XIII CONGRESO NACIONAL DE LA CTC. Madrid, 13 de octubre de 2018
3a PONENCIA: LA HISPANIDAD (A causa de las normas de ponencias del Congreso el texto se debía sintetizar en escasos folios).
Ponente: Javier Barraycoa
La Hispanidad es la proyección universal en un espacio y tiempo concretos de la christianitas minor que representaron históricamente las Españas.
El concepto de Hispanidad, mientras que fue vivido como una realidad en el Imperio de la Monarquía hispánica, no tuvo necesidad de ser teorizado. Simplemente se vivía y se expresaba en el orden de lo cotidiano a lo largo de un imperio que ocupaba 20 millones de kilómetros cuadrados. Estas tierras bajo jurisdicción de Virreinatos dependientes de la Corona española, gozaron de una pluralidad enorme de concreciones pero supo mantener una admirable unidad -que no uniformidad- política, cultural y religiosa. Los desarrollos consuetudinarios, jurídicos y políticos se hacían conforme a praxis políticas enmarcadas en un profundo sentido de Cristiandad, de proceso civilizador, evangelizador y hasta cierto punto de cruzada contra el incipiente imperio anglosajón que pretendía derrumbar la Cristiandad implantada en el Nuevo Mundo.
La palabra Hispanidad, tardía en su aparición y equívoca en su interpretación, fue tomando cuerpo doctrinal gracias a autores como Ramiro de Maeztu. Ello se producía precisamente cuando a España se le habían arrebatado los restos de sus provincias de ultramar y se cernía una crisis política y social que acabaría llevando a una cruentísima Guerra Civil. Poco antes, en plena II República, Maeztu escribía su Defensa de la Hispanidad. Este escrito no era una mera reivindicación de lo que España había sido, sino el intento de dejar una señal a futuras generaciones sobre el camino que había de seguir para que España saliera de su profunda tragedia espiritual y material. Tras la Guerra del 36, España vivió unas décadas de paz, más formal y temporal que no perenne y fundamentada. La Transición ha sido un escenario para esconder constantemente el fracaso de una sociedad que sigue tan enferma o peor que la que se vivía en la república.
«La Defensa de la Hispanidad, de Maeztu, no era una mera reivindicación de lo que España había sido, sino el intento de dejar una señal a futuras generaciones sobre el camino que había de seguirse para que España saliera de su profunda tragedia espiritual y material»
Siguiendo el espíritu de Maeztu debemos preguntarnos si la idea de Hispanidad y la doctrina que la ha de acompañar puede transformarse en una praxis política. Muchos son conscientes de la crisis latente de España en particular y Occidente en general. Ante los constructos artificiales como la Unión Europea, algunos buscan la solución en la recreación -incluso artificiosa- de una identidad patria. Este camino fácilmente puede derivar en formas de nacionalismo y ontologismo identitario que repugna a la idea de Tradición y Patria en su sentido más genuino.
Por otro lado, la tentación en las situaciones de crisis es atrincherarse en las posturas cómodas de la reflexión intelectual o en las lamentaciones por aquello que pudo haber sido y no fue. El carlismo, en cuanto que tradicionalismo encarnado en una praxis política, se haya en la encrucijada de decidir su destino. Y ante ello no se debe caer en tentaciones fáciles como recluirse en la nostalgia histórica o en la estética romántica. Pero tampoco podemos caer en un aperturismo a los “nuevos tiempos” para no perder el ritmo de los tiempos. Para el carlismo la política debe ser tenida en cuenta desde una dimensión trascendente pero a la vez práctica, sin anquilosamientos pero sin afán de novedades y modas acomodaticias. El reto es sencillamente formidable.
«Algunos buscan la solución en la recreación -incluso artificiosa- de una identidad patria. Este camino fácilmente puede derivar en formas de nacionalismo y ontologismo identitario que repugna a la idea de Tradición y Patria en su sentido más genuino»
Es precisamente por ello que la idea de Hispanidad nos señala uno de los caminos fundamentales para reencontrarse. Por un lado, la Hispanidad no es una teoría, sino que es una concreción política e histórica. En segundo lugar, la Hispanidad no es una arqueología doctrinal sino una realidad aún presente en muchos países, si bien no en su totalidad, si en muchos ámbitos donde podremos redescubrir Las Españas fuera de la España-nación y de nuestras fronteras administrativas. Mientras que unas fuerzas centrífugas pretenden partir la patria española, cada vez son más los grupos y movimientos sociales en Hispanoamérica que buscan reencontrarse -incluso integrarse- en la realidad política Hispana.
Una derivada de la idea de Hispanidad es el Iberismo, formulada de muchas maneras y desde distintas ideologías. Algunos reclaman adoptar relaciones de bilateralidad más profundas o incluso llegar a una reunificación política con el viejo reino luso. ¿Es un imposible? ¿qué lo impide? ¿qué antecedentes políticos lo han intentado? No en vano Cerdeña fue muchos más siglos española que no italiana y aún ello se nota en su idiosincrasia cultural. Posiblemente uno de los elementos que ha impedido desarrollar la praxis de un iberismo ha sido el nacionalismo portugués esgrimido precisamente por la derecha liberal contra el “asimilacionismo” español y, por otro, la Unión Europea que limita y modula todo tipo de uniones estratégicas dentro de su área para eliminar obstáculos hacia una centralización administrativa europea.
«la Hispanidad no es una arqueología doctrinal sino una realidad aún presente en muchos países, si bien no en su totalidad, si en muchos ámbitos donde podremos redescubrir Las Españas fuera de la España-nación y de nuestras fronteras administrativas»
Volviendo a Hispaniamérica y sin olvidarnos de Filipinas y las comunidades hispanohablantes que hay por todo el mundo, hay que preguntarse ¿cuántos movimientos políticos y culturales reivindican en Hispanoamérica aún una profunda admiración por la Madre Patria? Estamos pensando en regiones como Santa Cruz en Bolivia cuyo himno regional es una alabanza a la España que les llevó la fe. O cómo todavía en Chiloé (Chile) que fue el último bastión español en el país, aún conservan la cruz de San Andrés como bandera reivindicativa de su identidad y contra el centralismo de la capital chilena. Son muchos los fenómenos que en breve tiempo se irán incrementando y nos reclamarán propuestas y respuestas.
Sin lugar a dudas hay un inmenso movimiento en Norteamérica que está recuperando su pasado hispano previo en casi dos siglos al anglosajón. Es significativo el gran esfuerzo de California por restaurar las multiseculares Misiones españolas como signo de su identidad. Pequeños grupos de presión portorriqueños se atreven a pedir su integración en España. O incluso ha aparecido una liga monárquica para Cuba. Es evidente que muchos de estos fenómenos necesitan ser filtrados y otros muchos descartados por estrambóticos, pero debemos observarlos como síntomas de que muchos buscan en la Hispanidad el referente de momento identitario, y a la larga político ante la crisis que está provocando el mundialismo.
«Todavía en Chiloé (Chile) que fue el último bastión español en el país, aún conservan la cruz de San Andrés como bandera reivindicativa de su identidad y contra el centralismo de la capital chilena»
Mientras, la lengua castellana está volviendo a prestigiarse en Filipinas e incluso se acaba de aprobar como idioma optativo en el “bachillerato” cursado por los alumnos de toda China. En estos momentos en la segunda lengua materna más hablada del mundo por encima del propio inglés. Pensadores, políticos, figuras históricas, están esperando ser redescubiertas, pues los propios países hispanoamericanos las desconocen por acción de la masonería y la revolución que se han encargado de que no conozcan sus raíces. Es sorprendente descubrir que la inmensa mayoría de mexicanos desconoce siquiera la Guerra de los cristeros. El tradicionalismo español puede encontrar en Hispanoamérica como realidad material y en la Hispanidad como realidad espiritual, un resorte de rejuvenecimiento, de apertura armoniosa con los principios que representamos y fructífera en su proyección internacional, pero también en la reconstrucción en nuestra Patria.
La historia de Hispanoamérica nos permite una reflexión profunda sobre la política y adentrarnos en la conciencia del alma hispana. La transición de los Austrias a la dinastía borbónica, tras la Guerra de Sucesión, fue creando un nuevo modelo político en la península. Si bien los Austrias supieron alternar los cargos más importantes de los virreinatos con criollos autóctonos y autoridades peninsulares, eso se fue eliminando. Los borbones fueron liquidando la participación política en los virreinatos a las elites locales lo que provocó un resentimiento y deseo de poder. Estas elites resentidas, muchas ilustradas y masonizadas, fueron presa fácil de las tentaciones del imperio inglés que deseaba hundir la hispanidad.
«Pensadores, políticos, figuras históricas, están esperando ser redescubiertas, pues los propios países hispanoamericanos las desconocen por acción de la masonería y la revolución que se han encargado de que no conozcan sus raíces»
También el nuevo sistema de comercialización con América, dejaba en segundo plano el papel civilizador para centrarse en las relaciones económicas. A diferencia de Portugal, que sólo dominó costas e islas para facilitar el comercio, la Monarquía hispánica se esforzó en crear un imperio territorial que suponía volcar muchos más esfuerzos y energías. Ello, desde la distancia nos permite establecer una comparativa entre los diferentes imperios europeos y descubrir cuál fue verdaderamente civilizador y cuáles siguieron el modelo “depredador”.
Otro motivo de reflexión es esa parte hasta ahora ocultada de la emancipación de los Virreinatos. Siempre se ha querido ofrecer la imagen de los “libertadores” como protectores de los indígenas. Pero ello contrasta con la infinidad de unidades de voluntarios indios que lucharon a favor del Rey de España. Una de las muchas razones -aparte de la fidelidad a su rey- era que los indígenas sospechaban, que todas sus tradiciones y tierras comunales, hasta ahora protegidas por la Monarquía hispánica correrían peligro. Y así fue. Tras la victoria de los “libertadores” no se abolió la esclavitud, se expropiaron las tierras indígenas y se malvendieron o regalaron a los oligarcas que apoyaron la rebelión. Ya en el siglo XIX muchos países hispanoamericanos sufrieron guerras civiles entre católicos y liberales. Y aunque esos conflictos se producían en Repúblicas, son muy semejantes a las Guerras civiles peninsulares entre carlistas y liberales.
«Tras la victoria de los “libertadores” no se abolió la esclavitud, se expropiaron las tierras indígenas y se malvendieron o regalaron a los oligarcas que apoyaron la rebelión»
Los grandes genocidios, como los de los indios Selkman, en la Tierra de Fuego se produjeron a finales del siglo XIX cuando esas gentes dependían de las nuevas repúblicas como -en este caso- Chile. Igualmente pasó con el exterminio de los indígenas del Chaco en Argentina. Los Estados recién emancipados, crearon campos de concentración -como la isla Martín García- en el río de la plata para recluir y esclavizar a indígenas. Otro fenómeno desconocido actualmente es que el español empezó a extenderse por buena parte de américa a partir de la Independencia, pues los nuevos estados querían imitar el sistema educativo centralista francés, y convertir -paradójicamente- el español en su lengua “nacional”.
No fue así durante el imperio donde los Reyes de España que nunca se pronunciaron por imponer obligatoriamente la lengua castellana sino que se enseñaba y catequizaba en las lenguas locales. Así, el castellano pudo convivir tranquilamente con más de 160 lenguas diferentes. Más aún. Los reyes de España obligaban a los misioneros a que los indígenas fueran catequizados en sus lenguas nativas.
Todos lo expuesto sucintamente nos obliga a retomar la Hispanidad como una de las ideas fuertes del pensamiento tradicionalista. Pensar en ella es pensar en España. Si siglos antes nosotros le transmitimos nuestro modo de ser, ahora en la Hispanidad como realidad, debemos bucear y encontrar aquello que aquí liquidaron sucesivas revoluciones. Estas reflexiones van desde encontrar argumentos contra las ideologías populistas hasta repensar el modelo de monarquía y organización política que propugna el carlismo.
Javier Barraycoa
Ponencia muy bien redactada, para lucimiento del autor, pero que no aporta nada nuevo a lo que todo Carlista sabe desde la adolescencia. CTC debía aportar soluciones a los problemas urgentes actuales, como aclarar con quien está en esta grave situación que atraviesa España. Este partido debe aclarar si continuará rellenando actos de la derecha liberal, o se sumará a los Patriotas empezando por unirse o apoyar ADÑ en las elecciones europeas de mayo del 2019.
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Y ¿Con quién está ADÑ?
Dependerá de las propuestas concretas.
Si éstas no incluyen cuestiones y principios morales fundamentales será cuestión de que se lo planteen.
El autodenominarse «patriota» no confiere patente de corso.
La pelota está en su tejado.
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Leer:
http://xn--ad-Oja.org/que-defendemos
La respuesta está en el enlace Don Luis B.
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Mejor visitar:
adñ.org
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