La Monarquía en la Teología de la Historia (4):

4.- Dos digresiones: la Quinta monarquía y su secularización; y la síntesis de los errores ebionita y gnósticos.

Ya dijimos de la importancia que autores como San Roberto Belarmino, daba en su argumentación al Imperio romano contra los protestantes[1]. Lo protestantes acusaban al Papado de ser el Anticristo, pero ante ello se les oponía el argumento de que la manifestación del Anticristo Sólo podía darse tras la desaparición del Imperio Romano cuya existencia –en el título del Emperador del “Sacro Imperio Romano” aún reconocían los protestantes. Argumento semejantes encontramos en el Tratado del Anticristo, de Francisco Suárez contenido en su Defensor Fidei.

durero8Incluso la monarquía española fue vista como la Quinta Monarquía que había de suceder al imperio romano, como se puede comprobar en la obra de Pedro Mexía, Historia imperial y cesárea (1547)[2]. Cincuenta años más tarde el dominico Tomás de Campanella escribiría su De monarchia hispanica discursus (1601). Se trata de un tratado político donde vindica la primacía de la monarquía española, bajo la autoridad espiritual del Papa, en el concierto político mundial. Esta aparente obra de apologética hispana la escribió porque se veía venir una condena por dirigir una rebelión en Italia contra la Monarquía hispánica. Condenado a cadena perpetua en 1602, escribió su famosa Ciudad del Sol y en 1605 Monarchia Messiae (1605), en la que teocratiza la idea de monarquía: el Papa es el soberano supremo y los príncipes sus brazos. Esta monarquía universal del Papa reuniría a todo el Orbe en un solo pueblo bajo un solo pastor. Y así se cumpliría la promesa mesiánica. La obra, disfrazada de alta teología, es un sutil ataque a la monarquía española ensalzándola, pero a la vez intentando limitar su expansión.

Al final de la misma se encuentran unos textos significativos: “poco antes hemos demostrado que cualquier rey en el cristianismo era semejante a David, y David, que ahora es el papa, es semejante a Dios, según Zacarías (12, 8). Y a David se le prometieron todos los reinos y todas las naciones en los salmos, en Amós (9, 11) (…) Y esa espada española es la misma espada que debe blandir el Mesías, como se ha dicho con relación al Papa, Imperio y edificación de la Iglesia, no es para destrucción ni para la ambición y avaricia de los señores seculares”[3]. Postumamente se publicaría de Campanella su manuscrito La monarquía de las naciones, donde, a partir del capítulo VII arremete contra la Monarquía hispánica y defiende la primacía de la monarquía francesa en la que se debe apoyar el papado[4].

Esta “manipulación” de Campanella, a pesar de su franca rebeldía, queda moderada por el entorno católico en el que se movió el autor. En el mundo protestante el milenarismo craso encontró unas multiformes y casi interminables expresiones: “Sintiéndose como en un paraíso provisional o un huerto cerrado, como el presagio de la tercera Era del Espíritu o de Cristo, como la avanzada de la Quinta monarquía, (la de Cristo Rey) o como la puerta de entrada del milenio, las iglesias de la reforma Radical estuvieron sostenidas y fortalecidas por la convicción de que ellas y sus carismáticos dirigentes eran los instrumentos de que se valdría el Señor para escribir la historia de los últimos días”[5].

La lista de iglesias y grupos protestantes que se ajustarían a este perfil, desde la época de Lutero hasta ahora, sería interminable. A modo de ejemplo quedémonos con los denominados Quintamonarquistas[6] que surgen en el entorno radical inglés del siglo XVII, posicionándose con la izquierda radical de Cromwell: ranters, cavadores, niveladores, cuáqueros, grindletonistas y un largo etcétera de grupúsculos a cual más extravagante. De este movimiento, los hombres de la Quinta Monarquía, como de tantos otros movimientos protestantes, cabe destacar su milenarismo. Ese reino milenario, debe corresponder con el del sueño de Daniel, que destruye a la sucesión de los cuatro imperios: “(…) Después de ti surgirá otro imperio, inferior al tuyo, y luego un tercer imperio, de bronce, que tendrá el dominio de toda la tierra. Y finalmente un cuarto imperio, que será fuerte como el hierro; el hierro lo aplasta y pulveriza todo; así aquel aplastará y pulverizará a todos los otros (…) En los días de estos reyes el Dios del cielo hará surgir un imperio que jamás será destruido y cuya soberanía no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos imperios, mientras que él subsistirá eternamente”, (Dn. 2, 39-44).

Para los Quintamonarquistas la ejecución Carlos I de Inglaterra, en 1649, era un signo evidente, de que se avecinaba la Segunda venida de Cristo y su reino de mil años. Por eso, a pesar de considerarlo un “moderado”, dieron su apoyo a Oliver Cromwell, al que consideraban un instrumento de Dios para acabar con los realistas y los papistas. La revolución tenía como significado profundo, liquidar la sociedad corrupta y mundana (la Babilonia que representaba la Iglesia y con ella la Cristiandad) como paso previo a la instauración de la Monarquía de Cristo. Esta ansiada monarquía no llegó nunca, ni la República que le exigían a Cromwell, por el contrario se restauró la monarquía en Inglaterra y la historia continuó.

durero9Esta decepción milenarista, generó todo un pensamiento teológico-político secularizado que iría desde las utopías hasta el contractualismo[7]. Por ejemplo uno de los puritanos revolucionarios más famosos fue James Harrington, que ante la decepción del incumplimiento milenarista, escribe su famosa utopía La república de Oceana[8]. Es significativo que este republicano era aristócrata de nacimiento, amigo íntimo de Carlos I de Inglaterra y de Hobbes.

En nuestra tesis doctoral, titulada Poder de Dios, poder de Estado. El protestantismo en la génesis de la modernidad política (1993), intentábamos demostrar cómo la desaparición teológica del protestantismo milenarista y de sus propuestas teocráticas, daba lugar al liberalismo democrático. Con otras palabras cómo un error da lugar a su contrario. George Williams, sintetiza así este proceso: “Este mismo omnipresente clima de esperanza y temor (el milenarismo radical protestante) fue lo que impulsó a todos los radicales a apartarse completamente de la idea inherente en el corpus christianorum, medieval, a desconocer los órganos históricos elaborados por él […] De ahí que casi todos los radicales hayan insistido en la separación total de la Iglesia y del Estado; de ahí que la disposición de los reformadores magisteriales a servirse del poder coercitivo de reyes, príncipes y ayuntamientos les haya parecido una desviación del cristianismo apostólico no menos deplorables que las pretensiones de los papas”[9]. Con otras palabras, el pensamiento milenarista teocrático preparó paradójica y conceptualmente la doctrina liberal de la separación de la Iglesia y del Estado.

En este proceso de secularización cabe encuadrar obras como el Leviatán de Hobbes y otras en orden cada vez más secularizado del pensamiento contractualista que pasan por, Locke o Spinoza desemboca en el Contrato social de Rousseau. La clásica obra de Hobbes se encuadrada precisamente en el agotamiento de la Revolución Inglesa y la restauración de la monarquía inglesa, en 1651, justo cuando se edita su obra. El Leviatán, obra muy referida y poco leída, está plagada de citas bíblicas a pesar de ser una obra que fue quemada públicamente en Inglaterra precisamente por considerarla atea. Paradójicamente su carácter “absolutista” rompía con la Edad Media e iniciaba la modernidad del pensamiento político. Por no alargarnos, simplemente queremos destacar su lenguaje teológico-ateo, especialmente reflejada en la última parte que es titulada: El Reino de las tinieblas, en referencia al papado. En contraposición, el Reino de la luz es el Leviatán surgido del pacto social en el que todos los individuos ceden su voluntad para constituir una voluntad suprema. Ya en nuestra tesis doctoral intentamos demostrar que el contractualismo es la secularización, que se produce a través de diferentes pensadores protestantes, del Pacto o Alianza de Dios con el pueblo de Israel, por el que éste cede plenamente su voluntad a Áquel.

Entramos brevemente en la segunda digresión.

Francisco Canals solía insistir en que todas las herejías se resumían en dos grandes propuestas: por un lado el error judío, negador de la divinidad de Cristo y que ponía la salvación del hombre en el devenir histórico y en la redención de los pobres a través de una revolución intrahistórica; por otro, la gnosis, negadora de la humanidad de Cristo y que buscaba la Salvación fuera de la historia. Ambos errores, antitéticos, podía sintetizarse y presentarse de forma entremezclada. La secularización de estas herejías coincide con las dos grandes categorías del pensamiento político de la Modernidad. El error judío, impregna las ideologías historicistas como el marxismo y su redención de las clases oprimidas; el error gnóstico impregna el contractualismo por el que se teoriza un nuevo hombre de un pacto o contrato –ahistórico- que transmuta la naturaleza humana, surgiendo de ese pacto la libertad civil y haciendo desaparecer el estado de naturaleza. Síntesis de ambas posturas las encontramos en pensadores como Kant y sus obras Idea para una historia universal en clave cosmopolita (1784) o La Paz Perpetua (1795) donde gracias al contrato social se puede poner en marcha un devenir histórico, sometido a leyes deterministas, que culminarán con el secularizado reino de Dios manifestado en una democracia universal.

durero11.jpegBasten dos textos de la primera obra reseñada para evidenciar que la secularización del milenarismo está presente en la teoría de la democracia universal: Kant concibe también la historia como un proceso triádico o dividido en tres fases, que va desde el estado de animalidad, pasando por un largo desarrollo lleno de dolor, conflictos y luchas hasta llegar al fin de la historia, que será un estado de perfección que el mismo Kant define como quiliasmo (milenio): “Se puede considerar la historia de la especie humana en su conjunto como la ejecución de un plan oculto de la Naturaleza para llevar a cabo una constitución interior y –a tal fin– exteriormente perfecta, como el único estado en el que puede desarrollar plenamente todas sus disposiciones en la humanidad […] Como se ve, la filosofía también puede tener su quiliasmo (milenio)”[10]; En el estudio preliminar de esta obra se deja más clara aún esta relación: “Cuando la especie humana haya alcanzado su pleno destino y su perfección más alta posible, se constituirá el Reino de Dios sobre la tierra”[11].

Esta tesis kantiana contrasta –y a la vez complemente, pues lo hace más claro- con un texto del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): “Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, «intrínsecamente perverso» (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando «los errores presentados bajo un falso sentido místico» «de esta especie de falseada redención de los más humildes»; GS 20-21).” (punto 676).

©Javier Barraycoa

NOTAS:

[1] Cf. Francisco Canals, Mundo histórico …, o.c., p. 51.

[2] José María Portillo Valdés, Crisis atlántica: autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana, Marcial Pons, Madrid, 2006, p. 19.

[3] Tomás Campanela, La Monarquía del Mesías, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, cap. XVIII, pp. 169 y s.

[4] En la misma edición anterior se incluye La monarquía de las naciones, cf., Cap. VII y ss, pp. 217 y ss.

[5] George H. Williams, La Reforma Radical, FC, México, 1962, p. 954.

[6] En inglés, fifth monarchists o Fifht Monarchy men.

[7] El análisis de una parte del pensamiento utópico cono fruto de la secularización y desaparición de las tensiones milenaristas, lo propusimos en nuestra obra Javier Barraycoa, Tiempo muerto. Tribalismo, civilización y neotribalismo en la construcción cultural del tiempo, Scire, Barcelona, 2005, II parte.

[8] James Harrington, La república de Oceana, FCE, México, 1987.

[9] George H. Williams, o.c., p. 954.

[10] Immanuel Kant, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre Filosofía de la Historia, Tecnos, Madrid, 2006, p. 17.

[11] Ibid. Estudio preliminar, p. XXI.

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