Los males de Cataluña y sus remedios (3): El narcisismo

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Parte 1 – El mal del liberalismo

Parte 2 – El mal del inmanentismo

 

Parte 3 – El mal del narcisismo

Para los pueblos, el único remedio contra el mal del nacionalismo está en reconocer que hay una trascendencia sobre a la propia vida nacional que impide idolatrar a la nación. Ello, a modo de ejemplo, queda reflejado en una preciosa pastoral -prácticamente desconocida- del obispo Irurita en la que decía: «¡Cataluña! Tú te sientes mal, desasosegada, y piensas hallar remedio en un cambio de postura. Pero, ¿a qué lado te quieres cambiar? Vuélvete a tu Virgen; en sus brazos maternales hallarás a Jesús, que es tu única salvación. Arroja lejos de ti la impiedad, la corrupción de costumbres, la maldita blasfemia, el espíritu de discordia y otras plagas morales que se han entrado por tus puertas. No es eso la herencia que te legaron tus mayores. No es eso Cataluña. He aquí́ el mejor cambio de postura que te conviene. Todos los demás no te darán la salud; como a un enfermo de huesos dislocados de nada le servirán los cambios de postura en la cama, mientras los huesos no vuelvan a su lugar»[1].

Este “desasosiego” que denuncia el obispo mártir Irurita, está en relación con fenómenos psicosociales que se escapan de lecturas meramente políticas y superficiales. Coincide con la expresión que recogíamos arriba del Doctor Canals: ”El nacionalismo corre el riesgo de convertirse en una enfermedad mental colectiva“.

El Narcisista se caracteriza por su desproporcionado sentido de importancia, cree que es especial y todo el mundo le contempla, exige una admiración por parte de los demás igualmente desproporcionada y si no lo consigue es tomado como un agravio ofensivo.

MAS-VOLUNTAD

Recientemente se han editado unos escritos que debían haber sido recopilados en el tomo XII de las obras completas de Josep Pla, en 1969, pero que se quedaron en algún cajón por algún motivo. Ahora han sido rescatados y nos ofrecen una visión inédita que Pla tenía de esta Cataluña “rota” por una especie de crisis colectiva erradicada en su subconsciente colectivo. Un significativo y aterrador extracto dice así: “el catalán actual es un producto de la decadencia de Cataluña. Su rasgo característico es el complejo de inferioridad, fruto del deterioro de su personalidad. El catalán no tiene patria, por eso es un ser diferente que no puede compararse con quienes la tienen. Perdió la patria e hizo un gran esfuerzo para tener otra, sin lograrlo. El catalán no tiene un inconsciente sano, normal y abierto. Esto explica sus características: a veces es un engreído –la jactancia que nota Unamuno–. Pero a menudo también posee una humildad morbosa, humillada y ofendida, y por eso Unamuno dice que `hasta cuando parece que atacan, están a la defensiva´. Puede que esa vanidad insoportable sea una consecuencia del sentimiento de humillación, y viceversa –la humillación crea, como una evasión incontenible, la vanidad. Encontrar un catalán normal es difícil”[2].

En la continuación de esta inquietante descripción, se van destacando las características propias del narcisismo, empezando por la doblez de la personalidad. Así, sigue relatando Pla: “El catalán de hoy tiene miedo de ser él mismo. Este miedo es como un tumor que lleva dentro. El catalán oculta sus verdaderos sentimientos, disimula su manera de ser, escamotea su autenticidad, aparenta ser diferente de quien es”[3]. Ni más ni menos esta descripción es un reflejo de lo que Prat de la Riba detecta y expresa en La Nacionalitat Catalana, como algo propio del alma catalana pero que solo puede resolver el nacionalismo: “Era menester acabar de una vez y para siempre con esta monstruosa bifurcación de nuestra alma (sentirse españoles y catalanes a la vez); habíamos de saber que éramos catalanes y sólo catalanes. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización, no la hizo el amor, sino el odio”. Si quisiéramos traducir la sentencia de Prat de la Riba a un lenguaje psicológico, diríamos que: el odio a lo castellano sería el estresor que sublimaría el sentimiento narcisista del catalanismo.

“El catalán de hoy tiene miedo de ser él mismo. Este miedo es como un tumor que lleva dentro. El catalán oculta sus verdaderos sentimientos, disimula su manera de ser, escamotea su autenticidad, aparenta ser diferente de quien es” (Pla)

Este narcisismo flota por todos los textos catalanista desde finales del siglo XIX hasta los discursos más burdos del independentismo actual. Nuevamente recurrimos a La nacionalitat catalana, donde se remarca que, una vez recuperada la conciencia nacional: “va pasando ante nuestros ojos un rosario de grandes hombres de nuestra tierra”[4]. Aunque el discurso racialista en Prat de la Riba es meramente nominal[5], poco a poco el racismo moderno se va instalando en el argumentario catalanista como reflejo de ese narcisismo. En el análisis del racismo que realiza el profesor Francisco Caja[6], tenemos infinidad de datos y argumentos para descubrir el narcisismo colectivo catalán, bajo apariencia de una raza llamada a no estar sometida por otras inferiores. Entre afamados (aunque escondidos) racistas catalanes, tenemos al que fuera diputado de ERC durante la República, Pere Rossell. En una de sus obras afirma que: “El dominio de hombre a hombre es indigno, pero más de raza a raza, cuando no las separa a ambas la distancia que va de barbarie a civilización”[7].

En 1891, Joaquim Casas-Carbó publicaba Estudis d´etnogènia catalana para intentar demostrar con argumentos filológicos que los catalanes tienen un origen ario. Otro tipo de argumento para demostrar que los catalanes son arios, es el propuesto por Lluhí y Rissech, en un artículo de La Veu de Catalunya, del 7 de noviembre de 1899: “La autonomía es una idea simpática a los elementos de la raza aria de España [los catalanes] y es terriblemente antipática a los elementos de la raza semítica [los castellanos]”. El discurso racista catalanista es mucho más extenso de lo que podemos imaginar, aunque también lo encontramos sutilmente expresado bajo formas de espiritualidad. Un ejemplo son algunos artículos de Rovira i Virgili en La Publicitat donde hablaba constantemente de “una irreductible oposición espiritual” entre Cataluña y Castilla. Evidentemente esta incompatibilidad lo que expresa de fondo es la superioridad moral del alma catalana sobre la castellana. Por no alargarnos, dirigimos al lector a la obra referida del profesor Caja. Sólo para apuntalar este epígrafe, relacionaremos algunas características del trastorno nacionalista y no tendríamos dificultad alguna en encontrar textos que avalaran esta fenomenología colectiva. El Narcisista se caracteriza por su desproporcionado sentido de importancia, cree que es especial y todo el mundo le contempla, exige una admiración por parte de los demás igualmente desproporcionada y si no lo consigue es tomado como un agravio ofensivo. Todo narcisista (individual o colectivo) envidia a los demás, pero quiere creerse que son los demás que le envidian. Es evidente que el narcisismo sólo puede acabar en un trastorno de complejo de superioridad.

Javier Barraycoa

NOTAS:

[1] Manuel Irurita, Carta Pastoral Montserrat, 11 de abril de 1931. El subrayado es nuestro.

[2] Josep Pla, Hacerse todas las ilusiones posibles y otras notas dispersas, Destino, Barcelona, 2017. Las referencias están sacadas en un extracto previo a la publicación de la obra, publicado en https://www.zendalibros.com

[3] Ibidem.

[4] Erich Prat de la Riba, Op. cit., p. 50.

[5] Concedemos que aunque Prat de la Riba, incluso Torras i Bages, hablen de raza catalana, este concepto aún es anfibológico y tiene casi siempre una aplicación como sinónimo de “cultura” y no tanto de etnicismo.

[6] Francisco Caja, La raza catalana, Encuentro, Madrid, 2013, 2 vols.

[7] Pere Màrtir Rossell, Diferències entre catalans i castellans. Les diferències especifiques, Tipografia l’Avenç, Barcelona, 1917, p. 12.

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