«Jordi Albertí, investigador de la persecución religiosa durante la Guerra Civil, en una entrevista en La Vanguardia, del 18 de noviembre de 2008, declaraba: “Antes de matarlos, a muchos les amputaban brazos, les arrancaban los ojos, la lengua, los testículos…, y se los metían en la boca. ¡La muerte simbólica precedía a la literal! Hubo verdaderas cacerías del hombre por calles y campos, pero esto es ya materia de estudio para un antropólogo cultural…”.
Albertí es autor de La Iglesia en llamas, publicado en 2008, donde se recogen numerosos casos a cuál más atroz. Al párroco de Vinebre (Tortosa), Rafael Eixarch Ibáñez, le desnudaron, le acuchillaron por todo el cuerpo, le cortaron los genitales, le ataron una piedra al cuello y le tiraron al río Ebro: logró salir a nado y volvieron a lanzarlo al río, su cadáver jamás se recuperó» [Los (Des)controlados de Companys].