Introducción a “La constitución incumplida” (y 4)

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“La Constitución incumplida”

Javier Barraycoa

SND Editores (Madrid 2018)

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Introducción a “La constitución incumplida” (1)

Introducción a “La constitución incumplida” (2)

Introducción a «La constitución incumplida» (3)

 

Lo que pretende plantear este libro es algo complejo pero a la vez sencillo: ¿La Transición fue meramente un paso hacia un Régimen democrático y por tanto algo inevitablemente pasajero? O bien, la Transición es un Régimen en sí mismo que ya se ha perpetuado y como mucho debe reformarse ligeramente cada cierto tiempo. Si es un Régimen en sí, tendrá los mecanismos propios de supervivencia y permanencia que le impedirán ser flexible a la propuesta de cambios excesivamente radicales. O, y estamos ante otra hipótesis de trabajo, hay que plantearse que la Transición, estaba llamada a ser el camino a recorrer hacia el verdadero régimen democrático que aún no se ha producido. La verdadera democracia, especialmente para los más críticos, no habría llegado aún. La Transición que debía ser un transeat –según actuales exégetas de la izquierda-, que se petrificó. Ello explicaría –según ellos- todas sus deficiencias: la partitocracia, la corrupción sistemática, o la hipertrofia burocrática serían problemas estructurales y consustanciales a esta perversión. ¿Esta Transición-Régimen estaría llegando a su fin? ¿Ello nos abocaría a un cambio drástico y traumático de Régimen? Surgen demasiadas preguntas, que esperamos contestar o al menos arrojar alguna luz sobre esta nueva etapa política que estamos viviendo en España.

O, y estamos ante otra hipótesis de trabajo, hay que plantearse que la Transición, estaba llamada a ser el camino a recorrer hacia el verdadero régimen democrático que aún no se ha producido.

De momento, como síntoma, poco a poco se van acumulando voces que, en un sentido u otro, relativizan juicios que antes eran absolutos y no permitían discusión. Julián Zubieta Martínez, en un artículo significativamente titulado La Transición, el engaño de un camino encantado, afirmaba que: “La cuestión más frecuente sobre la Transición española que asoma en la mayoría de los ámbitos sociales trata sobre cuándo acabó, en qué fecha se puede dar por finalizada. Las respuestas son variopintas, pero la generalidad acota las fechas que tienen relación con el golpe de Estado de 1981 o la victoria socialista en las elecciones de octubre de 1982. Pero ¿cuándo empezó a gestarse la Transición? No fue un aquí te pillo, aquí te pongo. La Transición se había fraguado mucho antes”. Este juicio, nos parece sumamente interesante, pues plantea que la Transición de “verdad”, acabó prematuramente y abortada con un extraño Golpe de Estado que permitió la llegada, contra todo pronóstico, del socialismo al poder.

Este juicio, nos parece sumamente interesante, pues plantea que la Transición de “verdad”, acabó prematuramente y abortada con un extraño Golpe de Estado que permitió la llegada, contra todo pronóstico, del socialismo al poder.

Para otros, la Transición culminó con la llegada del Partido Popular al poder, pues así se cerraba un primer ciclo de bipartidismo, en el que una derecha demasiado vinculada con el franquismo (Alianza Popular) era sustituida por un partido homologado con las derechas europeas y (teóricamente) sin amarras con el franquismo. Para otros, la Transición no ha acabado y, por recabar todas las opciones, para otros nunca empezó. En el imaginario de muchos españoles, ya hemos comentado, la Transición fue una acción colectiva y espontánea del pueblo español que deseaba ardientemente la democracia. Veremos en que queda esta afirmación y descubriremos qué agentes sociales y políticos; qué entramados internacionales e intereses la diseñaron realmente y cómo –en cierta medida- ya estaba delineada y tutelada con muchos años de antelación a la muerte de Franco.

El autor antes citado, Julián Zubieta, dinamita el idilio de los españoles congraciados y condescendientes consigo mismos por su probado talante democrático: “la Transición fue el engaño, la coartada, para la autotransformación del franquismo hacia una democracia de masa, de control y de opinión (sin la participación de los partidos políticos, quedando los ideales y orientaciones políticas dentro del corsé franquista, de manera que la población quedó al margen de la transformación)”. La afirmación no es baladí si consideramos que todas las transiciones democráticas operadas entre los años 70 y 80 del siglo XX –y España no fue una excepción- se hicieron bajo el control de la todavía actual primera potencia mundial: Estados Unidos.

Para otros, la Transición culminó con la llegada del Partido Popular al poder, pues así se cerraba un primer ciclo de bipartidismo, en el que una derecha demasiado vinculada con el franquismo (Alianza Popular) era sustituida por un partido homologado con las derechas europeas

El General Manuel Fernández Monzón, testigo de excepción de esos años, recordaba –como repetirá más adelante Alfredo Grimaldos- que: “No es verdad todo lo que se ha dicho de la Transición; como eso de que el rey fue el motor, ni Suárez ni él fueron motores de nada […] sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la Transición; todo estuvo diseñado por la secretaría de Estado y la CIA”. Quizá esta afirmación parezca demasiado osada o conspiranoica. Pero hoy en día ya se ha recopilado suficiente literatura al respecto. Al igual que Estados Unidos ha desclasificado documentos que permiten que ello pueda ser corroborado por investigadores y periodistas. Otra cosa es que, el último resto de inocencia que queda a muchos españoles, les impida cambiar la idea que se habían forjado de un periodo histórico del que creían haber sido protagonistas. Ahora toca el desengaño de comprobar que muchos fueron simples espectadores y otros, a lo sumo, figurantes de segunda fila.

Si lo que advino a España bajo el nombre de Transición fue propiamente un “Régimen” en sí mismo, se entenderá mejor el juicio que ha realizado Alejandro Nieto: “El régimen de Franco llegó a ser calificado en sus postrimerías como una dictadura atemperada por la ineficacia y la corrupción. Es posible que, en efecto, fuera dictadura a pesar de la corrupción; pero no puede ahora decirse que el régimen constitucional español actual sea una democracia atemperada por la corrupción, ya que aquí –como se está diciendo– no caben términos medios: cuando en una democracia la corrupción se institucionaliza no cabe seguir hablando de democracia. La democracia ha sido secuestrada por una clase política activamente corrupta y que, además, tolera con su pasividad las prácticas de este carácter que perpetra el aparato administrativo”. Este sintético juicio de Alejandro Nieto, uno de los más prestigiosos intelectuales y ensayista experto en sistemas políticos, nos abre las puertas de la estructura de la obra que presentamos.

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