La Cristiandad. Una visión sociológica: El orden social y político (3)

Parte 1 La Cristiandad. Una visión sociológica (1)

Parte 2 – El alma de la Cristiandad (2)

Parte 3 – El orden social y político

Ya Montesquieu en su Espíritu de las Leyes, propone que los poderes intermedios, subordinados y dependientes constituyen la naturaleza del gobierno monárquico[1]. De esta idea beberá Tocqueville, al intentar describir lo que era un régimen “aristocrático”[2]. De entre sus muchas características, destaca que “En las naciones aristocráticas, los cuerpos secundarios forman asociaciones naturales que frenan los abusos de poder. En los países donde semejantes asociaciones no existen, si los particulares no pueden crear artificial y momentáneamente alguna cosa que se asemeje a ellas, no percibo ya más diques a ningún tipo de tiranía”[3]. Tocqueville, de forma genérica y lata se está refiriendo a los cuerpos intermedios que encontramos rebosando el cuerpo social de la Edad Media: cofradías, gremios, hermandades, … La pérdida de estos cuerpos intermedios, para nuestro autor, será una de las causas de que las democracias modernas tiendan a ser sistemas totalitarios por no encontrar contrapesos a un poder que siempre tiende a centralizarse y absolutizarse.

Castillo medieval

Tras la caída del Imperio Romano Occidental, las elites abandonaron las ciudades para constituir sus propios microcosmos políticos y militares en las haciendas campestres. Esto sería el origen del feudalismo. De hecho, se podría decir que Alta Edad Media se configuraría como: “una civilización que brotó de los castillos, es decir, de los dominios feudales, que se conformó en ámbitos rurales, y nada tuvo que ver con la vida urbana, todavía incipiente. Esa civilización dio origen a la vida `cortesana´, adjetivo que proviene de court (cour = patio), el lugar del castillo donde comúnmente se reunía la gente. El castillo feudal, a la vez que instrumento de defensa y cobijo natural de toda la población rural en caso de ataque o asedio, fue un foco cultural rico en tradiciones originales”[4]. Castillos y abadías, eran los epicentros del mundo rural. Las grandes ciudades, que estaban reponiéndose de la debacle del Imperio Romano, ante la ausencia de viejas oligarquías, fueron lugares donde los obispos se transformaron en autoridades no sólo espirituales, sino también en referentes políticos.

Tras la caída del Imperio Romano Occidental, las elites abandonaron las ciudades para constituir sus propios microcosmos políticos y militares en las haciendas campestres. Esto sería el origen del feudalismo.

La Baja Edad media es un proceso que puede medirse por el desplazamiento del centro de la vida social. Si en el siglo XI las ciudades eran cuerpos sociales debilitados frente al mundo rural, en el siglo XV, los municipios mostrarán una vigorosidad productiva y política. El orden social y político se va constantemente reequilibrando entre los poderes municipales, los feudales y la autoridad creciente del Rey[5]. El Rey que respeta los fueros y libertades de las ciudades, se apoya muchas veces en la ciudades para contrapesar el poder del feudalismo. De ahí que los burgos medievales alcanzaran su máximo protagonismo político en esa época. Unos tiempos de los que Tocqueville dirá que todos los habitantes de cada ciudad, reunidos en la Asamblea General, participaban en los asuntos municipales más importantes y elegían a los miembros del cuerpo de la villa, órgano ejecutivo de la localidad[6].

Ciudad medieval

El renacimiento medieval del municipio, no podría entenderse sin el florecimiento de los gremios que ostentaron un papel fundamental en el ordenamiento productivo y político de las villas. Mientras existieron, o al menos existieron con fuerza durante la Cristiandad, supusieron el freno a las oligarquías municipales y a la aparición de un capitalismo fundado en lo comercial y financiero que desdeñaba la producción artesanal. Este espíritu comercial siempre fue visto con recelo por la sociedad cristiana. De ahí el profundo desprecio que podemos encontrar en teólogos como Santo Tomás hacia la usura y el préstamo con interés. Igualmente, Werner Sombart, cuando explica los orígenes del capitalismo, reconoce que, aunque pareciera que la ciudad medieval y la renacentista mantienen la misma estructura, en el fondo se ha producido una transformación esencial. La ciudad medieval produce a través de sus gremios y los hombres no compiten entre ellos. La ciudad renacentista no es productiva, sino esencialmente consumista[7], y creará potentes oligarquías que en algunas partes de Europa acabarán constituyéndose en ciudades-estado capaces de enfrentarse al mismísimo papado.

El renacimiento medieval del municipio, no podría entenderse sin el florecimiento de los gremios que ostentaron un papel fundamental en el ordenamiento productivo y político de las villas

Nos centraremos, por tanto, en un pequeño análisis de los gremios como motor social de las municipalidades de la Cristiandad. A partir del siglo XIII ya encontramos referencias de cómo los artesanos se refieren a sí mismos por su profesión. Los documentos de la época “entremezclan los términos universitas, ministerium, artificium, confraria e mester e incluso collegi, seguramente con intencionalidad, pero con un significado preciso que es muy difícil de captar”[8]. Algunos autores apuntan la relación entre los collegia romanos (agrupaciones profesionales) y los gremios. Pero otros ven una discontinuidad, precisamente por el espíritu fundacional cristiano de estos últimos. Por ejemplo, en muchos reglamentos gremiales cuando se habla de la solidaridad en el trabajo, se apela a la ley del amor promulgada por Cristo[9]. De ahí que los estudiosos, encuentren entrelazados, y muchas veces como sinónimos, los términos cofradía y gremio. Hasta tal punto es así, que muchos han decidido utilizar el término compuesto de “Cofradía de gremios”[10].

Gremios medievales

Por tanto, en los gremios encontramos dos fuentes o principios fundadores: la fuerza del sentimiento de comunidad (y por ende el reconocimiento de la sociabilidad connatural del hombre) y la espiritualidad cristiana[11]. Sería un error considerar que las cofradías de gremios tuvieran únicamente un papel productivo. En primer lugar, las cofradías las había de muchos tipos. Incluso, al margen de su obediencia eclesial, los sacerdotes de las ciudades creaban sus propias cofradías para ayudarse mutuamente y lo mismo ocurría entre burgueses o nobles. Las cofradías de gremios tenían amplias funciones que abarcaban buena parte de la vida de sus miembros: “Tenían esta obligación de ayudarse, no sólo en el oficio del gremio, sino también en el trabajo de la casa y del campo. Festejaban el matrimonio de los cofrades y de sus hijos; ayudaban económicamente a los que hacían peregrinación y muy especialmente ayudaban al cofrade enfermo, éste era atendido cada noche por uno de los cofrades que dormía con él y, si era pobre, se le pagaba la comida; el difunto era amortajado y se le proporcionaban candelas, ofrendas y se le enterraba a cuenta de la cofradía si era pobre”[12].

Las abadías contaban con sus sistemas asistenciales sanitarios, pero cuando -como ya hemos señalado- la vida social se va desplazando a las ciudades, en éstas surgirán innumerables hospitales.

Otros elementos importantes de la organización medieval, fueron las hermandades y el sistema asistencial. Respecto a las hermandades, decir que nacen como formas de protección armada frente a los poderes feudales y oligarquías urbanas. Pero también, su existencia impide que aparezca el Estado moderno tal y como lo definió Max Weber: “la institución que logra el monopolio del uso legítimo de la violencia”. Luis Suárez, en este mismo sentido apunta que: “Por fuerte y poderosa que se considere la vida municipal, ésta no se halla garantizada debidamente por el Estado durante los siglos medievales y frecuentemente los municipios, en su aislada individualidad, son víctimas del superior poder de los nobles y aún de los reyes; de aquí que por natural y espontáneo espíritu de conservación y defensa surja la institución de las hermandades de municipios frente a toda forma y manifestación de organizaciones oligárquicas”[13]; y, evidentemente, para defenderse de otros peligros como malhechores y bandidos. Un ejemplo cercano lo encontramos en el origen medieval del somatén en Cataluña, donde: “A fin de estar preparado para acudir a la posible llamada en socorro de la justicia, cada vecino tenía que tener armas en casa de modo accesible, tal como recalcan las diferentes ordenanzas municipales que al mismo tiempo limitan o impiden llevar armas consigo sin esta justificación. La invocación de la defensa vecinal y del país generaliza la obligación, como establece el infante Juan en 1369: «quod quilibet hominum principatus Cathalonie tenerent in domibus eorum certa arma et arnesia»”[14].

Cofradía

Por último, ante tal ingente tema, sólo resaltaremos una de las formas propias de la Edad Media en la que cristalizó la Charitas que debía regir la Cristiandad: nos referimos a la asombrosa proliferación de hospitales y cofradías para asistir a enfermos. Ya apunta el Padre Sáenz que: “Cuando los temporales o grandes sequías arruinaban las cosechas, los ojos de los labriegos se dirigían a los monasterios, ya que ellos albergaban depósitos de cereales, precisamente en orden a subsanar los inconvenientes que podían surgir en eventualidades semejantes”[15]. Las abadías contaban con sus sistemas asistenciales sanitarios, pero cuando -como ya hemos señalado- la vida social se va desplazando a las ciudades, en éstas surgirán innumerables hospitales.

La respublica christiana de la Edad Media era un cuerpo de comunidades que, partiendo de la familia, pasaba por las corporaciones de oficios, defendidas ambas por los caballeros de espada, y culminaba en la monarquía

Juan Cordero, nos explica el origen de estos hospitales: “Muchos de los hospitales de la Baja Edad Media, quizá la mayor parte, dependieron de una cofradía que fundó el hospital o que fue creada para la atención y conservación de un hospital anteriormente fundado por una persona particular. Se puede afirmar que todos los hospitales de estas cofradías estuvieron especialmente abiertos para los pobres; en algunos casos fueron los pobres el único motivo de su fundación”[16]. Los hospitales también podían ser fundados por personas de alto rango a nivel particular, por un obispo, el Cabildo Capitular, un rey o una familia pudiente, a la par que los propios gremios podían tener sus hospitales o los fundaban pequeñas órdenes religiosas. Una característica de estos hospitales es que -según el sentir orgánico de la Cristiandad- estos centros se especializaban en cada ciudad. Por ejemplo, encontramos los Lazaretos de San Lázaro para enfermos leprosos. O bien, donde había universidades aparecían hospitales para acoger estudiantes pobres y enfermos, entre otros muchos ejemplos.

Hospital medieval en Beaune, Francia

Resumiendo, la complejidad de la Cristiandad no nos impide descubrir unos principios rectores inspirados en el cristianismo que no sólo alcanzan a la connaturalidad de la vida familiar y del trabajo -que llegan a fusionarse en los gremios-, sino también una búsqueda constante del equilibrio político para evitar abusos del poder y un esfuerzo por armonizar el mundo material con el espiritual. Alfredo Sáenz lo sintetiza de este modo: “La respublica christiana de la Edad Media era un cuerpo de comunidades que, partiendo de la familia, pasaba por las corporaciones de oficios, defendidas ambas por los caballeros de espada, y culminaba en la monarquía, reflejo de la monarquía divina, que confería unidad al conjunto del organismo social, sin herir sus legitimas pluralidades. Señala Landberg que la clave que explica esta visión arquitectónica, tan propia del Medioevo, es la creencia de que el mundo es un cosmos, un todo concertado con arreglo a un plan, un conjunto que se mueve serenamente según leyes y ordenaciones eternas, las cuales, nacidas del primer principio que es Dios, tienen también en Dios su referencia final”[17].

Javier Barraycoa


NOTAS

[1] Cf. Montesquieu, De l’Esprit des Lois. En Oeuvres complètes, Gallimard, Paris, 1994, tomo II, p. 247.

[2] El concepto de régimen aristocrático en Tocqueville es tan amplio que se puede aplicar a la Cristiandad. El sistema aristocrático vendría a ser aquello que no fuera el régimen democrático que estaba viendo nacer.

[3] Alexis de Tocqueville, De la Démocratie en Amérique, I, En Oeuvres complètes, Gallimard, Paris, 1951-2003, pp. 197-198

[4] Alfredo Sáenz, Op. cit., p. 57.

[5] “La garantía de la salvaguarda de la libertad es conseguir un régimen temperado, equilibrado institucionalmente por grupos sociales, por grupos de intereses, por frenos y contrapesos, intencionalmente constituidos”, María del Carmen Iglesias, Individualismo noble, individualismo burgués, Real Academia de la Historia, Madrid, 1991, p. 78.

[6] Cf. Alexis de Tocqueville, L’Ancien Régime et la Révolution, I, en O.C., pp. 116-117.

[7] Cf. Werner Sombart, Lujo y capitalismo, Alianza editorial, Madrid, 1979, p. 30.

[8] Juan Cordero Rivera, “La vida cotidiana en la Edad Media” en VIII Semana de Estudios Medievales, Nájera, del 4 al 8 de agosto de 1997, p. 388.

[9] Cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, Luis de Caralt, Barcelona, 1956, p. 332.

[10] “Según los autores que se han ocupado del estudio de los gremios, los primeros que aparecieron en la historia medieval asumieron la categoría de cofradías religiosas […] No era entendible, aceptable, ni posible, ejercer fuera de la unión o vinculación con la Iglesia. Ésta otorgaba poder y apoyo a las asociaciones que a ella se acogían, de aquí que los primeros gremios de artesanos y profesionistas surjan como cofradías en estrecha simbiosis con la estructura religiosa”, María Luisa Rodríguez-Sala Gomezgil, “La cofradía-gremio durante la baja edad media y siglos XVI y XVII, el caso de la cofradía de cirujanos, en Barataria. Revista Castellano barberos, flebotomianos y médicos en España y la nueva España-Manchega de Ciencias Sociales, 10, p. 151. Sin embargo, ha de entenderse bien esta relación con la Iglesia, ya que: “No hay que olvidar que numerosas cofradías devocionales se organizaban al margen de cualquier refrendo por parte de autoridades eclesiásticas o civiles. Por tanto, sus estatutos, «ordenamientos» o «posturas» tendrían carácter privado”, Cf. Juan Cordero. Op. cit., p. 389.

[11] Una tercera pata del sistema gremial, nos las describe el Padre Sáenz: “El sistema artesanal tenía una base estrictamente familiar. Era la casa hogareña el pequeño mundo en que el carpintero, el tejedor, el orfebre, transcurrían su vida, repartida entre el trabajo y los placeres domésticos. Sus auxiliares en la profesión eran sus propios hijos, algún oficial, y uno o a lo sumo dos aprendices, quienes prácticamente se incorporaban al grupo familiar y colaboraban no sólo en el trabajo del maestro, sino también en los menes- teres domésticos del ama de casa. No se podría entender más cabalmente el artesanado medieval que viendo en él la organización familiar aplicada a la profesión”, Op. cit. p. 104.

[12] Juan Cordero Rivera, Op. cit., p. 390.

[13] Luis Suárez Fernández, “Evolución histórica de las hermandades castellanas” en  Cuadernos de Historia de España, 16 (1951), pp.14-15.

[14] Flocel Sabaté, “El somatén en la Cataluña Medieval” en Clio&Crimen, 3 (2006), p. 215.

[15] Alfredo Sáenz, Op. cit, p. 95.

[16] Juan Cordero, Op. cit., p. 393.

[17] Alfredo Sáenz, Op. cit., p. 27.

2 comentarios en “La Cristiandad. Una visión sociológica: El orden social y político (3)

  1. Pingback: La Cristiandad. Una visión sociológica (III) – El Criterio

  2. Pingback: La Cristiandad. Una visión sociológica: Verdad y Belleza (y 4) | Anotaciones de Javier Barraycoa

Deja un comentario