El espacio público, arte urbano y crisis litúrgica: postarte. La muerte de la belleza y de lo social (y 7)

 

El postarte: la muerte de la belleza y de lo social

galeria-nacional-escocesa-arte-moderno-edimburgo..jpgUna última reflexión sobre los espacios públicos, el arte y sus funciones pedagógicas, queremos centrarla en los museos. Fueron los Estados Unidos los que dieron el impulso museístico que ha influido en el resto de países. Los grandes museos norteamericanos fueron abastecidos con las compras de multimillonarios que buscaban en ellos una función educadora para la sociedad. Ellos “estaban convencidos de que los museos de arte podían ser fuerzas unificadoras y democratizadoras para la sociedad”[1]. Pero pronto, este espíritu democratizador fracasó, al convertirse el arte y los museos precisamente en lo contrario: en un símbolo de clase social alta. El arte, encerrado en los museos, se desvincula de la vida ordinaria. Se cumple aquello que Berdiaev pronosticaba en la decadencia de la Civilización: “Toda la belleza de la cultura, encarnada en los templos, en los palacios en las villas, emigran a los museos que se llenan de algo así como cadáveres artísticos”[2]. Los museos se convierten en esos espacios medio privados y medio públicos donde el arte se transforma en un instrumento de control simbólico del poder y de la ostentación de las elites.

Los museos se convierten en esos espacios medio privados y medio públicos donde el arte se transforma en un instrumento de control simbólico del poder y de la ostentación de las elites

El arte, como denuncia Marie-Claire Uberquoi, se convierte también en un puro instrumento comercial alejado de las características que siempre acompañaron al arte: la proporción o armonía, la integridad o perfección, la claridad o esplendor y la analogía con la belleza espiritual[3]. Por eso los artistas modernos pueden crear obras, tomadas y cotizadas como arte, pero sin serlo. Donald Kuspit nos ofrece una sintética visión del panorama artístico actual: “La posmodernidad son también malos tiempos para la creatividad (…) De manera que los postartistas carecen de imaginación y no tienen necesidad de ella, pues para ellos el material banal es arte en estado bruto[4].

Este arte desposeído de sí mismo no puede acometer la función principal del arte: acompañar a lo sacro. Más bien ocurre lo contrario.

francoisnielly1600Este arte desposeído de sí mismo no puede acometer la función principal del arte: acompañar a lo sacro. Más bien ocurre lo contrario. El arte contemporáneo parece encaminado a sustraer a los hombres una experiencia sensible de lo sublime. De tal forma que, señala Donald Kuspit, “El papel del postartista consiste en convencernos de que no hay otra experiencia posible que la experiencia cotidiana”[5]. Con otras palabras, la vulgarización del arte impide la experiencia de lo bello, del bien, de la sociabilidad y de la trascendencia. Este pseudo-arte tampoco será neutro en lo pedagógico. John Carey es de los pocos críticos culturales que se han atrevido a una afirmación así: “La religión del arte hace peor a la gente”[6]. La restauración del arte sólo podrá venir por la restauración del arte sacro. Y éste sólo podrá volver a ser lo que era cuando se restaure la liturgia.

 

[1] John Carey, op. cit., p. 110.

[2] Nicolai Berdiaev, El sentido de la historia, Encuentro, Madrid, 1979, p. 191. (Título original: Smysl istorii)

[3] Santo Tomás de Aquino, tiene numerosas referencias sobre lo que debe entenderse por arte. Cf., por ejemplo, Summa Theologiae I, 5,4; I, 39, 8; II, 145, 2, etc.

[4] Donald Kuspit, El fin del arte, Akal, Madrid, 2006, p. 98 (Título original: The End of the Art)

[5] Ibid., p. 67.

[6] John Carey, op. cit, p. 175.

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