Ramiro de Maeztu (1): Apuntes biográficos y temperamentales

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Introducción a la presentación del libro «Ramiro de Maeztu. De la regeneración a la contrarrevolución», de Josep Alsina. Acto celebrado el 22 de octubre de 2014 en el Hotel Atenea.

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1.- Apuntes biográficos y temperamentales

Ramiro de Maeztu Whitney (Vitoria, 1874 – Aravaca, Madrid, 1936), fue uno de los periodistas e ideólogos más destacado del pensamiento monárquico, tradicionalista y católico del siglo XX. Aunque esta etapa de madurez de su pensamiento, alcanzada en la medida que la Revolución se cernía sobre España bajo la forma de la II República, tuvo un arranque muy diferente. Uno de los muchos méritos de Ramiro de Maeztu fue la honestidad intelectual y saber reconocer sus errores intelectuales primerizos en la medida que se afanaba por buscar la verdad que permitiera entender la realidad social. Un hombre de esta talla, debería ser un ejemplo para tantos intelectuales, o ciudadanos de a pie, que se empeñan en aferrase a unos “dogmas” simplemente por miedo a pensar bajo otras categorías; y que ello pongan en peligro su cómoda “construcción” de la realidad.

De hecho la propia genealogía de nuestro autor es una mezcla explosiva que podría haber dado lugar a cualquier resultado imprevisible. Maeztu podía haber acabado siendo un comerciante, un anarquista, un burgués, o un anodino ciudadano más de su tiempo. Pero fue su vocación, primero literaria, luego periodística y por fin intelectual, la que le llevó no sólo a ser uno de los eruditos más potentes de su época, sino también al martirio por Cristo. Es demencial que entre la cultura católica se tenga abandonado no sólo a esta mente preclara, especialmente en su última etapa, sino a un mártir que debería de ser un referente para todos los católicos que se dedican al saber. Pero en España somos capaces d elo más grande y lo más misérrimo.

Maeztu había nacido en Vitoria, de padre cubano de origen navarro y ascendencia alavesa y madre anglofrancesa, Juana Whitney, nacida en Niza -ciudad perteneciente por aquellos tiempos al anticatólico Piamonte- e hija del cónsul británico. El cóctel era demasiado explosivo. Los padres de Ramiro habían recalado en Vitoria, en el curso de un viaje a España para conocer la tierra de los antepasados de Manuel, y les sorprendió la última Guerra carlista de modo que tuvieron que permanecer en las Vascongadas de forma imprevista.

La muerte de su padre, relegó a su familia, anteriormente bien asentada, a la precariedad: desaparecieron los profesores particulares, las clases de esgrima e idiomas y, de varios criados, pasaron a tener una única y fiel sirvienta. A raíz del brusco cambio acaecido en el seno de la familia, la formación del intelectual vasco se abocó al autodidactismo. Él mismo siempre reconoció este defecto, a la par que virtud, añorando haber tenido una formación más sólida y sistemática desde su juventud.

maeztu2Ramiro viajó mucho tanto por motivos profesionales como familiares y, sobre todo, por su afán de descubrir nuevas realidades sociales. Residió en París; pasó unos años en Cuba, cuando aún era española, desempeñando los más variados oficios; incluso fue soldado. Estuvo en Marburgo, en 1910, estudiando a Kant con los profesores neokantianos Hermann Cohen, Paul Natorp y Nicolai Hartmann, y durante su estancia coincidió, algún tiempo, con Ortega y Gasset.

Londres fue la gran metrópoli que lo acogió durante quince años, desde el 1905 al 1919, en calidad de corresponsal de diversas publicaciones como La Correspondencia de España, Nuevo Mundo y Heraldo de Madrid. Fue en Londres donde empezó a asentar unas bases conceptuales que le aproximarían al socialismo utópico. Allí frecuentó a grupos fabianos y del llamado socialismo gremial (guild socialism), mostrando especial afinidad por el último. Paradójicamente, este pensamiento socialista, le permitiría conocer –aunque fuera a modo de añoranza- lo que había sido el mundo premoderno. Entre las reivindicaciones gremiales de un socialismo utópico, aún empapado de nostalgia cristiana, y el pensamiento tradicional, el abismo no era tan insalvable.

En Londres contrajo matrimonio con una inglesa llamada Mabel Hill de la que tuvo a su hijo único, Juan Manuel. Durante la Primera Guerra Mundial, trabajó de corresponsal en Italia y, una vez confesó que lo que vio a lo largo de esta contienda indujo en él el giro hacia el tradicionalismo, al paso que abandonaba el pensamiento anarquizante y nietzscheano de su juventud y las simpatías por el socialismo reformista de cuño fabiano. El desengaño de esas filosofías primerizas no le restó entusiasmo por seguir buscando la verdad. De todo ello dio cuenta en varios escritos de retractación. «Razones de una conversión», aparecido en Acción Española el 1 de octubre de 1934, sea quizá uno de los escritos más significativos sobre esta catarsis.

Igualmente significativa fue una afirmación suya a modo de ideal pragmático-intelectual, pues soñaba con la “posibilidad de reconciliar el ideal mundano de mis abuelos liberales con el ideal ultramundano de mis abuelos carlistas” (Véase su artículo ”El sentido Reverencial del dinero”, en ABC, Madrid, 1933).

Al regreso de Inglaterra, reside unos meses en Barcelona afianzando allí sus lazos con Eugeni D’Ors, coincidiendo con una crisis de índole religiosa de éste último, y una búsqueda existencial de la autoridad en todos sus más amplios espectros: intelectual, moral, religiosa, política, …). En Argentina conoce y trata al sacerdote vasco Zacarías de Vizcarra, padre del término Hispanidad, que para Maeztu será una de las columnas de su pensamiento. Fue embajador de España en Buenos Aires, durante el gobierno de Miguel Primo de Rivera, hasta que presentó la dimisión el día 28 de marzo del 1930, a raíz de la muerte del General.

ramiro1Una vez en España, siguió su labor periodística y fue, por añadidura, diputado por Guipúzcoa en las filas de Unión Regionalista Guipuzcoana. Maeztu fue miembro de las Reales Academias de Ciencias Morales y de La Lengua Española, en cuya recepción leyó un discurso que versaba sobre «La brevedad de la vida en nuestra poesía lírica». Ramiro de Maeztu fue de los que con clarividencia anunció que el triunfo de la república devendría necesariamente en una Guerra Civil. En conversación con Eugenio Vegas Latapié, le confesaba esta genialidad: “Usted y yo podemos tener una satisfacción interna. Las cosas no nos han tomado de sorpresa. Lo único sorprendente ha sido la ceguera de los que tenían ojos y no veían”.

Fue detenido el 1 de agosto. Hallábase refugiado en la casa de su amigo y correligionario don Luis Vázquez Dodero, en la calle de Velázquez. Ahí lo descubrieron los milicianos. Al verlos, saltó su genio y les espetó: –Yo soy Maeztu… ¿Venís a matarme?  Aquí me tenéis a vuestra disposición… ¡Asesinadme pronto!

maeztu3Tras una consulta con las «autoridades», en vez de matarlo en una esquina, recibieron orden de llevarlo a la Prisión de Ventas. La celda  que ocupaba se convirtió en cátedra de Filosofía, de Política, de Historia, de Literatura, a ella acudían presos a escuchar su verbo y reconfortarse con su entereza. Escuchándole, se olvidaban todos de su mísera condición carcelaria. Cuando lo arrancaron de la prisión para llevarle a la muerte,  se despidió de su mejor amigo entre rejas: – ¡Adiós, amigo Basilio! ¡Hasta la eternidad!

El 28 de octubre de 1936, de madrugada, fue asesinado con otros treinta detenidos, junto a la tapia del cementerio de Aravaca, tras una extracción masiva de presos – llamadas en el argot «sacas»-, de la cárcel de Ventas, donde estaba recluido desde finales de julio, cuando unos milicianos republicanos lo detuvieron hallándose de visita en casa de su amigo Vázquez Dodero. Estaba escribiendo una obra titulada «En defensa del espíritu» de la que ya se habían publicado algunas entregas en la revista Acción Española, publicación que dirigió desde el número 28, de marzo de 1934, hasta junio de 1936.

En vano intercedieron por su liberación las embajadas inglesa y argentina. Las últimas palabras de Ramiro ante quienes se disponían a matarlo fueron, si la leyenda es cierta: «Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por qué muero: para que vuestros hijos sean mejores que vosotros».

 

 

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