La Teología de la historia en Francisco Canals

 

 

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Francisco Canals

La Teología de la historia en Francisco Canals

 

Los que hemos tenido el privilegio de escuchar innumerables veces al Doctor Canals, aún podemos recordar con entusiasmo sus ciclos de conferencias centrados en temas nucleares del pensamiento católico. Quizá uno de los temas más complejos y comprometedores que solía abordar eran los versados en la Teología de la historia. Acostumbraba decir que para entenderla había que estudiar más teología que historia y su temor era que los oyentes de sus conferencias, charlas o conversaciones interpretaran superficialmente sus enseñanzas. También rehuía de oyentes visionarios deseosos de “novedades” escatológicas.

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P. Orlandis Despuig SJ.

Recordaba frecuentemente Canals aquel pasaje del Apocalipsis en el que san Juan debe tragarse un libro que le produce una terrible amargura. Esta es la amargura de los que se inician en estos saberes y que nada tienen que ver con la “curiositas”. Por eso, el sentir respecto a estos temas quedaba enmarcado en el Apostolado de la Oración y la devoción del Sagrado Corazón. Había escrito Canals que cuando le preguntaban al Padre Orlandis, su maestro, por qué formaba a sus jóvenes en la Teología de la historia, respondía que para formar buenos celadores del Apostolado de la Oración. Todo lo que se alejara de esta intención habría pervertido las enseñanzas recibidas.

En 1993, en la Balmesiana de Barcelona, Francisco Canals dictó un ciclo de conferencias titulado Mundo histórico y Reino de Dios. En el año 2005, con la inestimable colaboración del también recientemente fallecido José María Petit, la editorial Scire editó con el mismo título ese ciclo de conferencias. La edición se completó con una serie de artículos sobre el tema escritos por el Doctor Canals para la revista Cristiandad. Esta obra es la que, de momento, ha recogido más sistemáticamente el pensamiento del Doctor Canals al respecto. En ella, constantemente el lector que le conocía, puede ir reconociendo las reflexiones que tantas veces salían de su boca. Con miedo a ser reduccionistas e imprecisos, nos permitimos exponer algunas de las ideas presentadas en el libro.

Una herencia recibida

canal4Canals nunca se vanagloriaba de sus reflexiones sobre la Teología de la historia, antes bien, en estos temas, solía referir constantemente la herencia recibida. Normalmente, en muchos ámbitos de su pensamiento, recordaba aquellos pensamientos y directrices recibidos del Padre Orlandis, pero en los temas escatológicos era especialmente cuidadoso en señalar el origen de su pensamiento. El Padre Orlandis había guiado una buena parte de sus ideas, tanto oralmente como en algunos escritos de la revista Cristiandad. Pero fue el sobrino del Padre Orlandis, el también jesuita Padre Rovira, el que había sistematizado ese pensamiento en su tesis doctoral, en latín, titulada De Consumatione Regni Messianici in Terris, seu de Regno Christi in Terris Consumato (actualmente traducido a lengua castellana. Recientemente ha aparecido la segunda parte). Canals refería frecuentemente las dificultades que había encontrado el Padre Rovira dentro de la Compañía por haber escrito esta tesis que, incluso, le impidió un ascenso y reconocimiento en la Compañía. Aunque, sin embargo, Dios le concedió una gracia infinitamente mayor: la del martirio en 1936.

Canals acostumbraba decir que para entenderla había que estudiar más teología que historia y su temor era que los oyentes de sus conferencias, charlas o conversaciones interpretaran superficialmente sus enseñanzas.

Tampoco podríamos entender este pensamiento si no lo enmarcáramos en una tradición del magisterio de la Iglesia, en textos que ya pertenecen al acerbo del saber eclesial como la meditación de las dos banderas de los Ejercicios espirituales de san Ignacio, en las enseñanzas de Santo Tomás o en la Patrística. De ahí que Canals buscara en estas referencias un apoyo que avalara la universalidad de estas reflexiones, a pesar de la dificultades teológicas que no son pocas. Por ejemplo, en un principio las tesis agustianianas sobre el final de los tiempos parecen no concordar con lo propuesto por el Padre Rovira o el mismo Canals. El “atrevimiento” de éste último fue entender y armonizar ambas tesis. Partiendo de que existe –recordaba frecuentemente Canals- una “evolución homogénea del dogma católico” (que nada tiene que ver con el evolucionismo teológico progresista), las verdades sobre el final de los tiempos se deberán ir aclarando en la medida que se acerquen esos tiempos. De ahí que como reconoce el propio san Agustín o san Luis María Grignon de Montfort, esos temas –en sus respectivas épocas- están vedados o son muy oscuros para muchos autores.

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En la última época de la Iglesia algunos textos han desvelado “una nueva escatología” que permiten profundizar y aclarar muchas cosas que en época de san Agustín se escapaban a los autores. Canals se refiere a textos del Concilio Vaticano II, que nos anuncian la esperanza de un nuevo tiempo; a la obra de Karol Wojtyla, Signo de contradicción, que ilumina notablemente las cuestiones escatológicas; o más recientemente la aparición del Catecismo de la Iglesia Católica que en estos temas aclara las cuestiones escatológicas como nunca lo había hecho la Iglesia.

Claves para una síntesis escatológica

Uno de los signos de los tiempos es la confusión, entre muchos cristianos, del verdadero Reino de Cristo con un progreso humano anticristiano. Esta confusión coincide con un fenómeno de apostasía de los pueblos profetizada por san Pablo a los tesalonicenses y con la eclosión del “misterio de iniquidad” que culminará con “el hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llame Dios o reciba culto”. Una larga tradición en la Iglesia atribuye al imperio romano “aquello que detiene” el misterio de iniquidad. La desaparición formal del título de emperador romano se produjo en 1806 por obra de Napoleón. La desaparición del imperio, en el fondo, significaría la desaparición de un principio de autoridad que provocaría el desbordamiento o la “anomía” o anormalidad en el mundo contemporáneo.

La desaparición del imperio, en el fondo, significaría la desaparición de un principio de autoridad que provocaría el desbordamiento o la “anomía” o anormalidad en el mundo contemporáneo.

El reino del Anticristo será recibido por el pueblo de Israel como si en él se cumplieran las esperanzas mesiánicas. Al mismo tiempo se producirá la persecución de los judíos que se conviertan al cristianismo, sufriendo la Iglesia una persecución como nunca en la historia. El Reino de Cristo se consumará con la Segunda venida de Cristo que congregará a Israel y la Iglesia en “un solo rebaño y un solo pastor”. Cristo vendrá a juzgar, es decir reinar. Este reinado no será un “instantáneo” juicio final con el que cesaría la historia, sino que el Reinado será intrahistórico. cuadro_gh

Todo este pensamiento escatológico no podría deslindarse de la devoción al Sagrado Corazón. El Padre Orlandis escribía en Cristiandad, en 1942: “Tenemos por cierto que Jesucristo centra en la devoción al Sagrado Corazón el remedio social del mundo actual y que como consecuencia del triunfo de esta devoción ha de venir la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el reinado social de Jesucristo”. La anunciación de este reinado, del Reino de mil años de que nos habla el Apocalipsis, debe ser convenientemente entendido para no confundirlo con las propuestas milenaristas que la Iglesia había condenado ya desde antiguo y que tantas herejías habían propuesto.

El milenarismo: las dificultades de una condenación

El Santo Oficio en un decreto del 21 de julio de 1944, condenaba el “sistema del milenarismo, aún el mitigado”. El Padre Orlandis ya había advertido que el sistema que él postulaba nada tenía que ver con el milenarismo condenado. La Iglesia condenaba la afirmación de que Cristo vendría a reinar en forma visible y carnal. Esta forma de milenarismo, ya muy antigua, afirmaba que Cristo instauraría un reino carnal y tendría su trono en Jerusalén. Cristo reinaría como un rey humano en un reino universal. El Padre Rovira y el Padre Orlandis profesaban que la presencia de Cristo durante el Reino intrahistórico sería principalmente moral aunque no excluía una presencia “física” de Cristo en cuerpo glorioso, a modo de cómo Cristo estuvo presente entre los discípulos desde su Resurrección hasta la Ascensión.

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Cristo Rey

Para entender el milenarismo condenado hay que adentrarse en las primeras grandes herejías que resumirán todas las herejías posteriores: la gnosis y el ebionismo o error judío. La espiritualidad gnóstica se pronunció contra lo creado. El mundo y la historia son considerados negativos dando lugar a todo tipo de dualismos maniqueos. El ebionismo o error judío, afirmaban que Cristo era sólo hombre y proclamaban la redención de los pobres en el esperado milenio apocalíptico. Cuando san Agustín condenaba el milenarismo se refería al ebionismo, aunque –como señala Canals- “A lo largo de la historia, la radical antítesis entre la idea milenarista de los ebionitas y los errores del dualismo gnóstico, ha sido superada, en confusión dialéctica, en la revoluciones religiosas y políticas que han desintegrado el mundo cristiano hasta nuestros días”. El ebionismo milenarista podemos encontrarlo en las esperanzas mesiánicas carnales de los judíos que esperaban el Mesías, en los imperios musulmanes de los califatos, en los puritanos de Cromwell y en muchas formas de protestantismo.

Este ebionismo secularizado ha dado lugar a las teorías del “progreso” expuestas por Kant, según la cual la humanidad se encamina por sí sola a una etapa de felicidad o plenitud

Este ebionismo secularizado ha dado lugar a las teorías del “progreso” expuestas por Kant, según la cual la humanidad se encamina por sí sola a una etapa de felicidad o plenitud (que el propio Kant denominaba milenio). También, describe Canals: “La mentalidad progresista, con instrumentos filosóficos del idealismo romántico, contaminó el sentimiento de amor a la patria de muchos pueblos cristianos, transformándolo en un nacionalismo que ha sido causa frecuente de reducción inmanentista de su propia tradición religiosa”. Este fenómeno es lo que provocó en los judíos el “sionismo”, llegando a proclamar que el Mesías es la nación misma. Así se puede entender mejor el punto 676 del Catecismo de la Iglesia Católica, cuando afirma que: “la Iglesia ha rehusado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo cuando presenta la forma política de un mesianismo secularizado intrínsicamente perverso”. La manifestación más depurada de este mesianismo ebionita se ha producido con el comunismo. Si uno de los signos en el Antiguo testamente del reino mesiánico es la evangelización de los pobres. En el mesianismo anticrístico los pobres serán lanzados contra Dios.

¿Quién o qué es el Anticristo?

Cuando el Doctor Canals hablaba o conferenciaba sobre estos temas, solía citar el Catecismo de la Iglesia Católica, donde en el punto 675 se señala que: “La impostura suprema es la del Anticristo, en el cual el hombre se gloría a sí mismo, en vez de glorificar a Dios y su Mesías venido en carne”. Esta manifestación última de la impostura anticrística debía producirse antecedida de la apostasía de las naciones. El Padre Orlandis apuntaba que, curiosamente, la última gran difusión del evangelio se ha dado paralelamente a la apostasía. Es el caso de la Francia revolucionaria que, al mismo tiempo, fue la gran Francia misionera del siglo XIX. De hecho, para el Padre Orlandis, se habían producido muchas de las condiciones que señalan las Escrituras para la manifestación del “inicuo”. Entre ellas, la extensión de la Palabra de Dios a las naciones, su apostasía o la retirada del Imperio romano, con la supresión formal del título de Emperador romano por parte de Napoleón. Aunque habría muchos más signos.

“El marxismo –señala Canals- es el heredero, secularizado hasta el antiteísmo, de la esperanza mesiánica ebionita, que ha convertido este resentimiento contra Dios por la esperanza, no cumplida, de la justicia sobre la Tierra”

Uno de estos signos, preclaro, sería la aparición del marxismo: “El marxismo –señala Canals- es el heredero, secularizado hasta el antiteísmo, de la esperanza mesiánica ebionita, que ha convertido este resentimiento contra Dios por la esperanza, no cumplida, de la justicia sobre la Tierra”. Otro de los signos es la realización de la sucesión de reinos o imperios de los que nos habla el Apocalipsis: “cinco cayeron, uno es, y el otro no ha llegado aún. Y cuando llegue, habrá de durar poco tiempo”. Aunque sería largo de explicar las concomitancias con los cuatro imperios descritos en el libro de Daniel podemos ver la relación con el pueblo de Israel y cristianismo.

El primer imperio sería el Sumerio, de donde es llamado Abraham. El segundo imperio es el Egipcio en el que Israel será reducido a esclavitud y liberado por Moisés. El tercer imperio asirio-babilónico y durante el reinado de Nabucodonosor el pueblo de Israel volverá a sufrir cautiverio. El cuarto imperio es el medo-persa donde el rey Ciro liberará a Israel y permite la restauración del Templo, el quinto imperio es el helénico que intentó paganizar Israel y contra el que se levantan los Macabeos. El sexto imperio (“uno es”, en época de san Juan), es el romano en el que murió Cristo y el Templo es destruido. El séptimo imperio que “no ha llegado aún” en época del evangelista y que ha de durar poco) es interpretado por Canals, siguiendo las huellas del Padre Orlandis, como el imperio anglo-americano.

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Cromwell

Las bases de este imperio son anticatólicas al iniciarse con la revolución de Cromwell aunque el título imperial no le llegaría 1867 cuando Disraelí se lo concede a la Reina Victoria. Sin embargo, siendo uno de los imperios más extensos en la historia de la humanidad, su declinar fue temprano y se visualiza con la descolonización de la India en 1947. Tampoco podemos olvidar que uno de los textos fundacionales de Estados Unidos en es “Acta de Intolerancia” por el que se prohíbe la Eucaristía católica en suelo americano. Tanto Gran Bretaña, como el actual Estados Unidos se perciben como imperios en rápida decadencia. El declinar de Gran Bretaña coincidirá prácticamente con la proclamación del Estado de Israel (1948), que el Padre Orlandis siempre vio en clave escatológica.

Tanto Gran Bretaña, como el actual Estados Unidos se perciben como imperios en rápida decadencia. El declinar de Gran Bretaña coincidirá prácticamente con la proclamación del Estado de Israel (1948), que el Padre Orlandis siempre vio en clave escatológica.

Cumplidas muchas de esas condiciones, el Anticristo debía manifestarse. Una larga tradición en la Iglesia atribuye al Anticristo un carácter personal. Canals, sin negar esta tradición deja entender, a lo largo de su pensamiento, que este reinado anticrístico tendrá unas características sociales que consagra la actual democracia. Canals frecuentemente citaba unas ideas del famoso escriturista, el Padre Bover, en las que afirmaba que la democracia es donde: “el ejercicio del poder político independientemente de Dios se ejercita máximamente la soberbia humana antiteística. El más absoluto de los regímenes políticos, el más antidivino es la moderna democracia, según se demuestra estudiando las fuentes filosóficas de que ha surgido”. Si bien san Pablo describe al hombre de iniquidad como el que “se enfrenta y se levanta contra todo lo que se llame Dios o reciba culto, de modo que él mismo se ponga como templo de Dios, mostrándose a sí mismo como quien es Dios” (II Tes. 2), esta descripción coincide con el actual proceso de democratización radical que estamos sufriendo. El Hombre es puesto en lugar de Dios.

La esperanza escatológica y la consumación del Reino.

La consumación del Reino de Dios, estará precedida de la consumación del reino anticrístico. Las claves de esta consumación las encontramos en el Apocalipsis bajo diversas figuras como la Babilonia, la Ramera, las dos Bestias -una procedente del mar y otra de la tierra-, o el Dragón. Babilonia es la Roma infiel, nuevamente paganizada y viciada, apostata y perseguidora del cristianismo. De ella surgirá la gran Ramera “con la que formicarán los reyes de la tierra”. Canals interpreta genialmente cómo el deseo de lujo y riquezas representa a la Ramera y cómo en el origen de la modernidad se manifiesta ese deseo en Occidente.

La burguesía calvinista anticatólica o la aristocracia whig inglesa que apoyó a Cromwell ilustran los orígenes del capitalismo y de los estados burgueses. Esta Ramera se sentará sobre la Bestia de diez cuernos que la odiarán y le harán la guerra.

La burguesía calvinista anticatólica o la aristocracia whig inglesa que apoyó a Cromwell ilustran los orígenes del capitalismo y de los estados burgueses. Esta Ramera se sentará sobre la Bestia de diez cuernos que la odiarán y le harán la guerra. Canals apunta que: “Los diez cuernos de la bestia son el poder político ya no aristocrático, ni monárquico, ni burgués, sino plenamente democrático. El poder político plenamente democrático consuma la oposición del mundo a Cristo y odia al mismo tiempo el orgullo de la riqueza, de la aristocracia, de la monarquía y lo derriba. Dios quiere que lo derribe porque ha juzgado a la ciudad mundana y los santos canta aleluya por el hundimiento de Babilonia”. Este poder político será democrático y globalizado, oponiéndose a otras idolatrías como el propio Estado burgués o el Estado racial (Canals señala que el fascismo fue la última gran idolatría).

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Representación de la gran ramera sobre la bestia de siete cabezas, a la que adoran los reyes de la tierra.

Una vez manifestado plenamente el Anticristo, destruida Babilonia y consumada la persecución contra los Santos, vendrá Cristo a consumar su Reino y juzgar a las naciones. Al respecto acabamos con unas palabras del Doctor Canals: “El día del juicio del Señor no sabemos cuánto puede durar (…) La plenitud de los tiempos es propia del misterio inefable de la Encarnación del Verbo. Si Dios se hizo hombre para asumir y salvar todas las cosas humanas, la gracia de Dios nos trae la salvación y una sabiduría cristiana (…) Por eso puede haber filosofía, política, vida conyugal, amistad, comprensión histórica y cultura cristianas. Hay que ser fieles mientras esperamos el día de la plenitud de los tiempos en que esta economía en que estamos, que es la Nueva y eterna Alianza, llegue a una plenitud que ahora no tiene, lo que el mismo san Buenaventura llama la Iglesia consumada. Entonces la Iglesia llegará a su plenitud”.

Javier Barraycoa

Reseña publicada en la revista Espíritu. Año 2012, Año 61, Número 144 (jul-dic)

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