V ANIVERSARIO SOMATEMPS
Barcelona 15 de junio de 2019
¿Y después de las elecciones qué? Estrategias del Asociacionismo
por Javier Barraycoa, Presidente de Somatemps
Uno de los síntomas evidentes de la existencia de la partitocracia es que cuando llegan los ciclos electorales, incluso los partidos políticos que se presentan como alternativa a la partitocracia, coadyuvan a que el asociacionismo se paralice. Ello es evidente, incluso tiene cierta lógica, pero no por ello deja de ser preocupante. Por el contrario, tras los procesos electorales, la vida interna de los partidos parece someterse a un estado de astenia vital e inanición. Entonces los partidos dejan de volcar sus acciones hacia el exterior y se vuelven las energías al interior de sus organizaciones, las más de las veces para entrar en complejos procesos de control interno o posicionamientos estratégicos de sus miembros más activos. Lejos queda aquel paradigma de organización política donde la idea de militancia significaba una entrega, compromiso y actividad prácticamente diario.

Acto fundacional en el Monasterio de Poblet, 2014
No es nuestra intención en este criticar o analizar la partitocracia. Ya el año pasado -en el IV aniversario de la fundación de Somatemps- distinguíamos, por un lado, entre partidos que subvencionan y controlan asociaciones, para sus propios intereses; y por otro lado asociaciones que pretenden presionar y reorientar a los partidos políticos. Los canales entre el asociacionismo y los partidos políticos deben estar habitualmente abiertos y ser fluidos. Pero debe un flujo bidireccional donde, atendiendo al principio de subsidiariedad, la lógica señala que son las formas de organización social las que deben a veces estimular, a veces acotar, y otras frenar, las acciones de los partidos políticos. La importancia de las asociaciones radica -entre otras muchas cosas- en establecer diferentes formas de organización social natural (los llamados, y tan desconocidos, cuerpos sociales). Ello es lo único que puede impedir que la relación entre el individuo y el Estado sólo esté mediada por los partidos políticos o sindicatos; que por otra parte no dejan de ser entidades que subsisten gracias a los presupuestos del Estado.
La importancia de las asociaciones radica -entre otras muchas cosas- en establecer diferentes formas de organización social natural fuera de los partidos
Hoy los partidos han quedado subsumidos por lo que algunos politólogos llaman el “Paradigma Zapatero”. Ello se traduce en que los partidos políticos se nutren de dirigentes que en su momento entraron en las juventudes del partido, han vivido del partido y fuera de él su experiencia real sobre lo que es la vida política es mínima. Por ello no parece saludable que los partidos puedan disponer en sus gobiernos de técnicos que no se deban al partido, sino a su valía personal, o que las listas cerradas se “abran” a candidatos independientes que no estén empapados de los vicios propios de toda organización endogámica. Hemos de aclarar que casos como el de Inmaculada Colau son engañosos, pues, aunque ante la ciudadanía se han presentado como una representante del asociacionismo cívico, en realidad siempre ha sido una extensión del sistema pues las asociaciones a las que pertenecía ella y sus adláteres, estaban subvencionadas por administraciones públicas. Con otras palabras, es el típico ejemplo de antisistema que creado desde el sistema.
Tres formas de asociacionismo
La taxonomía del asociacionismo es múltiple. Pero nos queremos centrar esquemáticamente en tres tipos de asociacionismo, para llegar a comprender mejor qué es SOMATEMPS e invitar a otras asociaciones amigas a reflexionar sobre la cuestión.
1.-Hay asociaciones que corresponden propiamente a formas de cuerpos sociales naturales como asociaciones de comerciantes, de vecinos, cofradías, centros parroquiales, y un largo etcétera. Su característica estructural es que su finalidad está definida, corresponde a un bien social y, por tanto, su perduración en el tiempo es muy larga ya que constituyen parte del ordenamiento social connatural a las comunidades. Por el contrario, aunque es inevitable su interrelación con lo político, por su propia naturaleza deberían ser las mínimas posibles. No obstante, fue famosa la infiltración política en estas asociaciones antes y durante la transición política.
2.-Hay otro tipo de asociaciones que surgen por una finalidad muy concreta y su existencia en el tiempo depende de la resolución o no de ese problema. Pueden ser asociaciones de afectados por un problema en el barrio, colegio de los hijos, (narcopisos, incremento, delincuencia, …). Normalmente las interacciones con las administraciones públicas son más intensas y son a modo pulso y presión de una sobre la otra.
3.-Un tercer tipo al que nos queremos referir, entre otros muchos, es el tipo de asociaciones que surgen ante un gran problema estructural en la sociedad como -en nuestro caso- el separatismo. El tipo de asociaciones que ha provocado el independentismo, suelen ser genéricas, básicamente con un solo propósito, normalmente reactivas y sin un gran programa doctrinal detrás. En estos trazos se esconden las fuerzas y debilidades de este tipo de asociaciones.
Tres transversalidades y una más
Igualmente, el año pasado nos referíamos al concepto de transversalidad e intentábamos evitar su “sacralización”. La transversalidad puede ser una dinámica, una estrategia o -por qué no- a veces una dificultad. Quizá el problema es que hemos reducido el concepto de transversalidad a un único sentido: la transversalidad ideológica. Y la hemos convertido en un a priori para derrotar el separatismo. Pero esto no necesariamente puede convertirse en un principio inamovible (los constantes pactos históricos de la izquierda con el nacionalismo, son una lección a tener en cuenta). Por tanto, analizaremos brevemente tres tipos de transversalidades:
1.- Transversalidad doctrinal. Para que exista transversalidad doctrinal, en primer lugar, los diferentes grupos que pretenden aunarse (que no unirse) para combatir el separatismo, deben tener un poso doctrinal que ofrecer. Eso no ocurre siempre, o escasas veces para ser más precisos. No podemos confundir la transversalidad doctrinal con la unidad de acción de una serie de asociaciones que se vinculan más o menos por simpatía a partidos políticos concretos.
el año pasado nos referíamos al concepto de transversalidad e intentábamos evitar su “sacralización”. La transversalidad puede ser una dinámica, una estrategia o -por qué no- a veces una dificultad
2.- Transversalidad funcional. Un principio sociológico básico para comprender las dinámicas sociales es la división funcional (del trabajo). Cualquier cuerpo social puede agruparse como un mero conjunto de individuos considerados con iguales capacidades y que desarrollan indistintamente cualquier función no excesivamente compleja y especializada (en nuestro caso llevar una pancarta o bandera, o guardar en casa unos folletos). O bien, un cuerpo o agrupación social puede fundamentarse en una dinámica donde algún miembro o grupos de miembros se especializan funcionalmente y se coordinan con los demás. A modo de organismo cada miembro cumple funciones diferentes donde se especializa y se vuelve más eficaz. Todo ello tiene sus pros y sus contras. A modo de ejemplo, si una organización cuenta con una única persona experta en redes y ésta abandona la organización, dejará en un estado disfuncional a la organización hasta que no consiga reemplazarlo.
3.- Transversalidad temporal. Esta es una de las formas más olvidadas de transversalidad. Nos referimos a una transversalidad generacional. Las entidades muchas veces tienen un perfil de edad muy semejante: o son adultos, o bien jóvenes. Pocas organizaciones tiene una equilibrada transversalidad generacional. Evidentemente, volvemos al problema de ventajas e inconvenientes: organización de actos, desplazamientos de familias, tipos de actividades. Pero, por el contrario, este tipo de transversalidad es un indicativo de la voluntad de subsistir en el tiempo. Igualmente es un indicativo de la concepción del independentismo bien como un fenómeno que puede ser derrotado en un cortoplacismo electoral, o bien si nos hallamos ante un problema generacional y de largo plazo.
es un indicativo de la concepción del independentismo bien como un fenómeno que puede ser derrotado en un cortoplacismo electoral, o bien si nos hallamos ante un problema generacional y de largo plazo
4.- Cabría hablar de la transversalidad propia de una organización jerárquica. Nuestras asociaciones tienden a configurarse alrededor de una junta con algunos miembros con cierta especialidad funcional y luego una masa de voluntarios algo etérea, sin saber exactamente qué funciones y responsabilidades regulares tienen, sin definir militancias y con cierta tendencia al “setismo” (esto es, aparecer y desaparecer como las setas). En frente se hallaría un tipo de estructura jerárquica con claros y definidos grados, responsabilidades y normas de militancia.
¿Relato, hegemonía cultural o doctrina fértil?
Insistimos en la necesidad de reflexionar constantemente en la naturaleza de nuestras asociaciones de pertenencia, pues el peligro es caer un mero activismo que -aunque a veces alcance dimensiones considerables- se puede volver paradójicamente estéril. Entre los llamados “nuestros ideólogos” (articulistas, influencers, aquellos a los que los medios del sistema les abren las puertas), se repite como un mantra que hay que recuperar o sustituir el relato del independentismo. El concepto “relato” denota por sí mismo un subjetivismo interpretativo de una realidad. Este subjetivismo ha sido indudablemente aplicado por el nacionalismo a modo de adoctrinamiento.
Pero ese no es el verdadero problema. La cuestión de fondo es que no podemos caer en la trampa de combatir un “relato” con un “relato”, y ello por varios motivos. No podemos caer en el mismo esquema subjetivista y sentimentalista de movilización de masas a través de una pseudo-racionalidad interpretativa. Igualmente, no podemos aspirar a una recuperación del sentido de nuestra historia a través de una hiperactividad en las redes consistentes en consignas e insultos o contrainsultos. Algunos objetarán que la gente no lee, ni está para grandes reflexiones. Entonces simplemente estamos perdidos. Es nuestro deber -en una prudente medida proporcional- intentar que nuestras gentes se armen de argumentos y alcancen a tener una visión histórica de lo que son y han sido Cataluña y España.
La cuestión de fondo es que no podemos caer en la trampa de combatir un “relato” con un “relato”
Cada vez se hace más frecuente recurrir al difícil complejo concepto de hegemonía cultural gramsciano. No vamos a cansar a nadie desentrañando el verdadero significado de este concepto. Aunque, ciertamente, muchas veces lo hemos utilizado para afirmar que el nacionalismo mantiene una hegemonía cultural. Esta hegemonía la achacamos al control nacionalista de la educación y los grandes medios de comunicación autonómicos. Sin dejar de ser cierto, el asunto sigue siendo complejo y hay que desentrañar la clave de lo que significa la hegemonía cultural.
Intentaremos sintetizarlo, reducirlo y simplificarlo, sin atentar a la idea nuclear de Gramsci. Frente a la idea marxista de que la fuerza del cambio social está en la relación de las fuerzas de producción (en la denominada estructura social) y la ideología no es un elemento activo de cambio social, sino una mera expresión simbólica de la estructura (que denominará superestructura), parecería que toda ideología es un recurso de control social de la clase dominante para evitar que cambien las relaciones de producción. Gramsci revolucionó los dogmas marxistas, proponiendo que la ideología no era un mero barniz adormecedor de las fuerzas materiales productivas injustas, sino que era un elemento de transformación social. De ahí -y simplificamos- la idea que la revolución no se hace por la mera lucha de clases (en el ámbito de la estructura social), sino desde la superestructura, esto es en el ámbito social, cultural y político (estatal).
Según Gramsci, los partidos de izquierda tienen su razón de ser en su oposición a los partidos de derechas y viceversa. Son parte de un sistema que se auto-equilibran y nunca llegarán a transformaciones sociales
Para Gramsci en el ámbito de lo visible socialmente hablando -lo cultural y la política- se establecen varas facciones o partidos que unos acaban siendo complementario de otros. Los partidos de izquierda tienen su razón de ser en su oposición a los partidos de derechas y viceversa. Son parte de un sistema que se auto equilibran y nunca llegarán a transformaciones sociales, a menos que uno de ellos consiga la hegemonía cultural. En ello tendrán un papel especial los intelectuales orgánicos de los partidos. Alcanzada la hegemonía cultural es el propio Estado (antiguo enemigo del marxismo) el que provocará los cambios sociales, sin necesidad de cruentas luchas de clase.
En un escenario político que nos movemos en Cataluña, parece que los ejes complementarios son independentismo-unionismo. Si aceptamos esta aparente innegable verdad, erraremos en nuestro análisis. Pues esta dialéctica se retroalimenta y se reequilibra y sólo se descompensa cuando una de las facciones (normalmente el independentismo) parecen copar los instrumentos creadores de la hegemonía cultural. Pero mantenerse en este paradigma nos condena a una perpetua derrota y frustración.
El asociacionismo, sólo podrá alcanzar logros perennes y fructíferos, si rompe el esquema ideológico de la hegemonía cultural, o el discurso del dominio del relato. Intentaremos simplificar nuestra exposición. Mientras que nuestros objetivos sean reactivos (unidad frente a independencia) o nuestra razón de existir como asociaciones sea meramente frenar el independentismo, nuestra existencia por definición será limitada en el tiempo o siempre bailaremos al compás del que tiene la hegemonía cultural. De ahí que muchas asociaciones tengan/tengamos que definirnos anti …, en vez de, por ejemplo, pro catalanas.
La ruptura con el juego de la hegemonía cultural, se produce cuando un grupo, asociación o partido, no tiene necesidad de definirse por sus contrarios.
La ruptura con el juego de la hegemonía cultural, se produce cuando un grupo, asociación o partido, no tiene necesidad de definirse por sus contrarios. Esto es, cuando el grupo o asociación podría tener sentido en sí mismo sin necesidad de oposición a algo … En definitiva, lo que queremos transmitir es que mientras nos movamos en el ámbito de la ideología, gran parte de nuestras acciones serán estériles en cuanto que meramente reactivas a aquello que da sentido -por oposición- a nuestra identidad asociativa. El camino más largo y quizá más difícil de seguir es el de distinguir el ámbito de la ideología de la doctrina. Los grupos que tienen doctrina, esto es, propuestas concretas constructivas de la sociedad, y principios en las que fundamentarlas, son los que abrirán vías de transformación o -mejor- restauración social.
Afirmar que en España “deben desaparecer las autonomías”, vendría ser como decir que hay que expulsar unos enemigos del campo de batalla. Pero luego ¿qué hacemos con ese campo? ¿Cómo lo cultivamos? ¿cómo lo fructificamos? ¿Qué doctrina, principios y acciones prudenciales políticas sustenta la alternativa al separatismo? Estas son preguntas que poder desgracia no nos solemos plantear.
¿Cómo se define Somatemps? (una definición provisional)
Es una asociación política sin ser partido político y -reconociendo la necesidad actual de organizaciones políticas que intervengan en las administraciones- cree más urgente una restauración (no somos regeneracionistas) social y cultural que precede a la reforma o regeneración Política. El carisma fundacional de SOMATEMPS es el redescubrimiento -a través de la inculturización- de los que significa ser catalán y español en su proyección no dialéctica sino sintética que trasciende como concreción de una realidad más universal que es la Hispanidad. Somatemps. Subsidiariamente ha ejercido otras funciones como la actividad en la calle, ayuda a otros grupos, en la medida que la emergencia nacional que vivimos lo ha exigido. Somatemps no aspira a ser una coordinadora de asociaciones, ni a liderar nada. Simplemente desea entrelazarse funcionalmente con otras asociaciones donde cada una de ellas pueda aportar algo diferente y enriquecedor. Somatemps cree tener un corpus doctrinal que le aleja de ideologías y dialécticas reactivas y podría subsistir y seguir cumpliendo una función social-política aunque desapareciera el separatismo o quedara reducida su hegemonía actual.
Como vocación propia, y sabiendo que Somatemps es un mero instrumento prescindible como tal, nuestra asociación se siente llamada a emplear buena parte de sus energías a preparar a los más jóvenes, para que puedan afrontar la realidad política que les toque vivir, no desde el marco o paradigma propuesto por el propio sistema, sino desde una cosmovisión mucho más trascendente y profunda. En resumidas cuentas, Somatemps nunca ha visto el independentismo como una causa de los males de España, sino un efecto de males mayores, pero mucho menos perceptibles. Esos son los objetivos a desvelar y derrotar, entonces el separatismo caerá como un castillo de naipes.
Somatemps cree tener un corpus doctrinal que le aleja de ideologías y dialécticas reactivas y podría subsistir y seguir cumpliendo una función social-política aunque desapareciera el separatismo
Somatemps tiene su camino trazado, su estrategia pensada y su propia hoja de ruta. Sabemos que muchas asociaciones hemos de caminar juntos largos trechos de un mismo camino. Pero nunca hemos intentado imponer nuestra cosmovisión social-cultural y política, y hemos sido respetuosos con otros planteamientos en aras a acciones conjuntas que exigía un bien superior o común. Creemos que la unión de todas las asociaciones es un desiderátum y que no tiene por qué implicar una mayor eficacia. La experiencia ha demostrado que muchas veces este “ideal” ha entorpecido nuestras acciones y estrategias. Los pactos y alianzas entre asociaciones deben ir surgiendo de forma connatural y purgadas por el tiempo y la experiencia. Como otras tantas entidades hemos sido atacadas a veces injustamente por “fuego amigo”. Pero sólo en casos extremos y de justicia hemos respondido con contundencia ante aquellos que pretendían destruir nuestra asociación por dictados venidos de ciertas altas instancias políticas.
No somos una gran asociación, ni en militancia ni en recursos. Nuestra fuerza reside en la constancia, la honestidad de nuestros fines, la generosidad que han demostrado muchos de nuestros miembros y amigos, en nuestra capacidad de análisis y lectura de los acontecimientos más allá del cortoplacismo, en haber expuesto una doctrina en consonancia con una labor del redescubrimiento de la historia de Cataluña y la naturaleza del pueblo catalán. No hemos elaborado un relato, sino que hemos redescubierto una realidad que debe ser restaurada y trazado un camino para conseguirlo. Llegaremos hasta donde llegaremos, pero lo habremos hecho con la conciencia clara de estar cumpliendo con un deber patrio, muy superior al mero combate partitocrático que ha desnaturalizado la política y nuestra comunidad.
Contamos con todos vosotros para proseguir esta labor. Muchas gracias.