“In memoriam”: Miguel Garisoain

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Se me hace difícil recordar el día exacto en conocí a Miguel Garisoain. Hay personas que ya están en tus recuerdos y son parte de ti y de tu trayectoria vital, desde «siempre». Miguel era uno de ellos, posiblemente el recuerdo más claro que tengo fue en el Congreso del Escorial para la Unidad del Carlismo, en 1986. Ahí destacó, pues su vitalidad sobresalía sobre los demás, acompañada por su carácter que rezumaba sinceridad y nobleza e impetuosidad navarra.

Carlista de esos, acuñados por los linajes perennes, pero que no buscaba méritos ni excusas en su sangre carlista, sino que lo demostraba en su quehacer diario. Era plenamente consciente que ser carlista era algo que se debía ganar a pulso cada día con el ejemplo y el esfuerzo. Me atrevo a decir que era un hombre entregado totalmente a la Causa de la Tradición, pero no sólo como militante, sino en todas las dimensiones de su vida: familiar, profesional, de amistad, ….

Si se le conocía poco, parecía en primera instancia una roca intransigente –que de hecho lo era- pero atemperado por un enorme corazón. Tras gritos, golpes en la mesa, quejas y protestas, en las tertulias políticas, luego llegaba la comprensión por las miserias humanas de todos, la eterna paciencia para no agarrar a más de uno por el cuello que es lo que le pedía su imponente presencia.

Era todo un espectáculo verlo en la reuniones, congresos o, simplemente, sentado a la mesa de su casa. Eran tres facetas distintas, pero la persona era siempre la misma: un navarro de temple, una fortaleza inaudita y una caridad casi infinita para con tantos intrigantes y miserables con los que tenía que lidiar. Por el contrario, sabía reconocer lo bueno que podía quedar en cada uno de nosotros y lo estimulaba para que fructificara. De él recuerdo, precisamente, todos sus consejos y apoyos, cuando emprendimos una aventura casi imposible: poner en marcha la revista Ahora información.

Profundamente inteligente, sabía acercarse a las gentes del pueblo –como buen boticario- y hablarles de tú a tú sin pretensiones. Simplemente era parte de ese pueblo llano. Por eso todos le querían, menos los arrogantes y pretenciosos.

Él como otros, cuando algunos éramos jóvenes, representaba esa generación intermedia entre tantos insignes carlistas como los Sivatte, los Orbe, Etayo, Cusell, Casañas, y así una lista muy larga de los que vivieron en sus carnes la Cruzada, y nosotros que nos estrenábamos lidiando con una ingrata transición democrática. Por eso para muchos de nosotros fue el gran maestro de “praxis” política, fue el transmisor o eslabón que Dios pueso en nuestro camino, para que el sentir de aquella generación no se perdiera. Aún me acuerdo cómo un veterano del Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat, nuestro queridísimo Narcís Alemany, cuando presentía morir, decidió viajar a Pamplona para despedirse de Miguel. Desde un pueblecito de la Gerona profunda, con casi noventa años, recorrió media España para darle un postrer abrazo a Miguel. ¿Qué debió sentir en ese momento? Inimaginable para nosotros.

De él aprendimos a conocer a las personas, a valorar pequeños hechos históricos que pasan desapercibidos, pero que pueden condicionar el futuro de una Nación. Como Secretario General que fue de la CTC, y militante carlista desde su juventud, nos deja un impresionante archivo que permitirá reconstruir la historia del carlismo en las últimas décadas.

Con él me unían muchas cosas, pues era casi como un padre (yo perdí al mío demasiado joven). En momentos delicados en nuestra Comunión, siempre tuvo una palabra de consuelo y el consejo apropiado para no desfallecer y seguir trabajando. No es exagerado decir que si no hubiera sido por su constancia y ejemplo, muchos habríamos quedado por el camino, políticamente hablando.

Y qué decir de su familia. Marigena, su querida esposa y ejemplar madre, nos dejó hace poco. Los que la recordamos ya sabemos que ambos formaron un matrimonio cristiano y tradicional, de esos que levantaron a España en sus momentos más críticos. Prueba de ello son las vocaciones que han salido entre sus hijos y las familias que se han formado. Nada de eso hubiera sido posible sin esa fe de la que todos comulgaban y vivían plenamente en vivir cotidiano y en lo extraordinario.

Cuando ejercía de anfitrión, no faltaba en su casa un buen vino, buen yantar, buenos gritos y golpes en la mesa, en magníficas sobremesas donde, si no arreglábamos el mundo, al menos curtíamos nuestras almas para un combate que ha de durar toda la vida. Un día, en su casa, nos sorprendió a todos diciendo: sobre esta mesa nací yo. Su madre lo había parido en la casa de procedencia y sobre la mesa había tenido lugar el parto. Creo que ese día pude entender lo que era la Tradición en su forma más fina. La Tradición se encarna en el hombre qué sabe dónde ha nacido, de dónde viene, cuáles son sus raigambres con el mundo y cuáles no le han de atar a este mundo, puesto que nuestro destino está ahí arriba.

Miguel, maestro, correligionario, amigo y –sin rubor- casi un padre, como se despedían los mártires catalanes del 36 en Cataluña, quiero decirte: “Ens veiem al cel” (Nos vemos en el cielo). Intercede por nosotros para que seamos dignos de hombres como tú siguiendo tu ejemplo como católico, español carlista y navarro honrado; indómito en los principios, abierto en la misericordia; débil ante los débiles, fuerte ante los fuertes. Y que allí, en la casa del Padre nos fusionemos en un abrazo, todos los que hemos compartido la hermandad de la Tradición en la militancia carlista.

Javier Barraycoa

 

2 comentarios en ““In memoriam”: Miguel Garisoain

  1. De las personas del movimiento Patriota que he conocido los más sinceros, honestos y consecuentes han sido la familia Garisoain, al frente de ella Miguel y ahora su hijo Javier Secretario General de la CTC.
    Como el silencio es para los cobardes, como Nacional-Sindicalista, grito muy alto conforme a Nuestro Estilo:

    Miguel Garisoain Fernández!
    Presente!!!

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