Artículo publicado en eldebatedehoy.es
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El Ejecutivo quiere continuar con la “operación diálogo” en Cataluña. Sin embargo, los líderes independentistas mantienen su doble discurso: reclaman a Rajoy una negociación sin dejar de amenazar con la convocatoria del referéndum.
El nuevo ejecutivo de Mariano Rajoy, nada más constituirse, nombró como delegado del Gobierno en Cataluña a Enric Millo. La trayectoria de Millo no deja de ser sorprendente pues es vox populi que se había ofrecido hace años a CiU, e incluso a ERC, para encabezar candidaturas. Es un hombre de partido, aunque pudo haberlo sido de partidos. Proveniente de Gerona conoce bien los entresijos de las familias políticas del catalanismo y esto le convierte en un valor en alza si el “Plan A” de Soraya Sáenz de Santamaría es realmente buscar el “diálogo” con las fuerzas independentistas.
El panorama más verosímil es que sí se convoque desde el govern autonómico el Referéndum. Cuando el Estado ponga en marcha todos los resortes para impedirlo, Puigdemont tendrá que dimitir y convocar nuevas elecciones
Por eso, la noticia que saltaba hace unos días por boca del propio Enric Millo de que el Gobierno mantenía contactos “discretos” con el govern autonómico se tornaba de lo más llamativa; máxime cuando el propio govern de Carles Puigdemont lo ha negado. Alguien miente, eso es evidente. O bien las dos partes mienten parcialmente y cada uno está elaborando un discurso sólo para los suyos.
Que hay contactos discretos es más que evidente. Oriol Junqueras está en conexión permanente con Cristobal Montoro. Las cuentas no salen y el Fondo de Liquidez Autonómica es imprescindible para que la administración catalana no entre en colapso. Por eso, desde hace bastantes meses, la palabra independencia no ha sido pronunciada por los labios del líder de ERC. Mientras que la “operación diálogo” de Sáenz de Santamaría se está limitando a “dialogar” con los convencidos de la necesidad de mantener la unidad de España, Millo descuelga el teléfono y habla con toda normalidad con líderes separatistas. Los contactos no llegan más allá ni más acá.
Evidentemente, el presidente de la Generalidad debe negar esos contactos. Desde hace semanas mantiene un doble discurso, o postureo según se mire. Por un lado, no deja de reclamar que el Gobierno español haga propuestas de negociación; por otro, de cara a la galería amenaza que sí o sí se “convocará” el referéndum. ¿En qué quedamos? La respuesta es relativamente sencilla para quien conozca las limitaciones políticas de Puigdemont. El President ya está pensando en qué será de él dentro de poco. Y por supuesto no querría verse en un juzgado por desacatar la legalidad vigente.
El panorama más verosímil es que sí se convoque desde el govern autonómico el referéndum. Así Puigdemont pasará a la microhistoria del nacionalismo catalán como un héroe. Cuando el Estado ponga en marcha todos los resortes para impedirlo, Puigdemont tendrá que dimitir y convocar nuevas elecciones. Por cierto, también desde hace meses no ha parado de repetir que “ser presidente de la Generalitat no es su vocación” y que por tanto no se presentará a las elecciones. La jugada es perfecta, pues se evitará un enjuiciamiento y su retrato quedará honorablemente colgado en alguna pared del Palacio de la Generalitat. Si las CUP presionan demasiado para que el referéndum avance y torpedean la legislatura tumbando las iniciativas del Parlament, el proceso se aceleraría y las elecciones aún se anticiparían más. El resultado final sería el mismo.
Qué hay contactos discretos es más que evidente. Junqueras está en contacto permanente con Montoro. Las cuentas no salen y el Fondo de Liquidez Autonómica es imprescindible para que la administración catalana no entre en colapso
Por otro lado, Artur Mas está intentando alcanzar su último asalto a la política. Sabe que su partido está en fase de implosión y que, en caso de elecciones anticipadas, no hay nadie con liderazgo para sustituir a Puigdemont. Por ello ya se está postulando como futuro presidenciable. Su paso por el Palacio de Justicia de Cataluña le ha ofrecido una magnífica -aunque efímera- alfombra roja. Lleva semanas codeándose con David Madí (el gran estratega fracasado de la vieja CiU e investigado por el 3%), con Francesc Homs, que tiene que rendir cuentas también ante la Justicia, e incluso con la siempre mediática Pilar Rahola. Pero todo el plan de Mas no sería ejecutable si le cayera una inhabilitación tras el juicio al que ha sido sometido. Por eso, las últimas declaraciones de Mas son una repetición constante: “queremos el choque de trenes”.
Una negociación necesaria
¿Contactos? Claro que los hay. Pero no para solucionar la cuestión catalana, pues el Gobierno central no puede ofrecer nada al separatismo: ¿un nuevo estatuto, inversiones, etc.? Todo eso ya suena ridículo y humillante para los separatistas de a pie. Esos catalanes que se han creído los discursos e ilusiones pergeñados desde 2012, cómo se les va a decir que todos los agravios “históricos” quedan resueltos con una partida para mejorar los trenes de cercanías. Igualmente, el Ejecutivo no puede zafarse de este marrón sin que se visibilice una voluntad seria de terminar el problema catalán. Pero sabe que eso lo debe hacer sin excesiva ostentación de fuerza.
Cataluña, desde hace semanas ,mantiene un doble discurso . Por un lado, no deja de reclamar que el Gobierno español haga propuestas de negociación; por otro, de cara a la galería amenaza que sí o sí habrá se “convocará” referéndum
Estamos ante todo un dilema por parte de ambos bandos. Por ello es imprescindible la negociación. Pero es una negociación que podríamos llamar del postureo. Posiblemente estamos ante la preparación secreta o discreta de una dramaturgia en la que el Gobierno de Rajoy escenificará su contundencia ante el separatismo, con las mínimas bajas colaterales posibles. Y el separatismo recreará su pose martirial sempiterna. El partido en el gobierno elevará su autoestima y el separatismo catalán recargará el arma del resentimiento tan imprescindible para su supervivencia.