambio, John se salva porque sale del Instituto. Y en cuanto se siente salvado, se ha escapado del laberinto, tiene la imperiosa necesidad de avisar a todo el mundo del peligro. Cuando uno se siente salvado quiere que todos se salven. Su salida del Instituto no es casual, sino que está propiciada por la preocupación que siente hacia su padre. Desde encontrarse con él. A pesar de que el padre es un borracho, el hijo todavía siente la filiación, por tanto todavía hay familia y vida social. No absolutizar el Instituto, ni la vida cerrada y de muerte que se está engendrando ahí, le permite la salvación. De hecho en la última escena, en la que se ve el mismo cielo cubierto que había contemplado Michelle, parece percibirse como un pequeño rayo de sol. 

Publicado en: http://www.cinemanet.info/2007/11/elephant-nihilismo/

2 comentarios en “Cine: «Elephant» y el nihilismo

  1. “Quien no ha experimentado sobre sí el enorme poder de la Nada y no ha padecido su tentación, conoce bien poco nuestra época”.

    Osea, que este «filósofo», no solamente es un neurótico, sino que encima quiere dárselas de inteligente y superior («experimenta la «Nada» -¡nada menos!- y su poder, que es enorme», y «conoce mucho nuestra época») sobre los que no están enfermos, y son unos «deplorables», como si lo viera….

    Pues si no quiere ponerse en tratamiento psiquiátrico, siempre puede suicidarse y dejarnos en paz.

    Este tipo de problemas no existen en el tercer mundo; no porque la gente sea gilipollas, experimente el Todo y su pequeñísimo poder, y desconozcan absolutamente nuestra época…sino porque no se toman por lo que no son, y porque evidentemente no son neuróticos hasta este extremo.

    Lo que no entiendo es que haya gente que admire y siga a estos enfermos…no veo qué beneficio pueden sacar de ello, salvo arruinarse la existencia y arruinársela a quienes les rodean.

    ¿Qué esperas de una civilización en que lo que importa es consumir?
    ¿En que hay un control enorme sobre los chicos?
    ¿En que estás obligado a «triunfar» (cualquiera sabe lo que es eso) y a no ser un «loser»?
    ¿En que la gente está pasivizada (para eso ya tiene botones, coches, discos y radios…) ?
    ¿En que se obliga a los chicos a estar en la escuela, lo quieran o no…?
    ¿En que los chicos son el chivo expiatorio de las neurosis y la mala educación de los padres…?
    ¿En que no hay religión ni una moral superior (que beneficie a todos, empezando por uno mismo) que den seguridad y certeza?

    Una vez me dijo mi padre, comentando las noticias de la televisión sobre los drogadictos (era al final de los años 70, principios de los 80):

    «es que cuando yo era joven, no había estas cosas….»

    Se ve que todo ésto forma parte del progreso progresista, que parece que todo lo que toca lo arruina.

    Pues, yo creo que cuesta lo mismo hacer las cosas bien que mal; y puestos a elegir, no veo la conveniencia de hacerlo todo mal.

    Parecemos tontos. -por votar a los que no debemos-

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  2. Esa frase la escribe Jünger a Heidegger en una carta para exponer la fuerza del paradigma nihilista. En el artículo -conferencia- se incluye para seguir tratando la película en ese aspecto nihilista, precisamente señalando muchas claves erróneas de la sociedad occidental en la que, queramos o no, nos movemos actualmente.
    Es cierto que, muchas cuestiones vienen del alejamiento del orden natural que conviene al ser humano y, por tanto vienen de una artificialización de las cosas, dentro de un subjetivismo e inmanentismo notorios. Pero también por eso mismo es importante saber de qué estamos hablando, analizar el/los fenómenos para poder comunicarlos y enfrentarlos, como se hace en la entrada.

    Me parece muy interesante y completa la conferencia a propósito de esa película, «Elephant».
    Resalto la mención de frases del propio Nietzsche con que se señalan de pleno cuestiones importantes como:
    – Mostrar claramente el nihilismo como muerte -de todo planteamiento teleológico, tanto vital como intelectual- y cultura de muerte.

    – Poner de manifiesto el sinsentido de atreverse a hablar de valores sin reconocer su origen y de un sistema educativo que pretende comunicar «valores» sin tratar su fundamento. La gran falla de la «educación en valores»; que, a su vez, tiene reflejo en las opciones políticas que aprovechan/fomentan esa indefinición para agitar valores-espantajo o directamente prescindir de alusión a ellos. O hablar de haber abandonado principios-valores cuando seguramente nunca se tuvieron. (Sí, debemos parecer tontos por votar a quienes no debemos y por eso es importante tratar y difundir estas cuestiones del pensamiento y la historia del hombre, que parecen abstrusas pero acaban influyéndonos).

    – Señalar un paso intermedio nihilista con aparición de «fes» o creencias, y un paso posterior reflejado en sostener una única fe tremebunda pero que vemos a la orden del día: la de que «toda afirmación de lo verdadero, es falso». Así se entiende el carácter nada inocuo y disolvente del nihilismo que impregna todo en la sociedad posmoderna.

    – Remarcar cómo vislumbró el propio Nietzsche la aproximación de Occidente al budismo. Una filosofía budista inventora de la muerte al negar la eternidad tras el fallecimiento. Esto por sí solo debería prevenirnos frente a la influencia de tantas corrientes orientalistas en todo tipo de campos: entretenimiento, arquitectura, decoración, marketing, modo de vida, tendencias, etc. Y hablando como hispanos que somos, debería de ayudarnos a diferenciar claramente caminos como el del tercio español y el del «samurai» o el «Kamikaze»; precisamente por ese distinto sentido de muerte. Atendiendo a lo que mueve a ambos, no hay nada más distinto de un legionario o un regular español que un «samurai» o un «kamikaze». Millán Astray, fundador de la Legión, que tenía de sobra en mente a los Tercios españoles -porque esa es la tradición militar española-, no pudo sustraerse tal vez a la influencia del japonismo de la época, con un libro de Inazoo Nitobe, «Bushido, the soul of Japan». Libro que en ese momento causó más impacto fuera que en el propio Japón, donde se disminuyó su importancia. Un Nitobe que casó con una evangélica cuáquera en Filadelfia, EE.UU. y en 1921, siguiendo tónica afín a su idiosincrasia, hacía informe para promover el esperanto en la Liga de Naciones, germen de la ONU.

    – Y efectivamente, la esperanza. Porque la muerte no es el final para un legionario, un regular o un occidental en definitiva que se tenga por tal, como John y su camiseta amarilla. Porque justo es la base cristiana de occidente -y sólo en la cultura occidental-, la que introduce una idea de amor fuerte, de esperanza, asociada a la Verdad que prevalece, que rebate toda negatividad.

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