«Apocalipsis literario» (1)

 

Max Weber quiso definir la modernidad como un desencantamiento del mundo. La racionalidad exigiría desmitificar, ocupando los espacios de la imaginación y la irracionalidad para sustituirlos por los de la organización eficaz. Pero algunos autores han advertido que la posmodernidad representa un reencantamiento del mundo ante el que la racionalidad tiembla de nuevo. Si la épica y la mitología debía desaparecer en la profecía weberiana, los acontecimientos literarios parecen quitarle la razón. La reaparición estelar de una literatura fantástica y épica, que va desde las reediciones de Tolkien al sorprendente y extraño éxito de Harry Potter, nos demuestran que la imaginación sigue reclamando sus espacios.

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Dan Brown

Éxitos como de Dan Brown y su El Código da Vinci, nos abren un ¿subgénero? de la literatura religiosa también difícil de explicar. Los éxitos de ventas de obras como las de Brown se podrían justificar por la cultura de masas en la que estamos inmersos, pero también por esa necesidad de reencantamiento de la realidad. La razón ya no se considera un vehículo de interpretación histórica sino que nos satisface simplemente una recreación fantasiosa de la misma. Son innumerables las películas históricas que atentan directamente contra la veracidad sustituyéndola por los deseos de directores y productores de reinterpretar fantasiosamente el hecho histórico recogido.

El mercado, o la ideología dominante, manda. Tamaña invasión de productos mediáticos pseudohistóricos y pseudoreligiosos nos impiden recordar otra literatura que, si bien no ha llegado a constituir un género propio, sí al menos se nos antoja interesante. Nos referimos a una serie de novelas que durante más de un siglo han aparecido en Occidente con un denominador común: relatar el final de los tiempos.

A diferencia de El Código da Vinci, en estas peculiares piezas literarias, los autores no inventan una teología para que cuadre con una trama, sino que en torno a ciertas descripciones del Apocalipsis intentan recrear un argumento literario. Sin lugar a dudas son -en cierta medida- novelas apologéticas del cristianismo, pero su originalidad literaria merece nuestro recuerdo.

Una visión cercanamente ortodoxa.

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Soloviev

La primera obra de este estilo que llegó al público occidental, a finales del siglo XIX, fue la titulada Los tres diálogos y el relato del anticristo. El autor, Vladimir Soloviev, fue un ruso ortodoxo tardíamente convertido al catolicismo. Fue un filósofo errante que disputó a Tolstoi su concepción de una divinidad de la que sólo emanan normas éticas. Solviev veía en Tolstoi el profeta de un Dios marcionita o gnósico, imposible de conciliar con un Dios encarnado. Esta premisa se trasladaba al ámbito de la comprensión histórica en el que, o bien la religión no podía aportar nada, o bien la historia debía cobrar significación escatológica. Los tres diálogos y el relato del Anticristo viene a ser una respuesta a esa dicotomía. De forma dialogada, entre personajes que representan tipologías humanas, la obra arranca una revisión de las cuestiones éticas en torno al hombre, la guerra y la política. Lo que a primera vista parece un libro de simple reflexión moral cobra pleno sentido cuando, a la hora de juzgar todo lo dicho, uno de los protagonistas plantea el relato del Anticristo.

El relato es breve pero de una intensidad inusitada. Soloviev imagina el siglo XX como la “época de las últimas grandes guerras, de las discordias y de las revueltas revolucionarias”. El mundo ha sufrido espectaculares cambios geopolíticos y nuevos poderes internacionales asoman. En la deshecha humanidad irrumpe un hombre, entre filósofo, político, líder y genio. Es el autor de “El camino abierto hacia la paz y la prosperidad mundial”, una especie de Biblia de los nuevos tiempos. No hay que decir que el personaje en cuestión es el Anticristo. La descripción que Soloviev da a este personaje no deja de sorprender en nuestros días: “El nuevo señor de la tierra era ante todo un compasivo filántropo; así, su amor no se limitaba a los hombres, sino que se extendía también a los animales. Era vegetariano y prohibió la vivisección, sometiendo a los mataderos a una severa normativa y animando a diversas sociedades protectoras de animales. Más importante que todos estos detalles fue la instauración en toda la humanidad de la igualdad fundamental, la igualdad de la saciedad universal. Esto sucedió durante el segundo año de su reinado”.

Este genio de la política intenta recapitular lo material y lo espiritual en su propia persona. Mientras que las viejas religiones han sufrido un devastador proceso secularizador, una nueva espiritualidad parece asomarse en el final de la historia. Pero unos restos del catolicismo, el cristianismo ortodoxo y el protestantismo, se reúnen en un postrer Concilio. El último Papa, Pedro II, se enfrentará en una desigual lucha con el Anticristo. El relato acaba con un sublime acto ecuménico donde los últimos fieles del mundo se dirigen en peregrinación al monte Sinaí. Recientemente ha sido publicado El relato del Anticristo. Sin embargo recomendamos la edición completa con los tres diálogos publicados por Ediciones Scire.

Apocalipsis argentino

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Hugo Wast

El literato y sorprendente político argentino Hugo Wast (alias de Gustavo Martínez Zuviría) cuenta en su haber con tres novelas ciertamente hiladas: El sexto sello, Juana Tabor (recientemente editada por Homo legens) y 666. Esta última contiene la novelación de la preparación del reino del Anticristo. Toda la obra gira en torno a dos personajes: Juana Tabor y el fraile argentino Simón. Este sacerdote es el precursor de una gran reforma en la Iglesia. En medio de un mundo futurista, que Wast sitúa en 1995, los grandes organismos mundiales han desaparecido.

Una especie de revolución leninista ha triunfado en el mundo y la mayoría de países han quedado desarmados. Mientras se desata una brutal persecución contra los judíos, la Iglesia celebra un Cónclave para elegir a un nuevo Papa. Simón espera ser elegido pues cuenta con el favor del emperador anticlerical Otón. Pero no siendo elegido, para gran sorpresa de todos los sectores progresistas, desata su soberbia contenida durante largo tiempo. A partir de ese momento toda la novela gira en torno a su relación con Juana Tabor, una extraña y seductora mujer, que lo empuja a las mayores aberraciones litúrgicas y teológicas. Las tentaciones culminarán con la entrega del fraile al Anticristo ofreciéndole la Sagrada Comunión y desencadenando así su reinado.

El latín deberá dejar de ser la lengua de la Iglesia, para ser sustituida por el esperanto. Pero llegar a la proclamación de grandes herejías y reformas sólo se puede hacer recorriendo un camino que se inicia desde las pequeñas flaquezas.

Todo el relato es una representación del drama humano frente a las tentaciones y, entre las más sutiles, las tentaciones religiosas. Simón proclama: “La verdadera religión de Cristo no está hecha; todavía tenemos que hacerla”. Buena parte de la Iglesia católica, en ese futurible descrito por Wast, había caído en el liberalismo modernista: “Fe, esperanza, caridad y democracia”, proclama el Patriarca de Argentina. Simón aspira a una nueva religión que sintetice el catolicismo, el judaísmo y el Islamismo. Su confianza está depositada en que los fieles elijan democráticamente a los párrocos, obispos y hasta el mismísimo Papa.

El latín deberá dejar de ser la lengua de la Iglesia, para ser sustituida por el esperanto. Pero llegar a la proclamación de grandes herejías y reformas sólo se puede hacer recorriendo un camino que se inicia desde las pequeñas flaquezas. En este aspecto, Wast se muestra especialmente psicólogo. Simón, amante del sacerdocio, empieza a traicionarlo saltándose normas litúrgicas como el ayuno eucarístico, a la que ya no da importancia. Poco a poco el mundo de las tentaciones se acrecienta hasta caer en manos de Juana Tabor. Esta misteriosa mujer no es otra que Jezabel la Profetisa del Anticristo que le obliga a darle la comunión al mismísimo Anticristo. El desencadenante final del Apocalipsis es una guerra que emprende la India contra Occidente, donde todos los seguidores del Anticristo llevan grabado el número de la Bestia: 666.

 

 

 

2 comentarios en “«Apocalipsis literario» (1)

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